Sin reformas ya no hay rock & roll
7 de octubre de 2019

La palabra desaceleración es voz pópuli en los mentideros económicos de medio mundo. Hasta ahora, eran China y Europa los que penalizaban el crecimiento mundial. Sin embargo, los últimos datos señalan hacia Estados Unidos y su evidente evolución a la baja. Un entorno repleto de incertidumbre económica, en el que, además, durante el mes de septiembre se han sucedido los primeros episodios de falta de liquidez en los mercados de crédito interbancario. Me refiero a las subastas a muy corto plazo del BCE (TLTRO-III) sin demanda, o a la presión al alza de los tipos de interés efectivos en Estados Unidos, que han obligado a la FED a inyectar masa monetaria para mantenerlos en la banda.

Hasta ahora, España parecía inmune a este fenómeno. El análisis económico se debatía entre los datos de PIB, que mantenían un ritmo de crecimiento loable; y los indicadores adelantados de la economía real, que dibujaban un panorama más negativo.

Los últimos datos de Contabilidad Nacional, publicados por el INE, reducen esta brecha y arrojan un mensaje inequívoco: la economía española está inmersa en un proceso de desaceleración económica que empeora.

Nuestro país creció un 2% en el segundo trimestre de 2019 con respecto al mismo período de 2018. Se trata del menor ritmo desde el año 2014.

El análisis por componentes refleja una debilidad notable en la demanda interna, compensada parcialmente por el sector exterior, y un sector público que es el principal motor de la economía española.

El gasto en consumo final de los hogares cae 1,5 puntos porcentuales, hasta un crecimiento del 0,6%. Esta caída también es pronunciada con respecto al primer trimestre del año, lo cual podría estar reflejando un empeoramiento en la desaceleración doméstica. Las importaciones, por su parte, concatenan tres trimestres consecutivos con tasas de crecimiento interanual negativas, con un dato para el segundo trimestre del -0,7%, que contrasta con un incremento que superaba el 6% en el segundo trimestre del año pasado. 

No en vano, la demanda doméstica aporta solamente 1 punto porcentual al crecimiento del PIB, frente a los 3,1 que aportaba en el segundo trimestre de 2018.

Las exportaciones, por su parte, repuntan ligeramente con respecto al primer trimestre, aunque continúan lejos del crecimiento del 3,1% del año pasado. Solamente el gasto en consumo final de las administraciones públicas incrementa su ritmo de crecimiento interanual en 5 décimas, hasta el 2,2%. El carácter extraordinario de este dato, en un contexto de elecciones generales y autonómicas, es evidente.

Por último, el análisis por sectores refleja un sector industrial en recesión técnica (concatena tres trimestres con tasas de crecimiento interanual negativas), un sector primario que arroja su primer dato de crecimiento negativo, y un sector servicios que crece a un ritmo considerable (2,8% interanual), aunque con una ligera tendencia a la baja.

Volver a una senda de crecimiento pasa por recuperar una agenda decidida de reformas estructurales y devolver al país la competitividad que estamos volviendo a perder. España, tradicionalmente, entra a las crisis más tardes que sus socios europeos, pero con más fuerza. Es hora de asumir el reto de evitar males mayores esta vez.

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