Un mundo más civilizado
23 de julio de 2020

No cabe duda de que la humanidad comete, una y otra vez, las mismas equivocaciones. Pero es importante señalar que también es capaz de corregir errores y mejorar las cosas. Una prueba de ello la encontrarnos en el diferente trato que se dio a los países vencidos en las dos grandes guerras mundiales. Si las condiciones a las que se sometió a Alemania a partir de 1919 sentaron las bases de un nuevo enfrentamiento armado, las políticas aplicadas a partir de 1945 contribuyeron, en gran medida, a la reconstitución de las naciones derrotadas y a garantizar una colaboración internacional -al menos en una parte del mundo- que a todos acabaría favoreciendo. En un planeta dividido en dos grandes bloques antagónicos, Japón e Italia se convirtieron en miembros activos de la alianza occidental; y cada uno de los dos Estados alemanes nacidos en 1949 desempeñó un papel relevante, uno en occidente, el otro en la zona de influencia soviética. Al menos, los tres Estados alineados en el lado occidental se convirtieron pronto en países de éxito desde el punto de vista económico, lo que fue un factor fundamental para conseguir la superación de los viejos enfrentamientos.

Al mismo tiempo, se diseñaron instituciones multinacionales dirigidas no sólo a reducir la probabilidad de nuevos conflictos bélicos, sino también a una mejor gestión de las relaciones económicas internacionales. En 1945, los dirigentes políticos más sensatos eran conscientes de los lamentables efectos que habían tenido las políticas económicas nacionales aplicadas en la década de los años treinta, que hundieron el comercio internacional y agravaron la depresión, con los efectos sociales que esto tuvo en todos los países. Y a evitar algo similar dedicaron sus esfuerzos. Las Naciones Unidas, una organización en cierto modo heredera de la antigua Sociedad de Naciones que debería ser el centro de la colaboración política entre los Estados fue, casi desde su nacimiento, un lugar de enfrentamiento entre el bloque occidental y el bloque soviético. Pero el Acuerdo general sobre Aranceles y Comercio (GATT) y el Fondo Monetario internacional (FMI) ayudaron a evitar las estrategias proteccionistas y a crear un sistema monetario internacional estable, que fueron elementos relevantes en el fuerte desarrollo que experimentó el mundo occidental en los años de la posguerra.

También se procuró avanzar en el reconocimiento internacional de los derechos humanos. En este sentido, un hecho significativo fue la celebración de los juicios de Nuremberg (1945-46), en los que se procesó a numerosos dirigentes alemanes por haber cometido crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Si se analizan estos procesos, con la objetividad que permiten los casi setenta y cinco años transcurridos desde entonces, se puede llegar a algunas conclusiones interesantes. La primera es que muchos políticos, militares y burócratas alemanes prestaron su colaboración, con mayor o menos entusiasmo, en acciones horrendas, que tuvieron consecuencias trágicas para millones de personas. Toda guerra tiene aspectos terribles; pero lo que ocurrió en los campos de exterminio superó todo lo imaginable. Pero los juicios plantean muchas dudas en otros aspectos. La más importante es que algunos de los actos por los que fueron condenados los acusados nazis fueron cometidos también por las potencias vencedoras que se sentaban como jueces en los tribunales. ¿Fue culpable el gobierno alemán de una guerra de agresión al atacar a Polonia en septiembre de 1939? Sin duda. Pero también lo fue la Unión Soviética que había pactado con Alemania el reparto de Polonia. Y había jueces soviéticos en los tribunales. ¿Fue el gobierno alemán responsable de bombardear a civiles indefensos? Sin duda. Pero también lo fueron -y en un grado mucho mayor- los gobiernos norteamericano y británico. Y Estados Unidos y Gran Bretaña actuaron como jueces en los tribunales. ¿Fue Alemania responsable de determinadas prácticas eugenésicas rechazables como la esterilización forzosa de deficientes físicos o mentales? Sin duda. Pero algunas de esas prácticas estaban reguladas por diversas leyes en Estados Unidos y habían sido avaladas por su Tribunal Supremo. Y hubo jueces norteamericanos en los tribunales que juzgaron estos delitos.

La herencia más importante de los juicios no fueron las condenas y las ejecuciones que en ellos se decidieron, sino la creación de una conciencia universal de que existen determinadas prácticas que son inaceptables en cualquier circunstancia; y que la guerra, por terrible que sea, no puede servir de coartada a comportamientos contrarios a los principios fundamentales de una sociedad civilizada. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, ciertamente. Pero es evidente que algo hemos avanzado.

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