La Tasa Tobin acabaría con 80.000 empleos en España
1 de agosto de 2013
Por admin

El think tank Civismo se hace eco de la publicación de un preocupante informe de New Direction en el que se alerta de las nefastas consecuencias que tendrá la Tasa Tobin para Europa en términos de empleo. Para España, la aplicación de un impuesto sobre las transacciones financieras podría acabar con más de 80.000 puestos de trabajo.

El Impuesto sobre las Transacciones Financieras (ITF) en Europa, que se implantará en once países de la UE el próximo año, podría destruir hasta 640.000 puestos de trabajo, 81.000 en España, según un nuevo estudio, realizado por el think tank New Direction de Bruselas.

Este impuesto se está convirtiendo cada vez más en un asunto controvertido, con el gobierno de Reino Unido lanzando un desafío legal y el francés exigiendo cambios a gran escala a principios de este mes. Ahora, el estudio The Real Economic Impact of a European Financial Transaction Tax pone en tela de juicio el propio análisis de la UE. Considera que la Comisión hace oídos sordos a los efectos negativos de esta medida, centrándose únicamente en cómo gastarían el dinero recaudado (34.000 millones de euros) los países miembro.

“La Comisión Europea sabe que el Impuesto sobre las Transacciones Financieras causará graves daños económicos, sin embargo ha estado desviando la atención centrándose en las posibles salidas que se le podría dar a ese dinero”, dijo Tom Miers, director de New Direction.

La siguiente tabla, tomada del informe de New Direction, muestra el impacto de la tasa en términos de empleo:

 

La estimación está hecha a partir de los propios informes de impacto de Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea. En total, la Comisión espera obtener hasta 34.000 millones de euros con este gravamen, aplicando así una doble imposición a los capitales y creando un panorama tan hostil a la inversión que se esperan caídas de actividad del 75% en numerosos ámbitos del sector financiero.

Como la tasa actúa también en los bonos, las emisiones de deuda también se encarecerán (el informe habla de 3.800 millones más por este concepto). Como los bancos regionales de desarrollo también entran en la propuesta, esto encarecerá más aún la financiación del sector público.

ANALIZANDO LA TASA TOBIN

En verano de 2013 publiqué el siguiente artículo sobre la Tasa Tobin en el periódico La Gaceta y la web Negocios.com:

Algo va mal para los defensores de la Tasa Tobin si hasta Francia se plantea dar marcha atrás en la implementación de este tributo. Más concretamente, el Ministro de Economía del gobierno de Hollande ha señalado públicamente que este polémico impuesto “puede resultar perjudicial para el futuro industrial de la plaza financiera de París” pero también “para la financiación de la economía francesa”. Por eso, ha pedido a la Comisión Europea que recapacite sobre la conveniencia de impulsar este impuesto a las transacciones financieras.

Algo parecido ha expresado Carlo Cottarelli, Director del Fondo Monetario Internacional para Asuntos Fiscales. El economista italiano describió recientemente la Tasa Tobin como un impuesto “anticuado”, invitando a los líderes europeos a enterrar este gravamen en el baúl de los recuerdos tributarios.

Este repentino recelo ante el impuesto a las transacciones financieras empezó a cocerse en la segunda mitad de 2012, más concretamente en octubre. Entonces, el anuncio de adopción de este gravamen por parte del Ejecutivo francés hundió la compra venta de acciones más de un 15%. Las advertencias de unos pocos empezaban a hacerse realidad.
En España, el impacto estimado por la aplicación de este impuesto también habla de una caída del 15% en la negociación bursátil. Tanto el centro de investigaciones Open Europe como la analista de Renta 4 Natalia Aguirre estiman la caída de la negociación en más de 100.000 millones de euros. Ante semejantes perspectivas, el gobierno español ha expresado cada vez más reservas ante la llegada de este tributo.

Lo más triste del debate sobre la Tasa Tobin es que a menudo se basa más en la esperanza que la experiencia. A continuación expongo cuatro ejemplos:

1. En primer lugar, muchos partidarios de este gravamen lo defienden con argumentos recaudatorios, algo que la propia Francia puede desmentir a raíz de su experiencia en 2012, cuando los ingresos fiscales no llegaron ni a la mitad de lo previsto.

2. En segundo lugar, otros entusiastas de la Tasa Tobin afirman que sirve “para reducir la especulación”. Semejante argumento ignora que cualquier inversor puede recurrir a productos derivados para “replicar” el tipo de operaciones que intenta disuadir este impuesto. Los informes de la Asociación Francesa de los Mercados Financieros así lo confirman.

3. En tercer lugar, hay otro grupo de defensores de este tributo que creen que su implantación reduce la “volatilidad”. En realidad, esta cuestión quedó zanjada en 2004, cuando el Banco Central Europeo presentó un estudio encargado por el gobierno belga en el que explicó que la Tasa Tobin no tiene efectividad alguna en este sentido.

4. En cuarto lugar, encontramos los argumentos de quienes creen que gravar las transacciones financieras mina el “trading de alta frecuencia”. Para quienes expresan tanta preocupación por esta cuestión, no está de más recordar los trabajos de Jonathan Brogaard. En ellos comprobamos que este tipo de operaciones no diverge en gran medida del comportamiento de inversores centrados en un horizonte temporal menos cortoplacista.

Al margen de todo lo anterior, no faltan quienes defienden la Tasa Tobin como una medida que servirá para “controlar” al sector financiero sin dañar la economía real. Dicha postura ignora que, según la propia Comisión Europea, el PIB comunitario caerá un 1,8% si se aplica un tipo del 0,1% a las transacciones financieras.

Pero hay más razones de peso para oponerse a la Tasa Tobin. Por ejemplo, como ha explicado Thornton Matheson, “quienes sufren a largo plazo el impacto del impuesto a las transacciones financieras son los trabajadores”. Matheson ha destacado que este tributo “reduce la productividad y los salarios” y “distorsiona la economía, alimentando una incorrecta asignación de recursos”.

Por si no fuese suficiente, también conviene recordar el informe presentado por Oliver Wyman sobre este gravamen. Dicho estudio explica que aplicarlo en Europa asestaría un golpe especialmente duro “a fondos de pensiones, empresas y compañías aseguradoras, que se verían obligadas a traspasar buena parte de estos costes directos e indirectos a sus usuarios finales”.

Como ha explicado Magnus Wiberg en las páginas del Financial Times, “Suecia ya probó la Tasa Tobin en los años 80… y no funcionó. Aplicar este tributo en toda Europa es una decisión poco sabia”. Wiberg ha subrayado que la caída del beneficio medio en la Bolsa de Estocolmo superó el 60% entre las acciones más fuertes”.

El gobierno socialdemócrata del Reino escandinavo había proyectado que este tributo conseguiría una recaudación de 1.500 millones de coronas al año, pero los datos reales rebajaron esta cifra hasta los 50 millones. Ante este fracaso, el gravamen fue ampliado para incluir a los bonos, pero dichos intercambios se redujeron en un 85% y el aumento de la recaudación no llegó al 5% de lo esperado.

Lo que sí consiguió la Tasa Tobin es generar una fuga de inversiones de la que la City salió especialmente beneficiada. Entre 1985 y 1990, el 50% de la compra venta de acciones suecas se había desplazado a Londres. De hecho, abolir esta tasa en 1991 permitió que, en apenas un año, el mercado bursátil sueco subiese un 50%.

Wiberg ha señalado también que “los estudios sobre el efecto de esta tasa en Suecia coinciden en que redujo la liquidez del mercado, pero no su volatilidad”. Por último, también recuerda que el gravamen “es difícil de definir, poco útil en economías abiertas, ineficiente para generar recaudación tributaria…” por lo que apunta que “Europa debería aprender de Suecia” y abstenerse de mantener el impuesto a las transacciones financieras.

Blog de Diego Sánchez de la Cruz

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