Schumpeter y el desarrollo del capitalismo
9 de julio de 2015
Por admin

¿Es posible ser catedrático de Economía y vivir como se supone que debería hacerlo un caballero? Pocos economistas –y sobre todo pocos catedráticos– piensan en la actualidad que esto puede conseguirse; pero intentar hacer compatibles ambas cosas fue algo que siempre estuvo en la mente de uno de los economistas más originales e importantes del siglo XX: Joseph Alois Schumpeter.

La vida de nuestro personaje pasó por vicisitudes muy diversas. Nacido el año 1883 en Triesch (Moravia), entonces parte del Imperio Austro-Húngaro, estudió Derecho y Economía en Viena. En 1907 fue a Inglaterra a ampliar estudios y allí se casó con una mujer bastante mayor que él. La nueva pareja marchó pronto a Egipto y allí Schumpeter ejerció como abogado en el Tribunal Internacional de El Cairo. De regreso a Europa, fue catedrático en Austria antes del estallido de la guerra. Y en los años que siguieron al conflicto fue, durante algunos meses, ministro de Hacienda, banquero y, por fin, catedrático en la universidad de Bonn.

En 1932, se trasladó a Estados Unidos como catedrático de Economía de la Universidad de Harvard. Allí rehizo su vida y se casó (era ya su tercer matrimonio) con una economista norteamericana, Elizabeth Boody, quien años más tarde editaría y publicaría el libro inacabado al que Schumpeter había dedicado mucho tiempo a lo largo de sus últimos años, la monumental Historia del análisis económico. La obra científica que desarrolló en aquellos años fue realmente impresionante. Su visión de la economía iba más allá del estudio de problemas específicos y construyó una de las últimas grandes teorías sobre el desarrollo del capitalismo. Su conclusión no era optimista para alguien que realmente admiraba este sistema económico. En su opinión, el capitalismo se basaba en un proceso de destrucción creativa, en el que la innovación desempeñaba un papel fundamental. Pero creía que el capitalismo acabaría desapareciendo, víctima de su propio éxito, ya que la gran empresa, como organización, podría acabar asumiendo las funciones del empresario innovador, figura que, para él, constituía el elemento clave para explicar el progreso económico del mundo occidental a lo largo de la historia.

No es fácil situar la obra de Schumpeter en la historia de las doctrinas económicas. Aunque se formó en Viena, no perteneció a la escuela austriaca de economía; y su capacidad para hacer compatible el interés por los grandes sistemas explicativos de la historia económica con un firme apoyo a la aplicación de métodos estadísticos y su admiración por el modelo matemático de equilibrio general de Walras lo sitúan en una línea de pensamiento particular, que encontraría pocos seguidores entre los economistas de generaciones posteriores.

Falleció Schumpeter en 1950. En sus últimos años, le gustaba decir que su vida había tenido tres objetivos principales: ser el mejor economista del mundo, ser el mejor jinete del mundo y ser el mejor amante del mundo. Y añadía que sólo había conseguido dos; pero nunca dijo en cuál de estos propósitos había fracasado. Sesenta y cinco años más tarde seguimos sin saberlo.

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