Hay políticos con tan pocos escrúpulos que, para ganar elecciones y continuar en su cargo, son capaces de hacer un daño grave al conjunto de los ciudadanos. Un ejemplo es aumentar la recaudación tributaria para malgastarla en otorgar caprichos oportunos a quienes ven como plebe y a los que desprecian.
En ese cupo de ególatras en el poder están también quienes seducen a mucho incauto excitando un perverso vicio: la envidia.
Quieren hacer creer que la desgracia de los más desafortunados la provoca una supuesta avaricia de los que crean más valor, en un balance de suma cero. Esta patraña se desmonta porque hoy la generación de riqueza la proporciona, en buena parte, un sinérgico cóctel de riesgo y creatividad. Esa intuición, que lleva a descubrir un modo más eficiente de producir
algo, es lo que crea más valor. Ahora son las ideas y no el simple mercadeo de intercambios de bienes físicos lo que despierta la prosperidad. Hoy analizamos el índice Internacional de Competitividad Fiscal (ICF) que ha presentado recientemente la Tax Foundation. España alcanza en esta clasificación una puntuación de 5,6 puntos, lo que le coloca en la 34ª posición de las 38 naciones que componen la OCDE. Tener la quinta peor posición no favorece que llegue inversión y talento a nuestra nación, sino todo lo contrario: que los españoles invirtamos fuera. Si a esa situación negativa se añaden los tres nuevos impuestos: a las grandes fortunas, a las eléctricas y a los bancos, nuestro país va camino de ser considerado un infierno fiscal. La ICF referida al Impuesto de Sociedades revela que las cinco naciones que obtienen mejor competitividad fiscal son: Letonia (10,0 puntos), Estonia (9,8), Lituania (8,5), Irlanda (8,3) y Hungría (8,2). España, con 5,1 puntos, consigue una mala posición, la 33ª. En el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF), destacan Estonia (10,0), Colombia (9,9) y Eslovaquia (9,8), siendo los más gravosos Francia (3,6), Dinamarca (3,7) e Irlanda (3,7).
El Instituto de Estudios Económicos (IEE) ha desarrollado un indicador de presión fiscal normativa, que valora la carga de gravamen que el diseño del sistema fiscal introduce en las economías, al margen de la cantidad que se recaude. En 2022 nuestro país alcanzó 116,4 puntos, un 16,4% más elevada que la media (100) de la UE, una cifra mayor que los 112,8 puntos de 2021 o que los 110,5 puntos del año 2020. La puntuación de España es, además, un 16,8% más gravosa que la del promedio de los países de la OCDE (99,6). El IEE también ha calculado el esfuerzo fiscal, un indicador que tiene en cuenta los distintos niveles de renta relativos de los países, concluyendo que es un 52,8% superior al estimado para la Unión Europea (110 puntos). El problema del gratis total que algunos políticos organizan para promocionarse es lo que cuesta. Destaco la subida del salario mínimo que cierra las empresas que dejan de ser rentables por el aumento de sus costes laborales, la subida de las pensiones de acuerdo al alza del IPC (a costa de endeudar a los nietos de los que las cobran), las dádivas de los 400 euros a los jóvenes nuevos votantes, el transporte gratuito en la Renfe y otros subsidios a parados que rechazan empleos, etc. El modo de pagar esos excesos es expoliar a los que generan riqueza con el consiguiente deterioro de nuestra competitividad fiscal frente a la de la UE, lo que a su vez provoca la fuga del capital físico y humano españoles hacia lugares donde los tributos son más soportables.