Robert Sirico: «El libre mercado, al permitir la prosperidad, hace más por los pobres que el Estado»
23 de febrero de 2020

El sacerdote estadounidense Robert Sirico, presidente del Acton Institute y párroco de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Grand Rapids (Michigan), estuvo recientemente en España para la presentación de su libro En defensa del libre mercado. Con tal ocasión fue entrevistado por José María Ballester Esquivias, de cuyo perfil en Facebook tomamos este texto, publicado de forma abreviada por Alfa y Omega:

En aquella convulsa época de finales de los sesenta y principios de los setenta, Robert Sirico cedió a los cantos de sirena del idealismo progre -en su caso, la “Nueva Izquierda” norteamericana, de devastador recuerdo- creyendo que era el camino más adecuado para la aliviar la existencia de los más vulnerables, de modo especial para los más vulnerables. Estaba convencido de la necesidad de secuestrar la riqueza para posteriormente redistribuirla. Es decir, la receta clásica de la socialdemocracia.

Hasta que a través de un amigo conoció a una persona de ideas contrarias que le animó a “aprender algo más” y le prestó unos cuantos libros. Siguió el consejo y acaeció la primera de sus dos conversiones definitivas: la política.

“Entendí que la riqueza no era un juego de suma cero. No era solo una tarta que había que dividir, sino que era dinámica y que podía crecer”. De ahí llegó a la conclusión de que el beneficio no solo no era malo, sino que era necesario para sostener la vida, y también de que no bastaba con albergar buenos sentimientos hacia los pobres.

“Si uno quiere que coman, hay que saber producir alimentos. Y al haber muchos pobres, hay que desarrollar ese sistema a gran escala”. Ya estaba convencido de las virtudes del libre mercado.

Su segunda conversión -la vuelta al redil de la Iglesia- tardaría algo más y también se produjo a través de un encuentro fortuito. Esta vez fue un sacerdote que se presentó en su casa de Los Ángeles y al que reveló su deseo de confesarse, sacramento con el que Sirico, bautizado católico –es de ascendencia italiana por los cuatro costados- no cumplía desde hacía trece años. “Lo primero que hizo”, recuerda Sirico con sorna, “fue mirar su reloj”. Pero se confesó y retomó la costumbre de asistir a la Misa dominical.

Más adelante, mientras ampliaba su formación académica otro sacerdote le sugirió la ordenación. Sirico le puso al tanto de su pasado alejado de la Iglesia. Respuesta: “Lea las Confesiones de San Agustín”. Lo que hizo. E ingresó en el seminario, lugar en el que afianzó su vocación al tiempo que se topó con un pensamiento político-económico similar al de la Nueva Izquierda, “que esta vez estaba ‘bautizado’ y disponía de una ‘teología de la liberación’”.

-Eso le impulsó, ya como sacerdote, a fundar en 1990 el Instituto Acton, así nombrado en memoria del ilustre católico inglés.

-Deseaba mostrar que había una vía alternativa en Teología, Religión y compromiso social; y que el amor por los pobres no tiene por qué plasmarse a través de perspectivas económicas socialistas. Y fundé el Instituto al tiempo que realizaba mi labor pastoral: mis superiores no me permitieron estudiar Económicas.

-Representa una línea nítida dentro del pensamiento social cristiano. Hay muchos otros que piensan de otra forma.

-Por supuesto. La economía y el compromiso social no son doctrina de fide. Son aplicación de la doctrina. De ahí que exista un amplio espacio para su aplicación prudencial.

-Acepta que su línea no es doctrina de fide.

-San Juan XXIII decía que los católicos ”pueden tener opiniones distintas en estas materias y seguir siendo buenos católicos, siempre que respeten al prójimo en el debate”.

-Por lo tanto es consciente de que sus ideas generan controversia.

-Sí, claro. Y me gusta la controversia porque me gusta el debate. Intento ser respetuoso en el debate y me interesan las opiniones ajenas. Eso sí, tengo las mías. Si debato con un socialista que es buen católico, que cree que las doctrinas de la fe, en la dignidad de la vida humana y en la santidad del matrimonio no es lo mismo que en un defensor de libre mercado que no cree en ello. El socialista es un hermano de la Iglesia; con el defensor del libre mercado, solo tengo convergencias en materia económica, pero no espiritualmente. Y deseo que mis amigos de la “izquierda eclesial” se comporten de la misma forma conmigo: piensan que el socialismo o las ideas redistributivas –no sé si utilizan el mismo término en España– es doctrina de fide de la Iglesia. Y no lo es.

-Vayamos a su pensamiento. ¿En qué consiste la defensa moral del libre mercado?

-Diría que hay mayor posibilidad de practicar la virtud en una sociedad libre que en una socialista, porque disponemos del derecho de propiedad, que forma parte de las enseñanzas de la Iglesia, de la oportunidad de ser creativos y de dinero para ayudar a otras personas. Sin olvidar el hecho de que la dignidad de la persona humana, en su expresión económica, será más respetada en una sociedad que permite el libre funcionamiento de los mercados. Una sociedad socialista debilita el derecho de propiedad y entorpece la capacidad de cada persona para desarrollar sus iniciativas libremente. Churchill tenía una frase muy significativa al respecto.

-¿Cuál?

-“Según el socialismo de los primeros cristianos, lo que es mío, es tuyo; mientras que según el socialismo actual, lo que es tuyo es mío”. ¡Eso no es cristianismo! El cristianismo es compartir. El Evangelio nos pide ser generosos. En la parábola del Buen Samaritano actúa la virtud personal, no el Estado.

-Sigamos. ¿Cómo compatibiliza la “opción preferencial por la libertad” con la «opción preferencial por los pobres»?

-Si se quiere tener una opción preferencial por los pobres, se necesita libertad para ayudarles. No puedo ser generoso si no tengo recursos y si no hay propiedad privada, porque no puedo serlo con la propiedad ajena: no sería «mi» generosidad para amar a los pobres. También significa ser solidario con los necesitados: un rico puede ser muy generoso con los pobres. Y a nivel institucional, el libre mercado, al permitir la prosperidad, hace más por los pobres que el Estado.

-¿Por qué?

-Porque el Estado solo puede usar dinero que ya ha sido creado, cosa que en una sociedad libre solo pueden hacer las personas. Si se combinan el hecho de generar dinero con la opción preferencial por los pobres, se puede hacer mucho más que el Estado.

-¿Niega cualquier legitimidad al Estado?

-Por supuesto que no. San Pablo dice que Dios designa al Estado para gobernar. El problema es el tamaño del Estado y los límites de su intervención. No soy un anarquista y creo en la legitimidad de los gobiernos, pero hemos cometido el error en la sociedad de otorgar la primera opción al Estado. Es una violación del principio de subsidiariedad, cuyo escepticismo se proyecta hacia el Estado, no hacia la sociedad libre.

»De ahí que el protagonismo deba corresponder a los actores no estatales, como las familias; son los que han de ejercer de cuerpos intermedios. Se debilitan cuando el actor principal es el Estado. Si éste se convierte en la primera opción, cuando la gente necesite alimentos, asistencia médica, vivienda o ayuda en la lucha contra las drogas, tenderá a expulsar al resto de actores. Lo explicaba Benedicto XVI en Caritas in Veritate: el Estado que hace todo, regula todo y suministra todo, terminará prescindiendo del hombre.

-En esa encíclica, el hoy Papa emérito también abogaba por la economía del don, no solo la del mercado.

-Sí, pero bajo el principio de subsidiariedad, por lo que el actor principal ha de ser la sociedad generosa; la economía del don es la del “No-Estado”. El Estado ha de ser un sustituto y un garante en caso de emergencia.

-En Europa se está viviendo una situación de emergencia…

-…creada por el Estado.

-El desempleo vuelve a alcanzar cotas máximas y las personas están acostumbradas a beneficiarse de la protección del Estado. ¿Cómo se les convence, ahora que se quedan hasta sin vivienda, de que la solución consiste en crear su propio negocio?

-Déjeme trazar una analogía: cuando una persona viene a verme y me dice: “Necesito mis drogas para vivir; porque si dejo de usarlas, sufriré privaciones, sudaré, enfermaré, sentiré que me muero”, ¿qué le digo a esta persona? ¿“Bueno, le daremos más drogas?” ¿O le decimos: «No, tienes que dejar las drogas, porque son el problema”? En las sociedades socialistas nos hemos convertido en adictos al Estado.

-Permítame insistir en el desempleo.

-Es verdad que el nivel de desempleo es muy alto. Desconozco los niveles de inflación en Europa, aunque imagino que no son buenos. Es difícil empezar un negocio en Europa. Es costoso, no solo por los costes directos, sino también por los indirectos, generados por una regulación que indica los requisitos para abrir una tienda, a quién se puede contratar o cuándo se puede echar a la gente si no rinde. Todo esto afecta a la creatividad de las personas. Si digo a alguien que necesitamos más intervencionismo estatal para poder hacer todo esto, es como darle más heroína para que se sienta mejor.

-Ese es el diagnóstico. ¿Cuál sería el remedio?

-Educar a la gente para que diga: “Es culpa del Estado si no se puede abrir un negocio, debido a tantas regulaciones, impuestos, trabas que oprimen nuestra creatividad. Y de manera que no podéis ni imaginar”. La consecuencia de la situación actual es que la gente ni siquiera piensa en ideas nuevas.

-¿Es usted consciente de que se necesitarán dos generaciones, por lo menos, para que se produzca ese cambio de mentalidad?

-Varias generaciones, probablemente.

-Y que no se pueden imponer cambios de un día para otro.

-Es cuestión de prudencia y no pretendo decir lo que hay que hacer en España, porque no la conozco bien. Solo he estado tres veces en mi vida. Sería presuntuoso por mi parte. Incluso ni en Estados Unidos me atrevería a decir lo que hay que hacer. Eso es cosa de los políticos. Lo mío es enseñar y destacar los principios morales, que son el de subsidiariedad y el de solidaridad.

-¿En qué pasajes del Evangelio basa sus teorías?

-¡En muchas! Échele un vistazo. Le voy a dar un par de ejemplos: el Buen Samaritano –que ya he mencionado– y la Parábola de los Talentos. ¿La conoce?

-Sí, claro.

-El amo confía su riqueza a los sirvientes. El más productivo es el que más recibe. Y la parábola del Buen Samaritano es la parábola de la solidaridad: el samaritano actúa en nombre del hombre y garantiza su bienestar cuando sale afuera. ¡Y es un comerciante que sale a hacer negocios! Como dijo una vez Margaret Thatcher: “Nadie se acordaría del Buen Samaritano si lo único que tuviese fueran buenas intenciones. ¡También tenía dinero!» Estos dos ejemplos del Evangelio nos indican que por qué hay que ser productivo y generoso.

-Algunos le acusan –y también a su fallecido amigo, el profesor Michael Novak– de estar “protestantizados”.

-No. Son los protestantes los que están “catolicizados”. Los primeros que relacionaron a la teología con el libre mercado fueron los muy católicos escolásticos de Salamanca Francisco Suárez y Juan de Mariana. Es un escándalo que los españoles no lo sepan y no lo reconozcan. Fueron ellos los que acuñaron esas ideas y no los protestantes.

-El Evangelio también dice que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de los Cielos.

-¡Es la tercera vez que me preguntan esto hoy! Siempre le pregunto a la persona que me lo pregunta: ¿cómo termina este pasaje? ¿Cómo termina la historia? ¿Cuál es esa la última línea de esa historia? Nadie responde a esa pregunta y es la clave de todo. Así que volvamos.

-Adelante.

-La objeción es, dice Jesús, que es más difícil para un hombre rico entrar al cielo que para un camello pasar por el ojo de una aguja. ¡Como si fuera demasiado difícil para un rico entrar al cielo! Con los hombres, es imposible. ¡Pero con Dios, todo es posible! En otras palabras, por supuesto que no puedes «comprar» el cielo.

-Entonces…

-…quiero ser muy claro: no estoy diciendo que tener éxito en el libre mercado sea una prueba de santidad. Eso se llama «Evangelio de la prosperidad» y es una herejía. Es la otra cara de la herejía de la teología de la liberación. La teología de la liberación dice que si eres pobre, entonces eres santo; y si eres rico, eres pecador. El evangelio de la prosperidad dice: «Si eres rico, eres bendecido por Dios, eres un santo; y si eres pobre, entonces no has hecho lo que Dios te ha pedido».

-¿Cuál es, por lo tanto, la respuesta católica?

-El hombre rico no fue al infierno porque era rico, sino porque era orgulloso. El pobre no fue al cielo porque era pobre, sino porque era humilde. Esa no es mi respuesta. Es de San Agustín. Lo dijo en una homilía. Esa ha sido la respuesta durante todos estos años.

-Terminemos con otra polémica que no cesa: el liberalismo económico y el político, según el Syllabus, son pecados.

-Distinguiría es el liberalismo filosófico del liberalismo económico y político: el liberalismo filosófico y teológico es una forma de relativismo. El liberalismo económico y político simplemente pone el acento en la libertad como fin de la política: queremos crear una sociedad lo más libre posible, con el menor gobierno posible.


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