El discurso contra la desigualdad de figuras políticas como Pablo Iglesias suele plantear un vínculo entre la reducción de las divergencias salariales y la caída de la pobreza. En realidad, el think tank Civismo ha mostrado que las cifras reales arrojan conclusiones distintas.
Según el informe, «pretender igualar a base de que haya menos ricos no se traduce en que los demás ganen más. Penalizar al personal más cualificado hace que se acabe marchando a otros lugares, lo que reduce la rentabilidad de las empresas y, en consecuencia, significa menores salarios para el resto de trabajadores».
Civismo ha tomado como referencia los datos del INE y ha clasificado a la población española en tres grandes grupos salariales. Los que cobran más de 1.221 euros al mes son el 30% más pobre, los que ganan más de 2.173 euros al mes son el 30% más próspero y el resto es el 40%.
El resultado queda reflejado en la siguiente gráfica:
Como apunta Civismo, «cuando el número de «ricos» es más limitado, bien sea por más impuestos o por otros motivos, la cifra de «pobres» es mucho mayor. Es el caso de Extremadura, Canarias, Murcia o Andalucía. Del resto de las autonomías donde la suma de «ricos» es inferior a la media nacional, la mitad tiene una proporción de «pobres» superior (Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Galicia) o cercana (Baleares, La Rioja y Aragón)».
El think tank añade que, «en sentido contrario, aquellas CCAA con mayor porcentaje de «ricos» son también las que tienen menos «pobres»: País Vasco, Madrid, Navarra, Asturias, Cataluña y Cantabria. Las seis muestran el camino a seguir. En vez de suponer un impedimento, la renta tiende a «desbordarse» de unas capas para acabar en las demás, de forma que todos salen beneficiados. Claro que este mensaje no vende electoralmente».