Eurostat ha publicado estos días que el 37,9% de la población de la UE no hizo turismo en 2016. Los motivos por los que los europeos se quedaron en casa fueron las dificultades financieras (47,8%), la mala salud (19,5%), que no les gusta viajar (20,2%), obligaciones familiares (13,3%) y el estudio o el trabajo (15,8%).
¿Es el paro el principal causante de sacrificar las vacaciones? Aunque esto se cumple en los países con acuciante desempleo (Grecia, Portugal, Chipre), hay muchas excepciones. Por ejemplo, España tenía el segundo mayor paro de Europa (19,6%) en 2016, pero ocupaba el lugar decimosexto entre los que no viajan por motivos económicos. Algo similar ocurre en Italia, el quinto país con más desempleo (11,7%), y duodécimo entre los que menos se desplazan (48,8%), y Francia, que ocupa los puestos séptimo (10,1%) y decimonoveno (39,5%), respectivamente.
Los datos apuntan a que en los tres mayores países mediterráneos, aunque se ande escaso de dinero, no se renuncia a las vacaciones. Refuerza esta idea el hecho de que el impedimento principal para hacer turismo en los estados más prósperos (Alemania, Dinamarca y Austria) sea la salud. Esta imperiosa necesidad de viajar de los europeos representa una fuente de riqueza colosal para nuestro país.
Así, en 2016, España fue el destino turístico europeo más demandado, con 295 millones de pernoctaciones, lo que supone el 22% del total de la UE. Le siguen Italia, con el 15%; Francia, con el 10%, y Reino Unido, con el 9%. Nuestro país también lidera en la OCDE tanto la contribución del sector del turismo tanto al PIB (un 11,2%, 125.529 millones de euros), como a la generación de empleo (el 13,3%, 2,5 millones de trabajadores). Además, la comparativa de salario por hora de los empleados en este sector revela que, tras Francia e Italia, los españoles son los que más cobran.
Estos excelentes indicadores se nutren de los muchos turistas que han descartado destinos mediterráneos más exóticos pero inseguros, como Egipto y Turquía. La desaparición del terrorismo yihadista en la zona y unos precios muy competitivos, derivados del bajo coste de su mano de obra, podría gripar este motor de nuestra economía. Por tanto, a España no le conviene el turismo masivo low cost, que lleva a competir por precio, sino rivalizar por su calidad. Tampoco vendrá bien la imposición de la tasa turística, que tanto desincentiva el atractivo de un país para los turoperadores internacionales. Ni la vandálica turismofobia desatada en Palma y Barcelona, que expulsa sobre todo a los visitantes que más dinero dejan.
La nueva secretaria de Estado de Turismo, Isabel Oliver, se encuentra un sector con óptima salud. Ojalá no toque lo que ya funciona bien y escuche a los profesionales. Son estos los que más desean un turismo sostenible y rentable en el largo plazo. Las razones por las que se deben rechazar las ocurrencias que piden los radicales que apoyan al PSOE resultan contundentes: 2,5 millones de empleos y los 60.156 millones de euros que ingresó España por turismo el año pasado.