El oficial de marina norteamericana Alfred Thayer Mahan (1840 – 1914) expone sus teorías iniciales en su obra “Influencia del poder naval en la historia” publicado en 1890. Su teoría defiende que las naciones que sean capaces de dominar el mar tendrán el potencial para ser la potencia hegemónica de una región o incluso del orbe.
Esto es así puesto que controlar el mar es controlar el negocio mundial. Desde el comienzo de la historia gran parte del negocio internacional se ha realizado, se realiza y se realizará por mar. Según datos actuales de la ONU, hasta en un ochenta y cinco por ciento del total de mercancías por volumen métrico del mercado mundial se transporta a través de los océanos. Por lo tanto, el proceso lógico es tener una economía fuerte, que lleve a desarrollar una marina de guerra que permita controlar el negocio internacional y ganar la hegemonía.
La pregunta que sigue es: ¿cómo un Estado puede ser capaz de dominar los mares? Abarcar dicha superficie es un proyecto titánico que no está al alcance de ninguna potencia. Pero el mismo Mahan contesta a este punto especificando que dominar los océanos consiste en controlar los “hot points” o puntos calientes, es decir, las zonas geográficas por donde pasa el negocio marítimo, como pueden ser el canal de Suez o el estrecho de Malaca. Para conseguirlo se necesitan considerar cinco grandes características: geografía física, actitud emprendedora, interconexión estatal, mentalidad marítima y toma política de decisiones.
El carácter de geografía física hace referencia a los accidentes geográficos y la situación en el orbe. Mahan especifica que los países mejor dotados a este respecto son los grandes archipiélagos mono estatales, como Japón; o, en su defecto, aquellas naciones que tiene bajo su control muchos kilómetros de costa a dos o más mares, como EE.UU. o España. El mar actúa como defensa pasiva de estas naciones, pero lo que distingue y diferencia a los primeros frente a los segundos es su inexistente necesidad de estar vigilantes ante ataques terrestres de las naciones próximas a sus fronteras.
El segundo factor es una actitud comercial o emprendedora. Una sociedad que es capaz de buscar, encontrar y ejecutar aquellas oportunidades mercantiles de generar productos con valor añadido. Se desarrollarán entonces importantes flotas comerciales que deberán trasladar dichos productos por los puntos calientes del tráfico marítimo, lo que nos lleva a una sociedad consciente de la importancia del control de estos lugares y que solicitará a los gobiernos que se invierta en una marina de guerra.
Hace falta entonces una correcta y eficaz interconexión estatal entre el mar y los mercados e industria. Si primero debemos tener una economía y debemos exportar lo que se produce, el siguiente paso necesario es que los puertos estén conectados con la industria y el mercado. Para ello es clave tener eficientes nudos ferroviarios, autopistas y aeropuertos, sin olvidarnos de establecer unas garantías de protección a estas conexiones.
La existencia de una “mentalidad marítima” en la sociedad es clave y es el cuatro factor. La sociedad debe vivir pensando y viviendo del mar. Exportaciones, negocios, marinos, astilleros, etc. Una población que tiene “mentalidad marítima” aprecia la importancia del mar para la economía doméstica y es ella misma la que solicita que se realice una inversión en una marina de guerra que proteja sus intereses frente a terceros.
La toma de decisiones es el último punto clave. Se debe poseer un correcto proceso de toma de decisiones que en situaciones tensas este orientado a los objetivos últimos: fomentar el negocio internacional, favoreciendo especialmente a las multinacionales propias; y dominar los hot points.
España tendría la segunda mejor opción de geografía física puesto que cuenta con importantes costas en el mar Mediterráneo y el océano Atlántico, pero relacionado con el primer y último punto, la posesión inglesa de Gibraltar sigue siendo un impedimento para el completo dominio de las costas nacionales y del Estrecho mismo, como punto caliente que es.
Así mismo este Estado carece totalmente de una mentalidad marítima y comercial. Faltan políticas públicas que la promocionen desde los organismos estatales, como medidas relacionadas con la educación, los medios de comunicación o mayores incentivos fiscales para el fomento del emprendimiento y ayudas a multinacionales. Por otra parte, las tasas de emprendedores de 2022 fueron de un 6%, según datos del Observatorio de Emprendimiento de España. Es un porcentaje bajo, aunque, como punto a favor, el estudio también remarca que la tasa de cierres es baja.
Por ello, España debe empezar a desarrollar una mentalidad comercial que tenga al mar como principal activo. En el transcurso de ello se debe desarrollar una mentalidad política completa y coherente orientada hacia el fomento del negocio y el control efectivo de los puntos calientes, como el cercano Estrecho de Gibraltar, que permita el mayor florecimiento del mercado nacional y permita a la sociedad española ganar influencia política en la región mediterránea y europea.