Una de las frases que parece haberse acuñado a raíz de los ajustes presupuestarios en educación y sanidad es la necesidad de «hacer más con menos». Este objetivo ha comportado una eficiencia en el gasto muy distinta en el mapa regional. Así, la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) demostró hace unos años que un euro invertido en educación surtía un mayor efecto en algunas comunidades que en otras. La valoración se basaba en los beneficios salariales que suponía para el estudiante a lo largo de toda su vida laboral. Fedea encontró que un año adicional de educación post-obligatoria suponía un alza en la remuneración del 6,11% en el conjunto de la vida laboral, porcentaje que arroja serias diferencias entre las regiones.
Así, las comunidades donde un año de educación es más rentable son Extremadura (7%), Asturias (6,69%), Madrid (6,3%), Cataluña y Galicia (6,27% en ambos casos). En una zona intermedia se encuentran Cantabria (6,03%), País Vasco (5,92%), Murcia (5,89%), Castilla-La Mancha (5,77%), Aragón (5,71%) y Castilla y León (5,62%). Finalmente, Baleares (5,29%), La Rioja (5,17%), Canarias (5,12%), Comunidad Valenciana (5,09%), Andalucía (4,84%) y Navarra (4,82%) cierran la clasificación. Es sorprendente que la diferencia de resultados no dependa tanto del dinero que inyecta el Estado como de otros factores.
Extremadura, Madrid y Galicia obtienen muy buenos resultados, aunque su desembolso se encuentre por debajo de la media. Por el contrario, Navarra y la Comunidad Valenciana exhiben un rendimiento mediocre, a pesar de que destinan bastante más presupuesto que el promedio español. En la zona media, nos encontramos con País Vasco y Murcia, que arrojan unos valores muy parejos, pese a que la primera es la que más gasta en educación y la segunda, una de las que menos invierte.
Hay varios factores que resultan esenciales para comprender por qué unos estudiantes logran aprovechar la educación mejor que otros. Hay territorios donde el coste de la vida es menor, por lo que es más barato prestar un mejor servicio. Además, también hay que tener en cuenta la presencia de la educación concertada, un modelo que resulta más económico que el público y que, cuando compite, mejora los resultados de ambos sistemas. Es sorprendente que en las comunidades donde hay mayor porcentaje de enseñanza concertada, como País Vasco, Navarra y Madrid, no sólo se reducen los costes, sino que se obtienen unos mejores resultados en el Informe PISA de la OCDE.
Este análisis de la educación postobligatoria está relacionado con el fracaso escolar en la obligatoria, medido por el abandono del aula. Tiene lógica que, cuando los alumnos renuncian a la escuela, el nivel de los que permanecen sube, y que este efecto se acentúe cuando el alumno salta a la formación postobligatoria. También, el que haya empleo promueve que algunos estudiantes prioricen tener un salario a completar su formación, con lo que deciden no seguir estudiando y lo pagan más tarde con una menor remuneración salarial.
Convendría que los padres pudieran elegir la opción formativa para sus hijos, a través de la competencia entre currículos y centros. Además, debería estudiarse la relación entre el tiempo que dedican a ser partícipes de la educación de sus hijos y los resultados académicos. Cuando la ‘canguro’ de los niños es una televisión que nunca se apaga, se malogra el fruto de la escuela.