La colaboración público privada evita el confinamiento
1 de octubre de 2020

Navarra está siendo portada de telediario al haber sido la que ha tenido más contagios por cada 100.000 habitantes en los 14 últimos días. Parece que ahora la Comunidad de Madrid ha conseguido el primer puesto en infectados por el coronavirus, pero la diferencia es pequeña. Lo peor no es solo la pandemia, sino también la lucha política de La Moncloa contra la Puerta del Sol madrileña. Escaramuzas de poses y gestos de Sánchez aparte, inicialmente el ministro de Sanidad pretendía castigar a Madrid en solitario, pero como su afán de fastidiar al Gobierno madrileño era demasiado escandaloso, tuvieron que admitir igual tratamiento para los mismos resultados de contagiados. Valorar a todas las regiones con el mismo rasero ha colocado a Pamplona en riesgo de un severo confinamiento, lo que agravaría nuestra crisis económica. Para muchas empresas sería el tiro de gracia que les llevaría a sucumbir.

La primera causa por la que España es el país con peor situación en el covid-19 es que quienes realmente han gestionado la pandemia no han sido expertos acreditados, sino altos cargos sin formación alguna en la materia. Convendría que en las próximas decisiones primaran los criterios sanitarios sobre los políticos. También debemos reconocer que ha habido
muchos ciudadanos imprudentes que no han respetado las normas. Sin embargo, esas insolidarias conductas de celebraciones masivas se han producido porque quienes gobiernan han sido muy tolerantes y no han hecho valer su autoridad. De ahí que sean corresponsables de muchos contagios.

Lo que mejor ha funcionado en Navarra ha sido la colaboración público-privada. Las escasas declaraciones aparecidas en los medios muestran que ha funcionado una estrecha colaboración entre los directivos y profesionales sanitarios de los hospitales públicos y los de las clínicas privadas. Que todos los medios materiales y humanos se hayan puesto conjuntamente al servicio de todos los ciudadanos, y además con una gran coordinación, ha logrado que los resultados fueran mucho mejores.

La primera victoria de esa sinérgica colaboración es que lo probable es que no nos confinen. De acuerdo con las informaciones aparecidas en este periódico, la Clínica Universidad de Navarra (CUN), al llegar la pandemia aumentó sus 24 camas de Unidades de Cuidados Intensivos (UCIs) a 40. También la Clínica San Miguel informó que sus 6 camas de UCI eran ampliables a 12. Si no estuvieran estos servicios privados disponibles, habida cuenta que quienes ingresan en estos lugares pueden tener que estar meses, y que el número de pacientes va a aumentar, el confinamiento de Pamplona sería insoslayable en días o semanas, como parece que le va a
ocurrir a Madrid.

Navarra cumple ya dos de los tres criterios que provocan el confinamiento. Si se cumple el tercero, que las camas de UCI superen el 35% de ocupación, las restricciones a nuestra movilidad serán un hecho. Hoy la capacidad de camas de las UCIs forales está cubierta al 17,9%. De ahí, que las camas privadas resulten esenciales para evitar un desastre, tanto para la salud como para la economía.

¿Por qué no seguir en esa línea de colaboración tras la pandemia y ahorrar recursos materiales y humanos compartiéndolos? La consejera de Salud afirmaba en estas páginas que “el coste para las arcas públicas de la atención a estos pacientes derivados siempre es inferior al que tendrían en la red pública”. Para descongestionar y abaratar la sanidad que depende
del Gobierno, lo inteligente sería que los ciudadanos pudieran escoger entre la Seguridad Social y los centros sanitarios privados, opción que debiera comenzar a ofrecerse a los propios empleados de las empresas de esas clínicas.

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