Populismo estadounidense
14 de noviembre de 2016
Por admin

Roosevelt, con el New Leal; llevó el populismo al nivel más alto en la historia de EEUU Si una palabra se ha utilizado en los medios de comunicación para hacer referencia al inesperado triunfo de Trump, ésa ha sido «populismo». Y me parece acertado. Populismo es lo que el futuro presidente ha hecho hasta ahora. Considero equivocada, en cambio, la idea de que este tipo de políticas supone algo nuevo en Estados Unidos, como si el país -y, en concreto, su política económica- nunca hubieran pasado por experiencias de este tipo.

Lo contrario es lo cierto. Desde la extraordinaria revolución económica que tuvo lugar en Norteamérica en las décadas finales del siglo XIX y en la primera del siglo XX, se han aplicado, en EEUU, diversas medidas que, con toda razón, tendríamos que denominar populistas. Éstas han tenido, por lo general, una amplia aceptación de la población, pero -y esto es muy importante- sus resultados no siempre han sido buenos. Y, en algunos casos, han tenido efectos muy perjudiciales.

Lean el siguiente texto: «La ley del egoísmo sin el control de la competencia tiene como efecto dejar a un lado los intereses de los consumidores… Si no estamos dispuestos a aceptar el gobierno de un emperador, no deberíamos someternos a los autócratas de la economía». ¿Quién creen ustedes que puede ser su autor y en qué contexto se utilizó? ¿Bernie Sanders en un mitin de su campaña para las primarias demócratas? ¿Joseph Stiglitz en una de las conferencias que pronuncia a lo largo y ancho del mundo clamando en contra del nuevo capitalismo? Podría ser, pero el origen es otro. Estas palabras fueron pronunciadas en el año 1890 por el senador Sherman, en un discurso parlamentario en el que defendía la aprobación de la ley de defensa de la competencia que lleva su nombre. Y el ejemplo no está sacado de contexto, porque en aquellos años de gran crecimiento económico, formación de grandes capitales y aumento de la desigualdad en la distribución de la renta -¿les resulta familiar?- se generó un movimiento populista importante. Los enemigos eran, entonces, los grandes empresarios que han pasado a la historia con el poco honroso nombre de robber barons o barones ladrones. Y la estrategia era crear un gran frente de las mayorías contra la minoría que ostentaba el poder económico.

Cuarenta años más tarde encontramos otro ejemplo interesante. En 1930, el Congreso de Estados Unidos aprobó, con muy amplia mayoría en las dos cámaras, el arancel SmootHawley, una de las peores decisiones en toda la historia de la política económica de Norteamérica. Con los nuevos aranceles proteccionistas se intentaba, en los primeros momentos, apoyar a los agricultores estadounidenses frente a la competencia internacional; y, más tarde, a otros sectores que se apuntaron al carro de la protección. Populismo puro, sin duda, que contó con el apoyo de buena parte de la población. Pero la medida provocó reacciones adversas en otros países y contribuyó, en buena medida a hundir el comercio exterior de Estados Unidos y a agravar la recesión de la década de los años treinta.

Poco tiempo después fue elegido como presidente Franklin D. Roosevelt, quien llevó el populismo al nivel más alto de la historia del país. Con el NewDeal-término populista donde los haya- se atacó al mundo de las finanzas, al que se culpó de todos los problemas nacionales, se reforzaron los controles administrativos, se dio mayor poder a los sindicatos y se organizó un movimiento popular, con el presidente a la cabeza, para salvar al país de la recesión con medidas que poco tenían que ver con lo que se había hecho anteriormente. Los resultados de esta política no fueron, sin embargo, muy brillantes y EEUU sólo escapó de la recesión de forma definitiva con su entrada en la Segunda Guerra Mundial.

Los intereses de la mayoría

Y algunos otros casos más recientes se podrían mencionar también. Pienso, por ejemplo, en la lamentable decisión que adoptó el presidente Nixon en el año 1971 cuando, como medida complementaria ala suspensión de la convertibilidad del dólar en oro, decretó un control de precios y salarios durante tres meses. medidas fueron explicadas al pueblo estadounidense, en un famoso discurso en televisión, con las siguientes palabras: «Es cierto que si usted compra un coche de importación o realiza un viaje al extranjero, las condiciones del mercado pueden hacer que su dólar valga menos, pero si usted forma parte de la gran mayoría de estadounidenses que compran productos americanos en América, su dólar valdrá mañana lo mismo que hoy». La afirmación -además de ser errónea, como más tarde demostraron los hechos- refleja, de nuevo, una visión populista, en la que el gobernante vela por los intereses de la mayoría, aunque para ello tenga que dejar a un lado algunos de los principios básicos de una economía de mercado.

Las ideas de Trump tienen, por tanto, precedentes en la historia de su país. Y estas experiencias indican el daño que pueden llegar a generar las políticas populistas. Pero, afortunadanente, los poderes de Trump van a estar muy controlados. No sólo por la propia Constitución estadounidense, sino también por un hecho al que en España no se le ha atribuido la importancia que merece: los congresistas en Estados Unidos no son como los diputados españoles, entre otras cosas porque tienen mayor autonomía y votan de acuerdo con sus propios principios e intereses. Y muchos congresistas republicanos están muy lejos de algunas de las ideas del futuro presidente. Los republicanos, el partido de Trump, dominan las Cámaras, ciertamente. Pero Trump no domina a los representantes y senadores de su propio partido. Es la grandeza de la democracia estadounidense.

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