Sin telecos ya no hay rocanrol
18 de noviembre de 2019

Bajan las aguas revueltas por el sector de telecomunicaciones español. Los últimos resultados arrojan un crecimiento en ingresos pobre para compañías como Euskaltel (+0,1%), y a la baja para Orange, que presenta esta evolución por segundo trimestre consecutivo. Sólo Telefónica (+0,7% interanual a nivel grupo y +0,9% el negocio de España) y Más Móvil (+17%) parece que registran incrementos reseñables. Esto, en un mercado tan competitivo como el de las telecomunicaciones, se paga caro. Cabe recordar los problemas por los que atraviesa Vodafone. Una empresa que, tras mantener una estrategia dubitativa desde la llegada de la convergencia al mercado y protagonizar la compra más cara del sector a nivel europeo (ONO), ahora está haciendo ajustes. Los beneficios operativos están en jaque, y la generación de caja sigue en manos de Telefónica. MásMóvil, el operador que más crece en ingresos, está logrando contener los gastos en un negocio en el que la escala es muy relevante, pero tiene un talón de Aquiles que empeorará: su capacidad para hacer frente a la deuda se ha reducido a la mitad  

El sector de las telecomunicaciones, en plena era digital, es estratégico. Los datos son el petróleo del siglo XXI, y son las empresas del sector las encargadas de poner en el mercado las infraestructuras necesarias para que los usuarios podamos generar, transportar, extraer y analizarlos.

Es necesario que los europeos levantemos la voz por un sector que nos catapulta al futuro. Estamos hablando de que empresas como Apple, Amazon, Alphabet, Microsoft o Facebook, luchan por superar la capitalización del billón de dólares. Y, sin embargo, analizando las 20 empresas de internet más grandes del mundo, la consultora Kleiner Perkins ilustró una realidad que no se nos debería escapar: ninguna era europea. El liderazgo está repartido entre Estados Unidos y China.

Históricamente, Europa ha tenido un papel fundamental en la evolución tecnológica, también hacia la era digital. Empresas como Deutsche Telekom, France Telecom, BT, y un extenso listado de incumbentes europeos han sido referentes. Todos ellos campeones nacionales que operaban en régimen de monopolio hasta finales de los ’90. A la hora de ver el sector con perspectiva, debemos tener en cuenta que en Estados Unidos estallaba la burbuja puntocom sólo 3 años después de la privatización de Telefónica en España y 1 después de que esta empresa pusiera en marcha el servicio comercial de internet de cobre (ADSL).

Estamos, por tanto, ante un proceso de liberalización tardío e inconcluso. El paso de titularidad pública a privada conllevó toda una serie de restricciones que, de facto, mantienen el sector regulado y fuertemente intervenido. No sólo comenzaron a regular los precios de terminación de llamadas de un operador en la red de otro (MTR, o mobile termination rate), sino que también, en toda Europa se gestó, durante los años 2000, la idea de que la competencia era necesaria per se. Decenas de operadores móviles virtuales han germinado desde entonces en cada país europeo y el viejo continente no tiene ni un solo operador paneuropeo.

La competencia es positiva, pero si se hace por decreto desincentiva la innovación y hace insostenible un sector clave. La realidad es que en un mundo en el que Google o Facebook acaparan monopolios mundiales de forma natural, estamos ante un fenómeno que va en contra de las tendencias del mercado.

Estados Unidos vs Europa

Estados Unidos y China, con 300 millones de y 1,5 billones de personas, respectivamente, mantienen 4 ó 5 operadores a nivel nacional. ¿Ha afectado la concentración al desarrollo del mercado? No a la luz de los datos. La cobertura de los servicios fijos y móviles de banda ancha rápida, fija y móvil, son ligeramente superiores en Estados Unidos que en Europa. Sobra decir la apuesta de China por el 5G.

A donde sí que ha llevado la excesiva regulación del sector ha sido al desposicionamiento competitivo de nuestros campeones nacionales en un mundo globalizado. Frente al crecimiento del 65% en el índice bursátil que aglutina a las compañías de telecomunicaciones norteamericanas en los últimos 10 años, su homólogo europeo ha crecido un tibio 3,6%. Dicho de otra manera, Europa cuenta con empresas con elevada huella internacional pero cada vez más diluidas en el panorama competitivo mundial.

La destrucción de un mercado como el español ha ascendido a más de 6.600 millones de euros entre los años 2009 y 2018 (último año con datos de la CNMC disponibles), donde el crecimiento se ha logrado, y de forma tímida, en los últimos tres años.

España, a la cabeza

Una evolución nada halagüeña, para un sector que requiere asumir un nivel de riesgo elevado. Todos tenemos en mente los problemas que está teniendo una empresa como Telefónica para superar la barrera psicológica de los 7€ por acción. Actualmente mantiene una capitalización de casi 36.000 millones de euros, frente a los 284.000 millones de dólares de AT&T. Estamos hablando de una empresa que no sólo es estandarte nacional, sino también europeo y mundial. Una compañía que pasea el nombre de nuestro país allá donde opera con excelencia. Contamos en España con un agente capaz de desplegar fibra óptica en el año 2012, cuando no lo hacía nadie, acumulando una inversión superior a los 4.500 millones de euros hasta hoy ; una de las 10 operadoras, junto con Verizon o China Mobile, entre otros, que han sido capaces de reinventarse gracias al Big Data, según MWC.

España está más preparada que nunca para afrontar la revolución digital. Somos la economía que más hogares tiene con fibra óptica de Europa y uno de los que más tiene del mundo; la cobertura 4G prácticamente cubre toda la población, y un largo etcétera. Esto sólo lo ha hecho posible una estrategia clara y orientadas al largo plazo, fundamentalmente, de la compañía española. Afrontó la crisis económica con un elevado nivel de endeudamiento que está gestionando (10 trimestres consecutivos a la baja); el próximo paso es el de asegurar una rentabilidad por encima del WACC, que haga sostenible su negocio, y monetizar las capacidades que ya ha construido en redes, tanto en velocidad como en inteligencia y manejo de los datos que circulan por ellas.

Los agentes de telecomunicaciones saben que su supervivencia en el medio plazo pasa por llenar sus redes de datos y ser capaces de gestionarlos. Netflix no vino a España sólo por una red de telecomunicaciones de primer nivel. Eso ya lo había en 2012 y descartó el aterrizaje. Vino cuando empresas como Telefónica entendieron que había que añadir valor adicional y masificó la TV de pago, un negocio que actualmente cuenta con 4,1 millones de clientes, un 22% de los hogares españoles. Del reconocimiento internacional al liderazgo nos beneficiamos todos.

El sector de las telecomunicaciones, y Telefónica, es uno de los que más potencial alcista tiene del IBEX35. El consenso le otorga un recorrido adicional del 18% hasta rozar los 8,2 euros por acción. En los períodos de elevada incertidumbre las empresas con buena posición de caja y un balance saneado siempre salen vencedoras.

Los sectores estratégicos se defienden desde la capacidad de gestión de sus líderes, y no desde las trabas regulatorias. Si queremos afrontar la revolución digital, comencemos por el principio: las redes. Competencia y reglas claras sí, pero siempre atendiendo a la realidad del mercado. Avanzar hacia el mercado digital europeo y unas reglas competitivas no intrusivas son elementos esenciales para construir la Europa digital del futuro. Lo demás, que lo decida el mercado.

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