La prima de riesgo de un enfermo crónico llamado España
12 de marzo de 2015
Por admin

Nunca habíamos pagado intereses tan bajos por nuestra deuda y el Gobierno de turno corre a convencernos de que todo ha sido gracias a sus actuaciones. Partiendo de la base de que este Gobierno ha sido más bien el de las no-actuaciones, esta aseveración que oímos repetir ad nauseam debe ser objeto de análisis crítico. ¿Estamos saliendo de la crisis definitivamente y en unos años llegaremos a tasas de desempleo de país occidental y desarrollado (en vez de sufrir tasas de paro africanas) o esto es una pequeña mejora coyuntural dentro de una crisis sistémica, de una Gran Depresión a la que aún no se ha hecho frente con valentía y altura de miras?

En la escena final de Casablanca, Humphrey Bogart explica a Ingrid Bergman que “los problemas de tres pequeños seres no cuentan nada en este loco mundo”. Acostumbrados a recibir noticias que en su inmensa mayoría sólo atañen a nuestro país (o, en el caso de las regiones insurrectas, a un territorio aún más pequeño e irrelevante), es fácil que caigamos en el aldeanismo (exacerbado en el caso de dichas regiones) y olvidemos que España es tan sólo un pequeño ser en este loco mundo: nuestra población, PIB y capitalización bursátil suponen sólo el 0,6%, 1,7% y 0,8% del mundo, respectivamente. El efecto de esta pequeñez se multiplica como consecuencia de la dependencia mutua que ha traído la globalización, con lo que, en la medida de lo posible, debemos mirar al exterior para entender lo que nos ocurre. Asimismo, las estadísticas económicas calculadas y publicitadas siempre por parte interesada (es decir, por el poder político) adolecen casi siempre de ese cortoplacismo que se ha convertido en un verdadero signo de los tiempos. La coyuntura lo acapara todo, y la situación estructural se desdibuja en una cacofonía confusa de datos y cifras que van variando según interesa a los que mandan para alimento de ignorantes y desorientación de incautos, aturrullados por el efecto de la constante propaganda.

El motivo fundamental – y me atrevería decir que único – por el que la prima de riesgo española ha disminuido es la política del BCE y demás bancos centrales y la evidente burbuja de bonos soberanos que afecta en particular a la zona euro. Los gráficos del bono a 10 años italiano y español en los últimos 18 meses, por ejemplo, no son sólo similares: son calcados, idénticos, superponibles. En efecto, la prima de riesgo ha disminuido de forma completamente sincronizada en todos los países europeos. Además de los españoles, los bonos soberanos a diez años de la práctica totalidad de la zona euro, incluidos la rescatada Portugal (con un envidiable 13,5% de paro) y la caótica e ingobernable Italia (con un envidiable 12,6% de paro), pagan un tipo de interés inferior al de Canadá y EEUU. ¿Los países del sur de Europa estamos mejor que los EEUU? Y no sólo eso, sino que esos mismos países pagan mucho menos que cuando estaban menos endeudados: en el caso de España, pagamos hoy menos intereses con un nivel de deuda del 100% sobre PIB y déficit perpetuo que cuando teníamos superávit y una deuda del 36% del PIB. Luego, obviamente, algo raro pasa. Las políticas de los bancos centrales, completamente desquiciadas, han alimentado nuevas burbujas de activos por doquier, recreando la situación del 2007-08, y han desincentivado por completo a los gobiernos para adoptar medidas que, siendo extraordinarias para sus países en el medio plazo, podrían ser arriesgadas para sus pequeños y mezquinos cálculos electorales. En parte por este motivo y en parte por el carácter claramente anti-reformista del actual gobierno, cuyo mayor legado será el mayor nivel de deuda de nuestra historia, España está ahora peor preparada que hace cuatro años – y mucho peor que hace ocho – para afrontar la siguiente crisis financiera, tan insoslayable como la resaca que sigue a la embriaguez, tan inevitable como el fruto sigue a la semilla. Porque la economía española sufre una enfermedad crónica cuyos síntomas fueron enmascarados por la entrada en el euro y burbuja subsiguiente, puestos de manifiesto con enorme virulencia en la crisis financiera, y de nuevo ocultados por la acción irresponsable de los bancos centrales.

Desde la aprobación de la Constitución del 78 la tasa de paro media en España ha sido del 17%. Debemos entender que ningún país desarrollado y pocos países del mundo se acercan siquiera a esta cifra, aunque hagamos comparaciones homologables que tengan en cuenta estimaciones de la famosa economía sumergida, excusa habitual con que los políticos desacreditan la cifra de paro para justificar su ineptitud. Este mal dato resulta aún más preocupante si observamos los puntos de partida favorables con que contábamos entonces. La España de 1978 tenía una deuda pública sobre PIB que se situaba alrededor del 12% (frente a cerca del 100% actual), un nivel de gasto público de aproximadamente el 25% (frente al 44% actual) y un número de empleados públicos inferior al millón (la tercera parte que hoy en día). Por último, en 1978 más del 35% de la población española era menor de 21 años de edad y sólo el 15% tenía más de 60 años, mientras que hoy en día hay más mayores de 60 que jóvenes menores de 21 (fuente: Fundación Renacimiento Demográfico).

Es decir: en España se pagaban muchos menos impuestos, no existía la tiranía y el caos regulatorio autonómico que hoy nos asfixia, las cuentas públicas estaban saneadas como pocas en el hemisferio occidental y teníamos una sólida pirámide demográfica. Cabe añadir que a los españoles de antaño aún no les habían prometido que podrían vivir para siempre por encima de sus posibilidades, es decir, del dinero de otros, con unas pensiones “aseguradas” y unos servicios públicos a todas luces insostenibles, por lo que las expectativas creadas eran entonces mucho más bajas y realistas. Naturalmente, esto es una comparación parcial que obvia otros problemas que nuestro país arrastraba en el 78, pero tiene la ventaja de que, aun siendo parcial, incluye factores de enorme peso que son perfectamente cuantificables y comparables de forma homogénea. Por ejemplo, en mi opinión hoy nos enfrentamos a un nivel de incertidumbre y a una crisis política de magnitudes iguales o superiores a las de aquella época, pero ésta es una valoración subjetiva.

Dicho todo esto y dado que desde 1978 hasta el inicio de la crisis dos de cada tres empleos creados lo han sido en el sector público o en la construcción, cabe defender algo muy preocupante, esto es: o realizamos reformas estructurales, políticas, económicas y culturales profundísimas que a fecha de hoy, como al General Armada, ni están ni se les espera, o la tasa media de paro de los próximos 35 años será superior al 17%, lo que implicaría la suspensión de pagos y un retroceso de riqueza y bienestar medido en generaciones. Necesitamos más libertad y menos Estado, más responsabilidad individual y menos falsa “seguridad” social, más imperio de la ley y menos inseguridad jurídica, más verdad y menos mentira. Lamentablemente, parece que hace falta un verdadero milagro para que un responsable político en España piense así (o piense a secas).

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