La lógica de la economía
9 de julio de 2018
Por admin

El año 1819 Thomas de Quincey se encontraba en uno de aquellos terribles momentos de hundimiento moral que le producía su adicción al opio. Pero, según cuenta él mismo en sus Confesiones de un inglés adicto al opio, tuvo la suerte de encontrar un libro capaz de sacarlo de su sopor y permitirle volver al mundo del pensamiento y la razón. Por sorprendente que pueda parecer al lector, este libro no era otro que los Principios de Economía Política y Tributación de David Ricardo.

Ricardo fue, seguramente, el primer economista moderno, en cuanto se alejó en sus escritos de los principios de la filosofía moral para realizar un análisis lógico, de enorme fuerza de convicción, y con pretensión de validez general. Hombre de negocios desde muy joven, nunca estudió en una universidad. Su obra no fue, en consecuencia, el fruto de las especulaciones de un pensador ilustrado, sino el resultado de analizar con una mente extraordinariamente lúcida los mercados financieros y la realidad económica de su época, que conocía con el mayor detalle.

La carrera de Ricardo como economista fue breve, ya que sus primeros trabajos se publicaron al principio de la década de 1810 y nuestro autor falleció repentinamente en 1823, pero fue también enormemente influyente en su época. Las ideas de Ricardo se apoderaron de Inglaterra, como en su día la Santa Inquisición se apoderó de España, escribió, en una de sus frases brillantes John M. Keynes, quien, por cierto, nunca simpatizó mucho con su teoría. La publicación de la primera edición de los Principios en 1817 fue, por tanto, un momento importante en la historia de la ciencia económica. Y, desde entonces, las teorías de Ricardo han constituido un punto de referencia inevitable para los economistas en muy diversos campos.

No se entiende, en efecto, la esencia de la escuela clásica de economía política sin el modelo de distribución de la renta que se desarrolla en los Principios. Y al nombre de Ricardo se asocian ideas muy importantes en economía, como la teoría de los costes comparativos, el fundamento de la teoría del comercio internacional o el principio de equivalencia de la financiación del gasto público mediante impuestos y mediante deuda, por citar sólo dos ejemplos relevantes.

Otra aportación muy importante fue su teoría sobre la ley de los rendimientos decrecientes en la agricultura y la renta de la tierra, que tiene implicaciones muy significativas. El caso es el siguiente: si en un país la población aumenta, pero la extensión de las tierras de cultivo permanece constante, el precio de los alimentos subirá, al igual que lo harán los salarios monetarios (no los salarios reales) y la renta de la tierra; pero los beneficios caerán, lo que llevará a la economía al estancamiento a largo plazo. La predicción era hasante pesimista, por tanto. Pero Ricardo supo encontrar una solución. Supongamos que el país se abre al comercio exterior v elimina los aranceles a la importación de productos agrarios. La entrada de artículos procedentes de otros países permitirá evitar la subida del precio de los alimentos y, por tanto, el aumento de la renta de la tierra y la caída de los beneficios. No es sorprendente, por tanto, que Ricardo fuera defensor del libre comercio internacional. Y es interesante señalar que ahogó por la abolición de los aranceles agrarios -que favorecían claramente a los terratenientes- aunque en aquellos años él mismo se había convertido en uno de ellos.

Más discutibles son, en cambio, otros elementos de su análisis económico. El más criticable es, seguramente, la teoría objetiva del valor, que trata de determinar el valor de una mercancía por su coste de producción, el cual se basaría fundamentalmente en el trabajo utilizado para la elaboración de dicho bien. Esta teoría es errónea y lleva al razonamiento económico a numerosas contradicciones imposibles de resolver. Sabemos que, en los últimos años de su vida, Ricardo se mostró insatisfecho con ella; pero, pese a ello, tuvo mucha influencia en otros economistas, en especial en Kzul Marx.

Al margen de que en su obra pueda haber, ciertamente, equivocaciones, es difícil encontrar, en toda la historia del pensamiento económico otro libro que haya hecho tantas aportaciones al acervo de los economistas. Si Smith formuló los fundamentos lógicos de un sistema de mercado, Ricardo convirtió la nueva disciplina en un potente instrumento de análisis de algunos de los problemas más relevantes de nuestra vida social.

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