París bien vale una misa
12 de junio de 2015
Por admin

Se atribuye al monarca Enrique III de Navarra, esta famosa frase, que la pronunció cuando el pretendiente hugonote al trono de Francia prefirió abjurar del protestantismo y profesar el catolicismo. Así, pudo reinar en París como Enrique IV de Borbón. Algo parecido está ocurriendo en nuestra tierra. La pasión irrefrenable por conquistar el poder de cuatro partidos políticos va a suponer una traición a sus convicciones esenciales. Geroa Bai, Bildu, Podemos e I-E, formaciones con programas muy distintos, cuando no contradictorios, han manifestado que van a pactar para lograr el disputado trofeo. La incoherencia del contubernio es tan grotesca que recuerda la oferta de Groucho
Marx: “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. La renuncia a sus códigos ideológicos y a los compromisos con los votantes es un precio muy barato para lograr el botín. Parafraseando al perjuro hugonote se podría
decir: “El Gobierno de Navarra bien vale la renuncia de nuestro ideario”.

Lo peor no es lo que pacten explícitamente esos cuatro partidos para aparentar un consenso formal, sino la agenda oculta consustancial a su genoma político. Lo probable es que incorpore la aniquilación de la identidad diferencial de Navarra. No harán acciones bruscas o inmediatas que les delaten. No tienen prisa. Su persuasiva estrategia la desarrollarán suavemente en dos o tres lustros. Armen su conciencia crítica ante el seductor programa del pacto de gobierno que van a presentar. El plan del cuatripartito va a contentar absolutamente a todos. Las milongas que nos van a prometer estarán tan bien aderezadas que serán irresistibles. Si se hace un promedio de los
índices que miden el desarrollo económico, el resultado muestra que, a pesar de algunos despilfarros impresentables, la gestión económica de los gobiernos de UPN ha sido la segunda mejor de España. Sin embargo, la formación regionalista ha estado muy torpe en su gestión política. Narcotizados por la autocomplacencia les restó vigor para seguir estando presentes en aquellos valles y comarcas que se caracterizaban por la defensa de
la identidad de nuestra tierra.

Además les ha faltado talento político para actualizar el concepto de pertenencia a la Comunidad foral. En el año 2007 UPN obtuvo 153.544 votos y ahora ha obtenido 91.329, lo que supone una merma del 40,52% de los votos.
¡Se han dejado comer el pan del morral! Es también imperdonable que se haya desistido a fomentar el euskera navarro (no el batua). Si se hubiera puesto en valor, se habría reforzado nuestra singularidad histórica y lo sentiríamos como un valor propio más, de los que enriquecen nuestra secular diversidad cultural. Esto ha llevado a que se extienda la percepción de que para amar el vascuence es necesario ser nacionalista.

Tampoco se cuidó desde el principio la historia que se enseñaba en muchas escuelas y colegios y cuando se intentó poner remedio ya era tarde. Por último, romper el pacto UPN-PP, decisión provocada por los regionalistas,
fue un craso error. La fórmula de un PP sin presencia en Navarra, y con los diputados y senadores regionalistas desfilando en las Cortes con traje del PP funcionó bien y protegió nuestro Convenio. ¡Pena de la pérdida del
ayuntamiento de Pamplona, la joya de la corona, por no haber ido juntos! Recomiendo a UPN que haga una catarsis que propicie una regeneración que consiga atraer y entusiasmar no solo a sus tradicionales votantes, sino sobre todo a la gente joven. A éstos ya no les convence el grito de guerra, “que vienen los vascos”. La relación de un partido con sus potenciales electores hay que lograrla desde elementos positivos e ilusionantes, no desde el miedo al seguro riesgo económico que se advierte. También, sería deseable que la formación regionalista hiciera autocrítica de su catastrófica campaña. El casposo lema escogido fue todo un insulto a la inteligencia de los ciudadanos, al apropiarse de un valor que es de todos los navarros, aunque piensen distinto.

Volviendo al probable Ejecutivo, da grima ver la erosión de su legitimidad que encierra, al haberse logrado el poder mediante un consenso ‘contra natura’, al conciliar lo contradictorio y esencial. Va a tener tantas tensiones
internas que la energía se va a ir en negociar acuerdos. También desde fuera será cuestionado, incluso por sus variados propios votantes, quienes reclamarán gestos del prometido cambio radical. Por ultimo, aludir a la amenaza
que más me preocupa: la pérdidade libertad para quienes no pensemos como Bildu o Podemos.

La sociedad civil debe estar preparada y activa para vencer con talento los excesos del resentimiento de los más radicales de estos partidos. La postura de convidado de piedra ante la intimidación de los nuevos propietarios
del sistema supone pervertir nuestra libertad para obtener una falsa tregua de paz, porque el nacionalismo no se detiene nunca. No soy catastrofista, porque estoy seguro de que los navarros estaremos a la altura de las circunstancias, tal como ha ocurrido a lo largo de nuestra milenaria historia como pueblo libre.

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