Los juegos de John Nash
27 de julio de 2015
Por admin

En el mundo de la ciencia económica de nuestros días no resulta siempre fácil determinar quién pertenece o no a la profesión. John Nash ganó el Premio Nobel de Economía; pero si en alguna disciplina académica hubiera que situarlo, ésta sería la matemática. Lo que no ha sido obstáculo, desde luego, para que sus trabajos sobre teoría de juegos hayan influido de forma fundamental en el desarrollo de la teoría económica de las últimas décadas

Aunque la teoría de juegos había sido formalizada años antes por Von Neumann y Morgestern, el concepto de la teoría de juegos más utilizado por los economistas es el de equilibrio de Nash, que define una situación en la que ninguna de las partes implicadas en una determinada relación o mercado pueden mejorar su situación, dadas las estrategias de la otra parte. Es decir, en él se incorpora la idea de que todos estamos pendientes no sólo de lo que está sucediendo, sino también de las reacciones posibles a modificaciones de nuestra actual estrategia. Y son muchos los campos de la economía a los que este concepto se puede aplicar para obtener resultados interesantes.

John Nash tuvo siempre una personalidad extraña. Nacido en 1928, era a los veintidós años doctor en matemáticas por la Universidad de Princeton, que en aquella época tenía, seguramente, el mejor departamento de matemáticas del mundo. Su futuro parecía entonces prometedor. Con menos de treinta años era profesor de matemáticas en el MIT e investigador en la RAND Corporation, institución que llegó a concentrar muchas de las mentes más brillantes de los Estados Unidos en la década de 1950. El año 1958 marcó el apogeo de su prestigio, al ser uno de los candidatos con más posibilidades de obtener la prestigiosa medalla Fields, que finalmente no consiguió. Y resulta interesante señalar que, para lograr este objetivo, Nash dejó de trabajar en el tema por el que ha pasado a la historia de la ciencia –la teoría de los juegos – entre otras razones porque los matemáticos no parecían tener en especial estima esta teoría.

A partir de aquel momento, su suerte pareció cambiar, al serle diagnosticada una grave esquizofrenia, que arruinó su vida. A lo largo de los años siguientes, Nash pasó por un largo calvario de desequilibrios mentales, en el que se veía dominado por ideas absurdas de todo tipo. Internado en diversas ocasiones, en su propia casa otras veces, pasó muchos años fuera del mundo real y sólo empezó a recuperarse ya avanzada la década de 1980. Afortunadamente, en 1994 se encontraba lo suficientemente bien como para recibir el premio Nobel personalmente y hacer un digno papel en todas las ceremonias que acompañan la entrega. La mala fortuna de Nash no había terminado, sin embargo. Tras la curación, su lucha contra la esquizofrenia tuvo que continuar, ya que su propio hijo se convirtió también en víctima de esta enfermedad. Y, el pasado mes de mayo, un desgraciado accidente de tráfico terminó con la vida de Nash, una persona extraordinariamente inteligente, pero también extraordinariamente desdichada.

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