La recuperación de la renta disponible de los hogares está impulsando un aumento más que proporcional de su gasto en consumo final. Más de las tres cuartas partes del presupuesto familiar, según cifras del INE, se emplean en cubrir los gastos de vivienda, seguidos de los de comida, vestido y calzado. El resto se reparte en otros gastos corrientes, entre los que se cuenta el de bienes y servicios culturales.
El Ministerio de Educación y Cultura señala que el gasto más importante de los españoles en cultura se destina a plataformas de televisión e Internet (47,9%), seguido del de libros y publicaciones periódicas (22,2%) y el de servicios como cine y teatro (16,3%).
En los últimos años, se ha producido un cambio trascendental en este mercado: antes, la principal vía de consumo de cultura era el soporte analógico y en vivo, mientras que, ahora, casi la mitad de estos contenidos son digitales, auspiciados por una potente industria que controlan los operadores de telecomunicaciones y las multinacionales de televisión y cine. La penetración de plataformas tecnológicas, con productos estrella, como las series de Netflix o HBO, provocará un desplazamiento aún mayor de la demanda cultural, más acorde a los gustos de los jóvenes. Ahora se lee menos que cuando las pantallas no existían en los hogares.
Lo más llamativo es la diferencia en el gasto en bienes culturales por regiones, tanto por persona en 2016 como en el porcentaje sobre el total del presupuesto familiar. Con datos de la última Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, se observa que el gasto se concentra en cuatro regiones que se sitúan muy por encima de la media, mientras que este porcentaje decrece sustancialmente conforme nos alejamos de estos territorios, con independencia de su nivel de vida o renta per cápita.
Así, Canarias (2,55%), Aragón (2,47%), Navarra (2,41%) y la Comunidad Valenciana (2,31%) son las regiones que más gastan en cultura sobre el presupuesto familiar, mientras que Extremadura (1,60%) es la que menos, seguida de Galicia (1,90%) y el bloque de regiones ‘ricas’, como País Vasco, Cataluña y Madrid. A diferencia de la estadística publicada por el Ministerio –donde no está corregido el ‘efecto capitalidad’ de Madrid, con un gasto per cápita de 357,20 euros– poner el dinero empleado en cultura en relación al gasto total de una familia ayuda a discernir las preferencias por estos bienes de los hogares españoles.
Es significativo ver cómo Aragón y Navarra son la segunda y la tercera en el ranking de porcentaje sobre presupuesto familiar, y que también lo son en el de gasto nominal per cápita. Por consiguiente, no se trata tanto de una cuestión de alto poder adquisitivo, sino de preferencia entre unos bienes (los culturales) frente a otros de la cesta de la compra. En este punto se tiene que concentrar la política de fomento de la cultura, considerándola no como una industria extractiva de rentas como ahora (en forma de subvenciones, tratos de favor o precios fijados), sino orientada a crear unas condiciones favorables para hacer productos culturales de calidad y competitivamente financiados.