Ed. Deusto, 344 pp. (2025)
Pedro Schwartz
La libertad no siempre deja gloria, pero sí deja huella. Y en el caso de Pedro Schwartz, muchas de esas huellas han sido cicatrices. El libro que ahora firman Thomas Baumert y Francisco Cabrillo —Las cicatrices de la libertad— no es una biografía al uso, sino un testamento liberal en forma de conversación. No se presenta como obra académica ni como panfleto político, sino como la crónica de una vida consagrada a defender, sin atajos ni concesiones, la libertad del individuo frente al poder del Estado.
Pedro Schwartz entendió desde joven que el pensamiento liberal no es una construcción abstracta, sino una vacuna civilizatoria. A lo largo del libro, repasa sus influencias (Popper, Robbins, Hayek, Berlin…), sus encuentros con figuras clave del siglo XX, y su paso por las instituciones, desde el Banco de España al Congreso. Pero lo más valioso no es el (extenso) currículum, sino la coherencia de una vida.
El título del libro no es retórico. Las cicatrices de Pedro Schwartz son reales: las de quien ha defendido el libre mercado cuando no estaba de moda; la tolerancia en tiempos de trincheras; el Estado de Derecho cuando arreciaban los populismos; el individuo cuando la tentación del colectivismo lo inundaba prácticamente todo. Esas heridas no se exhiben como medallas, pero tampoco se ocultan. Hay en Schwartz una mezcla de ironía británica y sobriedad centroeuropea que impide tanto la queja como la jactancia. Esa combinación le ha hecho incómodo: demasiado escéptico para los dogmáticos, demasiado liberal para los conservadores, demasiado riguroso para los políticos.
Este libro, que se lee como una conversación entre generaciones, permite además vislumbrar algo que rara vez se encuentra en nuestro país: una tradición intelectual liberal con vocación de permanencia. Porque si algo ha demostrado Schwartz a lo largo de su carrera es que no basta con tener razón; hay que saber explicarla. Y hacerlo con paciencia, con precisión y con elegancia. No para vencer al adversario, sino para convencer al escéptico.
En tiempos de revisionismo histórico y políticas de la emoción, Schwartz ofrece un recordatorio incómodo: que la democracia liberal no se mantiene sola, que los consensos fundacionales de la Transición eran frágiles, y que el Estado no es una encarnación moral, sino una herramienta que debe ser limitada. El autor denuncia con razón la pulsión iliberal del presente: la que utiliza el pasado como arma arrojadiza, la que convierte al adversario en enemigo, la que llama “derechos” a cualquier demanda y “democracia” a cualquier capricho plebiscitario. En ese sentido, su mirada crítica sobre el sanchismo actual y su instrumentalización de la historia no es una excepción en el libro, sino una advertencia con hondura filosófica: cuando la libertad deja de ser un principio y se convierte en un eslogan, las cicatrices vuelven a abrirse.
Las cicatrices de la libertad es también una invitación. A los jóvenes, para que se acerquen al liberalismo no como un sistema cerrado, sino como una tradición viva, profundamente humanista. A los mayores, para que no olviden que la moderación es revolucionaria cuando todo se radicaliza. Y al conjunto de la sociedad, para que entienda que no hay progreso sin responsabilidad, ni justicia sin ley, ni libertad sin límites al poder.
Este libro es también un acto de gratitud. Hacia un intelectual que ha sabido nadar contra corriente sin convertirse en un outsider. Y hacia una forma de entender el mundo que, sin estridencias, sin subsidios y sin aparatos, ha resistido precisamente porque no ha cedido.
Como dijo Lord Acton, “la libertad no es un medio para un fin político mayor. Es el fin político mayor”. En esa afirmación vive Pedro Schwartz. Y en este libro, su legado.
Sobre Albert Givernau
Doctor en Economía y profesor universitario. Ha formado parte del claustro de la Universidad Abat Oliba CEU y la Universidad de Barcelona. Ha participado en proyectos europeos como coordinador de la Cátedra Jean Monnet en Integración Fiscal Europea (EUFIS) de la UAO CEU. En su trayectoria profesional ha ejercido de asesor económico y de políticas públicas en el ámbito local. Colaborador en diversos medios de comunicación y uno de los impulsores del Club Tocqueville.