26J vs 30J: ¿Quién da más?
19 de junio de 2016
Por admin
 Esta nueva cita electoral llega sólo 4 días antes del fin del plazo para la presentación del IRPF/2015, fecha ésta -el 30J- que, además, este año coincide con la de nuestra "liberación fiscal" El próximo domingo -26J, en el argot- estamos llamados, otra vez, a las urnas. Esta nueva cita electoral llega sólo 4 días antes del fin del plazo para la presentación del IRPF/2015, fecha ésta -el 30J- que, además, este año coincide con la de nuestra "liberación fiscal". En efecto, según el "think tank" "CIVISMO" ése es el día en el que el español medio deja de trabajar para el Estado (o Comunidad Autónoma o Ayuntamiento) y empieza a hacerlo para él. ¿Medio año trabajando para el erario público? Pues sí, eso es lo que se nos va contribuyendo. Obviamente en este cálculo no es el IRPF (al que dedicamos "solo" 37 días) la única aportación tomada en cuenta, sino que también se ponderan las cotizaciones sociales (1102 días!), el IVA (la friolera de 25 días), los impuestos "especiales" (alcohol, combustible,...; 11 días más) y otros -IBI, tasas, ...- que, entre todos ellos, aglutinan otros 5 días. Y esto, ¿qué quiere decir? Bueno, pienso que muchas cosas, si bien no pocas dependerán del prisma con el que cada cual lo analice. Por un lado, vendría a constatar que si ésa es la presión fiscal soportada por el español medio, no parece que haya mucho margen para incrementarla porque ¿es legítimo que se nos exija que contribuyamos más de medio año al sostenimiento de las cargas públicas? A mí, cuando menos, me llama a la reflexión, y me siento claramente proclive a que, en lugar de incrementarse, tal nivel de "pressing" se reduzca. Pensemos que la exacción impositiva es un medio (legal, pero no infinito) mediante el que el poder nos "extirpa" parte -de hecho, una gran parte- de nuestros ingresos, sacándolos de nuestra sacrosanta propiedad privada para incorporarlos al erario público. Ergo es obvio que no podemos contar con esa renta "amputada" para nuestros fines particulares: ya sea pagar un seguro médico, hacer una pequeña obra en casa, cenar en un restaurante, irnos de vacaciones o comprar una lavadora nueva... No; nos vemos privados de esa renta en favor de la colectividad. Siendo loable que el sistema tributario busque el promover la igualdad de oportunidades y, con ella, la cohesión y deseable solidaridad social, no parece tam1 poco desdeñable meditar acerca de cuál es el nivel óptimo de esa presión fiscal (ya muy alta, por lo que parece). Así las cosas, y no pareciendo razonable que la presión actual ni se incremente -sería para salir corriendo- y ni tan siquiera se mantenga, lo lógico es dirigir nuestra mirada a la vertiente del gasto. ¿Qué nivel de gasto somos capaces de sufragar? ¿Qué necesidades sociales identificamos como prioridades irrenunciables? Porque lo cierto -aunque de esto no parece que las diferentes opciones políticas estén dispuestas a hablar- es que parece que ni nuestra riqueza nacional ni nuestro maltrecho "sistema" fiscal den más de sí, siendo así que parece que la cirugía también habría de venir por racionalizar, sistematizar y priorizar nuestros gastos. Máxime pensando que nuestra otrora pirámide poblacional ya hace tiempo que se convirtió en un rombo (el "babyboom" ha alcanzado la plena madurez) y que, si nadie ¿Medio año trabajando para el erario público? Pues sí, eso es lo que se nos va contribuyendo lo remedia, en apenas dos décadas volverá a ser una pirámide, pero esta vez invertida. ¿Por qué será que en los debates electorales escucho hablar de mantener -o bajar- los impuestos (a nadie lo he oído que los vaya a subir; lo que no presupone que no vaya a hacerlo), pero nada oigo sobre la necesidad de revisar nuestro nivel de gasto? Pero, al fin y al cabo, un país es como una familia: su nivel de vida tiene -sí o sí- que adaptarse a su capacidad adquisitiva. No queda otra. 

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