Hace unos días, Bloomberg publicaba el Healthiest Country Index 2019. El índice mide qué países son más saludables. Está basado en variables como la esperanza de vida, los hábitos alimentarios, la calidad del sistema sanitario y diversos factores medioambientales. España ha logrado convertirse en el país más saludable del mundo, con una puntuación de 96,56 sobre 100, tras avanzar cinco posiciones desde la última edición de la clasificación, de 2017. Ha desbancado así a Italia, que baja al segundo puesto, con una valoración de 91,59. En el ámbito de la UE, siguen a ambos países mediterráneos Suecia (sexto lugar), Luxemburgo (undécimo) y Francia (duodécimo). En el extremo opuesto se hallan Hungría y Eslovaquia, en los lugares 52 y 46, respectivamente.
La inmejorable posición de España en esta lista constituye un motivo de orgullo. Sería deseable que esta buena vida que aquí se disfruta fuera acompañada de una situación similar en la vida buena. El primer requisito para conseguirlo pasa por ser libre, lo que significa que el Estado se entrometa lo menos posible en nuestras vidas y que solo nos coarte cuando sea necesario. Nuestro país se encuentra lejos de emular su liderazgo en la salud cuando se valora el respeto a la voluntad de los ciudadanos. Así, el informe Freedom in the World 2019, elaborado por Freedom House, asignaba a España una calificación de 94 sobre 100, por detrás de Suecia o Finlandia (que con un 100 encabezan la clasificación), Países Bajos, Luxemburgo, Irlanda o Portugal.
A la luz de estos datos, se observa que países con una baja puntuación en bienestar, caso de Hungría o Polonia, también la tienen en cuanto a libertades. Sin embargo, hay otros, como Portugal o Dinamarca, que, contando con una nota media en salud, presumen de posiciones destacadas en lo que a libertad se refiere.
A la falta de correlación entre esta y el bienestar contribuye el hecho de que el índice de Bloomberg considere como variables, que en este caso penalizan, aquellas actividades que conllevan un riesgo sanitario (véase el consumo de tabaco, comida basura o bebidas azucaradas).
Así, España es el número uno mundial en normas de vida saludables, lo que implica soportar un Estado-niñera muy vigilante. Lo deseable sería que no hubiera tanto abuso regulatorio y que fuera mayor la responsabilidad individual. De acuerdo con la última edición del Nanny State Index del European Policy Information Center (Epicenter), del que Civismo forma parte, nuestro país se sitúa en la posición décimo novena de los todavía 28 estados miembros de la UE, con una nota de 18,9. Es de señalar, no obstante, que dicha valoración nos coloca más cerca de República Checa, país con el Estado-niñera más reducido (11,5), que de Finlandia, que encabeza la clasificación con 51,6.
Se aprecia, en definitiva, que estar saludables físicamente a veces va en detrimento de la salud de la libertad, lo que lleva irremediablemente a que un ciudadano, o una nación, se plantee legítimamente que el Estado controle menos nuestro bienestar en aras de una mayor libertad, al comprender que, sin esta, aquel no es sino una jaula de oro.