Todavía hay tiempo para pensar
28 de enero de 2020

La actualidad política y mediática no siempre coinciden, como tampoco lo hacen sus agendas, hasta el punto de que, en multitud de ocasiones, la primera trata de escribir el guion y los tiempos de la segunda, y viceversa. Al constructo de realidad que reflejan los medios me refiero. Se trata de la cosmovisión que la amplia mayoría de estos nos intentan transmitir, que no es sino una distorsión (en el mejor de los casos) de la actualidad, en un sentido y con unos tintes cuasi-apocalípticos, a lo que contribuye la velocidad frenética que le imprimen.

Por este motivo, creo indispensable hacer una pausa, aunque sea breve, pues sucumbir a los tiempos que otros nos marcan resulta verdaderamente tentador, por ser lo fácil. Con este espíritu, ayer presentamos en la Fundación Civismo el libro de Robert Sirico, presidente y fundador del Acton Institute, “En defensa del libre mercado”. La obra viene vertebrada por un sólido argumento, basado en principios morales que rijan (también) la esfera pública, para la defensa de una economía libre. A la vista de la coalición socialista-comunista que hoy gobierna en España, sin duda constituye un auténtico soplo de aire fresco.

El libro, que no pretende efectuar recomendaciones de políticas públicas concretas, sí pone sobre la mesa argumentos de relieve que ponen de manifiesto una visión del mundo, del Estado, y del hombre muy diferente a los criterios que emplean nuestros gobernantes, quienes aspiran a agigantar la dimensión y poder de “lo público” hasta límites insospechados, así como a coartar la libertad individual, como consecuencia inevitable de lo anterior. El escaso mes que ha transcurrido desde la formación del Gobierno da fe de ello. El aumento del sueldo de los funcionarios, del salario mínimo interprofesional, la polémica del pin parental en torno al papel de las familias y del Estado respecto a la educación de los hijos, y la más que probable subida fiscal constituyen solo algunos ejemplos.

Sin embargo, los argumentos del libro, o su lectura y comprensión, del todo recomendables (especialmente en nuestra sociedad actual), no suponen el final del trayecto. Muy al contrario, lo verdaderamente relevante fue dedicar un breve espacio de tiempo a abordar las ideas que dispone Robert Sirico en su obra, y hacerlo desde una perspectiva crítica y saludable. Mejor dicho, crítica ergo saludable. En nuestro país, no solo brilla por su ausencia la convicción (ni tan siquiera sospecha) de que una sociedad en libertad (educativa, ideológica y, por supuesto, económica) es superior tanto instrumentalmente —ya que trae consigo una mayor prosperidad económica—, como moralmente, por cuanto respeta mejor la dignidad humana. También se observa un enorme espacio vacío donde habría de existir el diálogo, la reflexión, el debate. Un sueño feliz en la España cainita de hoy y de (casi) siempre.

Hay quien bautiza a esta época como la era de la desinformación. Sin embargo, quizá habría de catalogarse como la de la opinión. En algunas ocasiones, formada o informada; en otras, desinformada, o directamente falaz. Pues bien, aboguemos por una sociedad que se caracterice en mayor medida por lo primero y no por lo segundo, aunque suponga un esfuerzo. Lo crean o no, sigue habiendo tiempo para pensar.

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