Los riesgos económicos de un Parlamento fragmentado
30 de diciembre de 2015
Por admin

Los resultados electorales del 20 de diciembre revelan que se ha producido un cambio de dimensiones desconocidas en España, un nuevo mapa político que va a exigir pactos para poder gobernar.

Este distinto escenario, aunque encierra una mayor dificultad para formar un gobierno estable, ofrece también la oportunidad de conseguir acuerdos de mayor alcance al forjarse entre partidos muy diferentes. Hacer de la necesidad virtud es el gran reto que tienen los políticos y las formaciones a las que representan.

¿Qué política económica debería aplicar ese Gobierno? Sin duda aquella que mejore el bienestar de sus ciudadanos o, lo que es lo mismo, la que permita consolidar la buena marcha de la economía. Se precisan medidas que infundan confianza en las familias y en las empresas. Una actitud esperanzada se traduciría en un optimismo activo que permitiría aumentar el consumo, la inversión y, como consecuencia, el empleo. En definitiva, se necesitan políticas que consigan que la economía continúe por la senda de la recuperación.

¿Cuáles son las previsiones de crecimiento económico para el año que viene? El futuro está por escribir. Pero si las cosas no se tuercen la economía española seguirá mejorando en 2016. Las razones son bien conocidas:

En primer lugar, las reformas realizadas a lo largo de la anterior legislatura. Comenzamos el año con bancos más solventes, más crédito nuevo al sector privado, mayor facilidad para crear empresas, menores costes empresariales, déficit públicos más reducidos y mayores exportaciones de bienes y servicios.

Segundo, el impulso de los bajos precios del petróleo y de la depreciación del euro. En 2016, el tipo de cambio del euro seguirá depreciado, tal como está ahora, 1,1 dólares/euro, lo que va a facilitar que sigan siendo baratas las exportaciones españolas. También, el probable precio bajo del barril de petróleo, unido a las dos rebajas del IRPF que se han producido este año, serán factores que contribuyan al aumento de la renta disponible de las familias, al consumo y al ahorro, lo que al final se traducirá en una mayor actividad empresarial y en más empleo.

Tercero, como consecuencia del abaratamiento de la energía, las empresas tendrán menos costes. Esto, unido a la reducción del Impuesto de Sociedades que se producirá en el año 2016 (está aprobada por ley), les permitirá obtener más beneficios que podrán usar para ampliar su capacidad productiva.

En definitiva, si durante el año 2016 se aplican las políticas económicas adecuadas habrá más exportaciones, consumo e inversión que generarán crecimiento económico y empleo. Se podrían crear 500.000 empleos más y  la tasa de paro descender hasta el 19,5% frente al 21,8% de 2015. Con este escenario, el crecimiento económico de España en 2016 estará más cerca del 3% que del 2,5%.

¿Se cumplirán estas  predicciones para España? La experiencia nos advierte que los cambios más importantes nunca se prevén y que la probabilidad de que las predicciones macroeconómicas fallen es mayor cuando se produce un cambio de gobierno. De ahí que el riesgo de inestabilidad política, unido al de la radicalización del independentismo catalán, podrían causar serias dificultades para obtener buenos resultados económicos. 

¿Qué puede salir bien? Que el nuevo Gobierno se forme pronto y dé prioridad a la generación de empleo. Este objetivo requiere asegurar un marco de estabilidad a todas las empresas y especialmente a las de capital extranjero. La confianza mejoraría notablemente si se acrecentase  la unidad de mercado y se afianzara la seguridad jurídica. Desde estas bases, el fantasma de la incertidumbre se desvanecería, el riesgo político de España se reduciría y la recuperación económica, iniciada hace dos años y medio, seguiría adelante. Un crecimiento más rápido significa también ingresos fiscales más elevados lo que permitiría reducir los elevados niveles de déficit y deuda pública. 

¿Qué podría salir mal? 1) Que los partidos políticos tardaran en formar gobierno, lo que retrasaría la recuperación económica. Así, los empresarios paralizarían sus decisiones de inversión a la espera de conocer cuál será la nueva política económica, es decir, si cambia o no el marco fiscal, laboral y regulatorio. 2) Que aterrizase en la Moncloa un gobierno que hiciese políticas heterodoxas, populistas y manirrotas que pongan en entredicho la solvencia y el crecimiento económico. Una situación que dificultaría considerablemente las  necesidades de financiación, tanto del sector público como del privado, lo que echaría por tierra los logros conseguidos en los últimos años. Los diputados españoles tienen en Grecia un referente de lo que puede y no puede hacer un gobierno de un país que forma parte de la Unión Económica y Monetaria.

En resumen, hemos pasado de una situación políticamente estable, en la que el gobierno tenía un apoyo legislativo mayoritario y buenos resultados económicos, a otra más insegura. El reto de aumentar el crecimiento y el empleo hacen absolutamente imprescindible un pacto de gobernabilidad que despeje el riesgo de la incertidumbre. Esperemos que los políticos prioricen los intereses de la nación frente a los de sus partidos. 

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