Identidad
Identidad
Fukuyama, Francis
25 de junio de 2024

Ed. Deusto, 209 pp. (2019)
Francis Fukuyama

Francis Fukuyama, politólogo norteamericano, actualmente profesor en la Universidad de Stanford, se hizo mundialmente famoso en los años noventa por su controvertida tesis sobre el fin de la historia. Su pensamiento se sigue siempre con atención porque genera controversia y debate. Identidad no es ninguna excepción. En este ensayo, cuya redacción surge, según reconoce el propio autor, tras la elección de Donald Trump como presidente de los EEUU y el triunfo del Brexit en el Reino Unido, Fukuyama se adentra en uno de los asuntos centrales de la política contemporánea: el declive de los fundamentos de la democracia liberal o, dicho de otro modo, la percepción creciente entre la ciudadanía de que la democracia liberal quizás no sea la mejor forma de organizarnos en sociedad. Una de las razones para explicar dicho declive es que nuestros sistemas políticos no han sabido dar respuesta adecuada a las demandas de reconocimiento de la identidad de cada ciudadano. Según Fukuyama, gran parte de lo que creemos que se produce por motivación económica en realidad está enraizado en la demanda de reconocimiento y, por lo tanto, no puede satisfacerse simplemente por medios económicos. En el libro, Fukuyama explica cómo el desconcierto respecto a la identidad surge como condición de la vida en el mundo moderno, pues la libertad y el grado de elección que existen en una sociedad como la nuestra pueden hacer que la gente se sienta infeliz y alejada de sus semejantes, añorando una comunidad y la vida estructurada que creen haber perdido. Para el autor la solución no pasa por políticas que valoran y ensalzan la diversidad y las minorías (que Mark Lilla había criticado, desde una óptica progresista, en su El Regreso Liberal), sino que se necesitan identidades más amplias e integradoras. Fukuyama nos anima a promover identidades nacionales de destino, basadas en el patriotismo y en los ideales fundamentales de la democracia liberal (Estado de Derecho, separación de poderes e igualdad ante la ley) y utilizar las políticas públicas para integrar a los recién llegados en esas identidades. La democracia liberal tiene su propia cultura, que debe valorarse más que aquellas culturas que rechazan los valores de las democracias constitucionales.

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