Aviso para navegantes despistados: pronto, los partidos que apoyan al cuatripartito empezarán a mostrar sus diferencias. Nos contarán que lo que ha podido molestar a los electores lo tuvieron que hacer por imposición de sus socios. Eso sí, se justificarán diciendo que ha sido “en aras de la estabilidad institucional”. Lástima que nadie mínimamente advertido se crea esta patraña. Ha sido el propio Gobierno el que ha generado inseguridad jurídica, económica y política, convirtiendo a la presente legislatura en la más crispada de nuestra historia democrática. Además, sus abundantes gestos desestabilizadores de la convivencia, como el apoyo público a quienes golpearon a los guardias civiles y sus parejas en Alsasua, ha perjudicado la imagen de Navarra.
Quizá, la primera formación que invocará la mentira infantil del “yo no he sido”, con el fin de eludir su responsabilidad en tantos despropósitos, será Geroa Bai. El motivo: que el ‘PNV navarro’ necesita proyectar moderación para atraer a un PSN que no se acaba de encontrar a sí mismo. No se entiende que los socialistas vean como enemigo a UPN, dado que ambos partidos son constitucionalistas y la historia demuestra que, cuando han cooperado, Navarra ha avanzado a toda máquina. Ya se sabe que “no hay cuña peor que la de la propia madera”, pero resultaría lamentable que los socialistas prefiriesen ser socios de los nacionalistas que de quienes tienen como prioridad la defensa de la identidad navarra. El PSN no puede olvidar que hay un principio que forma parte, de un modo indeleble, del genoma de cualquier nacionalista: el lema de la Guardia Civil de “Todo por la patria”, un ‘Todo’ muy distinto al del Benemérito Instituto, porque lleva a ser indulgente con los terroristas y justificar su violencia.
Señora presidenta: no se llame a engaño. Los ciudadanos son muy conscientes de que la línea maestra del cuatripartito ha sido el adoctrinamiento obsesivo para fomentar una actitud proclive a la integración de la Comunidad Foral en el País Vasco. Este dogma ha primado sobre el bien del conjunto de los navarros, y ahora nadie va a tragarse su afirmación reiterada de que ha gobernado para todos, porque la realidad lo desmiente. Ha trabajado para su parroquia nacionalista, sin escuchar a los que pensaban distinto, ni respetar el legítimo pluralismo de la sociedad. Discrepancia mayoritaria que ha quedado demostrada con las dos grandes manifestaciones por la defensa de la bandera de Navarra y en contra de la imposición del euskera.
Merece la pena citar algunos de los hechos, tan objetivos como irrefutables, de unas actuaciones propias de aprendiz de brujo, que se mueven más por impulsos y ocurrencias que por talento y eficiencia. Entre las acciones más nocivas promovidas por el cuatripartito están: 1) Una subida de impuestos que resulta confiscatoria para la mayor parte de la población y, especialmente, para la clase media, lo que ha motivado que se vayan muchos contribuyentes de rentas altas. 2) Una normativa que privilegia que el empleo público sea para los que saben euskera. 3) La guerra contra los padres de familia que deseaban más inglés para sus hijos (el PAI). 4) Las trabas a la actividad de las empresas, que ha hecho que se deslocalicen a otros territorios. 5) El intento de paralizar el AVE a Madrid, para que tengamos que ir a tomarlo a Vitoria, asunto sobre el que se cierne el peligro de que la presidenta intente torpedearlo de nuevo cuando acuda a La Moncloa.
Nuestra Comunidad se va a jugar su futuro, más que nunca, en las próximas elecciones. Los partidos constitucionalistas debieran llegar a algún acuerdo para que se rentabilicen todos sus votos, y no sea el Sr. D’Hont quien decida a qué formación va ese escaño que decidirá el porvenir de Navarra.