Hayek contra Keynes
14 de julio de 2015
Por admin

A principios de la década de 1930, se debatía sobre si el economista más importante del mundo era Keynes o Hayek. Éste había nacido en Viena en 1899. En 1918, ingresó en la universidad de su ciudad natal, donde estudió Derecho y Economía. Entre 1927 y 1931, fue director del Instituto Austriaco de Investigaciones Económicas; y en 1931, se trasladó a Inglaterra como catedrático de la London School of Economics. Eran los años de la Depresión, frente a la cual los dos grandes economistas mantenían posiciones divergentes, con la opinión de los profesionales dividida con respecto a sus méritos.

Pero algunos años más tarde no cabía ya duda alguna. En 1936, Keynes había publicado su Teoría general, que se impuso de forma rotunda tanto en los ambientes académicos como en los políticos. La obra analítica de Hayek, en cambio, cayó en el olvido. Lo que en 1931 se consideraba un análisis innovador del ciclo económico, basado en la idea de que una política monetaria en exceso expansiva distorsiona los tipos de interés y la inversión y acaba generando una crisis, no pudo resistir los efectos demoledores para él de la Gran Depresión y, sobre todo, de la explicación keynesiana que aportaba un modelo basado en la insuficiencia de demanda, que abría el camino a políticas económicas centradas en un fuerte crecimiento del sector público y en el abandono de las reglas de la ortodoxia.

Tras fracasar en este gran debate, Hayek se fue apartando del análisis económico teórico, para convertirse en uno de los grandes científicos sociales de la segunda mitad del siglo XX. En 1944, publicó su libro Camino de servidumbre, en el que mostraba su preocupación por lo que consideraba una gran crisis de la sociedad occidental, que parecía entonces dispuesta a abandonar los principios básicos de la libertad para sustituirlos por los de un socialismo que acabaría destruyendo, en su opinión, los fundamentos mismos de la democracia. Y en 1947, fundó la Mont Pelerin Society, la sociedad académica más relevante para la defensa de los principios del liberalismo.

Como consecuencia de esta clara toma de posición, Hayek sería olvidado, cuando no ridiculizado, en un mundo en el que la convergencia de los sistemas capitalista y socialista era vista por muchos como la solución óptima para todo el mundo. Nuestro economista nunca se rindió, sin embargo. Y, con el tiempo, las cosas empezaron a cambiar. En 1974, fue galardonado, de una forma bastante inesperada, con el premio Nobel de Economía. Y años más tarde pudo aún ser testigo del hundimiento definitivo del sistema soviético, cuya incapacidad para resolver los principales problemas económicos y garantizar a sus habitantes unas condiciones de vida dignas, venía siendo anunciada por él mismo desde hacía décadas.

Cuando falleció, en 1992, el mundo era ya muy diferente. No sólo la fe en el socialismo había desaparecido; también los principios de la política macroeconómica keynesianas se habían desprestigiado. Y Hayek fue, sin duda, una de las personas que mayor influencia tuvieron en este cambio de mentalidad.

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