La energía nuclear, una necesidad para España
13 de noviembre de 2017
Por admin

El debate sobre la energía nuclear tiene ya una larga historia en nuestro país y han transcurrido más de treinta años desde que la denominada “moratoria nuclear” frenó el desarrollo de esta energía, elevando los costes de producción de la electricidad y generando pérdidas multimillonarias que acabarían siendo pagadas en buena parte por los consumidores. Es evidente que España tiene serios problemas en el sector energético. Quienes aquí vivimos y realizamos actividades productivas pagamos muy cara la electricidad, ya que en Europa el precio del kilowatio/hora sólo es mayor en Irlanda y Reino Unido. Las razones son diversas; pero no cabe duda de que un abaratamiento de los costes de producción reduciría el precio de la electricidad para familias y empresas. Y la energía nuclear es, en la mayoría de los casos, mucho más barata que las alternativas.

En España, la electricidad de origen nuclear supone aproximadamente el 20% del total de la producida. Las cifras europeas no siguen un patrón claro a este respecto. Mientras países como Reino Unido o Alemania se sitúan en porcentajes entre el 15% y el 20%, Suiza se acerca al 40%, y Suecia y Bélgica superan esta cifra. Pero el caso más llamativo es el de Francia que, hace ya muchos años, optó de forma decidida por las centrales nucleares y hoy más del 75% de su producción de energía eléctrica tiene origen nuclear. Y conviene señalar que una familia francesa media paga una factura de electricidad que es, aproximadamente, un 40% menor a la que soporta una familia española similar.

Los datos, por otra parte, muestran que este tipo de energía realiza inversiones en I+D mucho más elevadas que la media del sector, lo que genera externalidades positivas importantes en una economía que tiene aún mucho que avanzar en la incorporación de nuevas tecnologías al proceso productivo. Este avanzado nivel tecnológico implica, naturalmente, salarios más elevados para los trabajadores del sector; ingresos que influyen de forma clara en la renta per cápita de los municipios en los que están instaladas las cinco centrales nucleares que hoy hay en funcionamiento en nuestro país. Un dato interesante es que la renta per cápita en cuatro de estos cinco ayuntamientos es un 30% superior a la del conjunto de cada una de las provincias en las que se encuentra.

Dado que el riesgo de accidente en estas centrales es realmente muy bajo, y disminuye además con el progreso técnico; dado que la energía nuclear es limpia y su sustitución por energía generada en centrales térmicas de carbón o ciclos combinados elevaría de forma preocupante las emisiones de CO2 a las atmósfera; y dado que la pretensión de que toda la energía eléctrica sea producida por renovables no es en absoluto realista –ni lo será, seguramente, durante mucho tiempo–, hay que concluir que la oposición a la energía nuclear y las propuestas de prescindir por completo de ella a medio plazo tienen en España un carácter básicamente político. Fue político, sin duda, el cierre de la central de Lemóniz, como lo fue la moratoria nuclear de 1984, y como lo es la resistencia a la apertura de nuevas centrales; las cuales, serían, por cierto, más eficientes y más seguras que las que actualmente están en funcionamiento. La izquierda española es claramente antinuclear y la postura del PSOE parece haberse radicalizado en los últimos tiempos, al defender que todas las centrales nucleares españolas deberían estar cerradas en 2028; lo que implicaría que en diez años el sector eléctrico español tendría que realizar una transformación radical. No ha planteado, sin embargo, este partido una alternativa real, ya que su propuesta de sustituir la energía nuclear por renovables y centrales térmicas es, simplemente, inviable; al margen de los problemas de emisiones de gases que, sin duda, generaría.

Ideas erróneas

Las encuestas, por otra parte, siguen indicando una oposición significativa a las centrales nucleares por parte de muchos españoles. Los encuestados ofrecen, con frecuencia, respuestas realmente sorprendentes y contrarias a la evidencia; por ejemplo, la idea de que la energía nuclear es la que más daño hace al medio ambiente es por completo errónea. Pero, además, las encuestas están planteadas, por lo general, de una forma tal que no aportan al encuestado datos sobre los costes y los beneficios de cada tipo de energía. Una cosa es, por ejemplo, preguntar a la gente: “¿Qué energía cree usted que se debería dejar de utilizar en primer lugar?”, y otra muy diferente preguntar: “¿Estaría usted dispuesto a pagar una factura eléctrica significativamente más elevada a cambio del cierre de todas las centrales nucleares en nuestro país?”. En el primero de los casos, la respuesta más frecuente es que la energía nuclear debería desaparecer. Pero no sabemos qué contestarían esas mismas personas si se les indicaran los costes que para su bolsillo tendría tal medida.

Creo que el problema es lo suficientemente importante como para que la sociedad española se lo plantee en serio de una vez, sin frivolidades y al margen de la propaganda política. Nos guste o no, necesitamos la energía nuclear, y la vamos a necesitar durante mucho tiempo. Si no se actúa pronto con sentido común todos acabaremos pagando los platos rotos en forma de mayores costes energéticos, tasas más bajas de crecimiento y menor renta disponible. Esto es lo que realmente nos estamos jugando

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