¡Queremos más paro!
10 de junio de 2019

No sé qué tendrá Pablo Iglesias contra los trabajadores españoles, en especial los de ingresos más modestos, pero algo importante debe de ser cuando está dispuesto a mandar al paro a miles de ellos con sus propuestas de reforma del mercado de trabajo. La última ha sido reducir la jornada laboral máxima a 34 horas por semana, sin que los salarios se modifiquen. Como un empresario comentó al escuchar la propuesta, habría que preguntarle por qué a 34 y no a 24, por ejemplo.

Creo que la sociedad española (y en especial quienes defienden este tipo de medidas) deberían ser conscientes de que lo que importa realmente para generar empleo no es el número de horas que una persona determinada dedique a la empresa, sino la productividad y el coste por hora trabajada. Y lo que la propuesta de Iglesias supone es nada menos que una subida salarial del 17,64% para quienes tienen en la actualidad una jornada de 40 horas semanales, y de un 11,76% para quienes trabajan, por ejemplo, 38 horas. ¿Qué economía soportaría semejante incremento sin ajustar a la baja su nivel de ocupación?

Y para el segmento de los trabajadores de ingresos más reducidos, Iglesias tiene pensada otra medida brillante: elevar otra vez el salario mínimo, que ya subió a principio de año un 22%. Su plan consiste en un nuevo incremento, esta vez de un 33%, que lo dejaría en 1.200 euros al final de esta legislatura, 300 euros por encima de los 900 actuales. Si hacen ustedes
números verán que la combinación de ambas normas elevaría los ingresos por hora de quienes trabajen 40 horas a la semana y cobren el salario mínimo en más de un 80% en comparación con el pasado diciembre. Dado que la contratación de un trabajador por una empresa depende, como hemos visto, de la productividad y del coste salarial del empleado, el resultado sería, sin duda, una caída muy importante en el número de contratados y, en consecuencia, un obstáculo más para reducir el paro, especialmente en los niveles de cualificación más bajos.

Ignoro la frecuencia con la que Pablo Iglesias visita a su confesor, pero si sus propuestas se aplicaran, ¡que Dios coja confesados a los trabajadores españoles!

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