Y , en el octogésimo día, Madrid tendrá Gobierno. Así sucederá mañana —salvo sorpresa mayúscula—, cuando Isabel Díaz Ayuso sea investida presidenta de la Comunidad de Madrid. A lo largo de la sesión de hoy, preludio de lo que culminará mañana, la candidata ha hecho un repaso en su discurso a un compendio de promesas, bien esgrimidas en campaña, bien adquiridas en acuerdos con sus socios de gobierno.
Son muchas las cuestiones que Díaz Ayuso ha abordado en su intervención de este martes, pero es de especial importancia la cuestión fiscal, ámbito en el que la popular ha prometido la mayor rebaja de la historia de la Comunidad trayendo a la memoria aquella revolución fiscal que proclamó VOX hace unos meses. Esta es una fantástica noticia por muchos motivos, de entre los que destacan dos.
En primer lugar, porque rompe con la línea argumental —e ideológica— de aquéllos que creen firmemente que el dinero de los contribuyentes estaría mejor en manos del Estado. En otras palabras, parte de la base de que es el ciudadano el que debe retener el fruto de su trabajo, dado que esto revierte en una mayor libertad y en su correlativa responsabilidad. Esto, que puede parecer una obviedad, en nuestro país no lo es. Por ello, conviene recordarlo y ponerlo en práctica, algo que sólo el tiempo confirmará.
Pero además de esta cuestión normativa, hay un elemento instrumental que también es satisfecho con la rebaja fiscal propuesta por Díaz Ayuso, pues un reducido esfuerzo fiscal es la vía más rápida para lograr el pleno empleo que también ha prometido. Ni que decir tiene como imán de inversión. Aquí también habrá mucho trabajo por delante, pues en España cuesta mucho bajar los impuestos, pero más aún reducir el gasto público. Y hacer lo primero sin acometer segundo es un suicidio en el medio plazo. Una vez más, la puesta en marcha de las recetas de Díaz Ayuso dará su veredicto sobre este punto.
Casado y Ayuso hacen buena pareja de baile y reflejan a la perfección la regeneración del Partido Popular que el primero lleva un año liderando. Victorioso ya en la Comunidad de Madrid, y salvados los muebles en algunos otros puntos de la geografía nacional, procede ahora dar cumplimiento a la retahíla de promesas. A ello se ha referido Ayuso al recordar la máxima de Ruiz-Gallardón, otro de sus antecesores, de ver el programa electoral “como un contrato con el ciudadano”.
Se equivocaba Burke al señalar que “la hipocresía puede permitirse ser magnífica en sus promesas, porque no tener la intención de ir más allá de éstas no cuesta nada”. Muy al contrario, al Partido Popular le ha salido muy caro. Y haría bien en recordarlo. Pacta sunt servanda, señora Ayuso. En cuanto a los madrileños, haríamos bien en aplicar otro principio general del derecho, elemental en toda relación contractual, como es la bona fides; haríamos bien en confiar en que la nueva presidenta hará todo lo que esté en su mano para poner por obra las palabras pronunciadas.
Los españoles y, a los efectos de estas líneas, los madrileños —de origen y de adopción— no pedimos fantasía. Tan sólo honradez. La honradez que no tuvo el Partido Popular en el pasado y que tan caro ha pagado, pero también la honradez intachable de un nuevo PP que haría bien en aprender de los errores anteriores y preservar su virtud. Y hacerlo no solo por el miedo a la justicia o el castigo electoral, sino bajo el convencimiento de que una Madrid más libre y más prospera revertirá en beneficio de toda España, además de ser modelo a seguir por las demás Comunidades Autónomas. Díaz Ayuso tiene el equipo, los socios e incluso la oposición y críticos adecuados para ser una gran presidenta. Así que, enhorabuena, presidenta, y a trabajar.