Ayer conocimos la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre de 2017. Los resultados han sido buenos y señalan, una vez más, que en este periodo la economía española avanzó a ritmos altos, tanto en términos de crecimiento económico como de empleo.
Según la encuesta, se produjo una reducción en el número de parados de 182.600 personas. Como consecuencia, la tasa de paro entre julio y septiembre de este año fue del 16,4%, inferior, por tanto, al 18,9% de los mismos meses de 2016. Además, es la menor tasa de desempleo desde el cuarto trimestre de 2008. España tiene ahora 3,73 millones de parados, aunque sigue siendo una cifra muy alta, es, sin embargo, el volumen más bajo de los últimos nueve años.
En cuanto a la ocupación esta aumentó, respecto al segundo trimestre, en 235.900 empleos registrando el mayor crecimiento en un tercer trimestre desde el año 2005. Así pues, sigue creciendo el empleo en España, pero, ¿se puede decir que lo hace en paralelo su calidad? Como en casi todo, la respuesta no es única, pero los indicadores parecen mostrar una mejora:
1. La mayoría de las personas que trabajan, el 86%, lo hace a tiempo completo. Una tendencia que continuó en el citado tercer trimestre, ya que la ocupación en este régimen creció (+380.200), mientras que la de tiempo parcial se redujo (-144.300).
2. El número de empleados con edades comprendidas entre los 16 y los 24 años se incrementó en 138.000 personas, mientras que el de parados bajó en 4.700. Como consecuencia, el paro juvenil, aunque siga en niveles elevados, ha disminuido hasta el 36%. Conviene recordar que hace un año, se situaba en el 42% y llegó al 57%, su cota máxima, en el primer trimestre de 2013.
3. También se redujo el número de hogares cuyos miembros están todos parados (-83.700); si bien continúa siendo una cifra elevada, 1,2 millones, es la más baja desde 2008.
LA ECONOMÍA SIGUE AVANZANDO
Así pues, es un hecho que aumenta la ocupación en España desde hace más de tres años, lo que es reflejo de que hasta ahora se ha producido un comportamiento ascendente de la actividad económica. Calculamos para el tercer trimestre, respecto al segundo, un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del 0,8%, consolidándose así la tendencia expansiva del ciclo económico. Un dato: en el año 2008 se alcanzó un PIB, algo inferior al que tenemos en la actualidad pero con 20,5 millones de ocupados. Ahora, en cambio, alcanzamos ese PIB, máximo histórico, con 19 millones de trabajadores; lo que indica que en estos nueve años se ha producido un cambio del modelo económico hacia sectores de mayor productividad.
Un mayor empleo (+522.000 más en los doce últimos meses) y más productivo supone una renta disponible de los hogares más elevada, lo que fortalece el consumo privado. Ante esta mayor demanda, las empresas están produciendo más y, por tanto, también necesitan invertir más, y de ahí que haya crecido la formación bruta de capital en el tercer trimestre. Esta mayor inversión ha generado un círculo virtuoso que ha hecho repuntar el empleo, el consumo y la producción.
SUBE LA TEMPORALIDAD
Desgraciadamente, a estos aspectos positivos hay que unir algunos datos desalentadores sobre el empleo en el tercer trimestre:
1. El empleo en el sector público se acrecentó en 58.300 personas, algo que se debería haber evitado. España alberga 3.062.000 empleados públicos, 108.300 más que hace dos años. Vamos en dirección contraria a otros países europeos que están intentando reducir, o al menos no aumentar, el número de empleados públicos como un instrumento necesario para reducir el gasto público y reducir el déficit público.
2. Los trabajadores eventuales aumentaron en 149.000, es decir, un 3,5% más, que en el trimestre anterior, mientras que los indefinidos lo hicieron solo en el 0,6% (+67.500). Este incremento de la temporalidad, la más alta desde el año 2008, está íntimamente ligada al espectacular crecimiento del empleo del sector servicios, que aumentó en el tercer trimestre en 236.400 personas animado por el aumento de las actividades sanitarias y las pujantes cifras del turismo de este verano.
Todo esto hace que la temporalidad del empleo en España se sitúe en el 27,4%, 2,4 puntos más que hace dos años, y la más alta desde el año 2008. Sigue, por tanto, repuntando en la fase expansiva del ciclo, después de haber descendido durante los años de la crisis, cuando, efectivamente, sufrieron mucho más los trabajadores provisionales que los que tenían contratos fijos. Así, en 2012, la temporalidad bajó hasta mínimos históricos del 23%. Con la información conocida ayer, desgraciadamente, España sigue liderando, a este respecto, los niveles de la OCDE y de la Unión Europea, donde la reactivación económica ha traído aparejado un descenso de la transitoriedad en el empleo.
CATALUÑA EN EL PUNTO DE MIRA
A estos aspectos negativos del mercado laboral hay que añadir los que se perfilan para este cuarto trimestre y en los primeros meses de 2018, con el conflicto por la soberanía de Cataluña que, desde el 1 de octubre, está afectando negativamente a las decisiones de consumo y de inversión.
El futuro del mercado laboral va a depender mucho del crecimiento económico que se genere en España, y éste va a ir ligado en gran medida a cómo se resuelva el proceso catalán. Por ahora resulta muy difícil cuantificar el impacto de esta perturbación, también porque no tenemos precedentes históricos que nos ayuden a predecir. Pero las casas de análisis y las agencias de calificación ya están advirtiendo de riesgos en términos de caídas en el crecimiento económico para toda España. A partir de este punto se abren dos escenarios:
a) Si la situación se radicaliza, con disturbios e inseguridad ciudadana, esto repercutirá negativamente en el PIB de España pero sobre todo en el de Cataluña. Probablemente se producirían más deslocalizaciones de empresas catalanas al resto de España y, por el camino, se perderían pedidos, con los consiguientes aumentos de desempleo, los cuales empezarán a notarse ya en este cuarto trimestre. Como es sabido, el comportamiento del mercado de trabajo siempre es lento y va por detrás de las variaciones económicas. Pero parece verosímil que muchas empresas que tenían planes de contratación laboral esperen a tomar decisiones hasta que se solucione el conflicto. Si se prolonga en el tiempo, aumentará la probabilidad de que la economía catalana colapse, lo que podría comportar un elevado número de despidos, aunque, por ahora, difícil de cuantificar.
b) Si, por el contrario, la situación tiende a una vuelta a la normalidad, la economía se irá encauzando y el mercado de trabajo seguirá creando empleo. Con ello, el impacto de estas turbulencias económicas no habría sido excesivamente grave.
Vistas ambas posibilidades, y las consecuencias económicas y laborales que comportarían, en manos de nuestros dirigentes está optar por la menos dañina para todos. ¿Cuál le recomendarían ustedes?