La amenaza peronista y sus consecuencias económicas
13 de agosto de 2019

Los resultados de las Elecciones Primarias en Argentina son, sin duda alguna, una mala noticia para el proceso de estabilización macroeconómica que está viviendo el país desde hace cuatro años. El aumento de la probabilidad de victoria en las elecciones del próximo 27 de octubre del candidato kirchnerista Alberto Fernández es una señal negativa, no solo para la comunidad internacional, sino muy especialmente para los sectores económicos domésticos en plena recuperación económica, por lo que podría suponer una vuelta atrás a una política populista.

Este primer resultado surge por el descontento de la opinión pública hacia el presidente Mauricio Macri y la política que ha llevado a cabo desde su llegada a la Casa Rosada en diciembre de 2015. No solo está sufriendo el coste político que supone un duro plan de ajuste estrictamente necesario para evitar una nueva quiebra del país, sino sobre todo las consecuencias de un estilo de gobierno timorato, errático y escasamente valiente a la hora de tomar las decisiones más difíciles y que más coste político y electoral podrían tener.

La petición de rescate en junio de 2018 al Fondo Monetario Internacional (FMI) marcó un antes y un después en el Gobierno Macri, pero también en la sociedad argentina. La creencia de que con una política “gradualista” sería posible gestionar los gravísimos problemas heredados de los Kirchner, duró demasiado tiempo (casi tres años), y no generó los resultados esperados. Levantar las alfombras en política económica de forma tímida nunca funciona, y Argentina vuelve a ser ejemplo de ello. O se hace con todas sus consecuencias o no se hace.

Precisamente por esto, el último año ha sido especialmente duro para el país. De golpe, pasar del “gradualismo” a un duro ajuste comprometido con el FMI ha tenido consecuencias devastadoras para los actuales gobernantes en sus aspiraciones políticas, dado que el votante con su característica “memoria de pez” no tiene en cuenta el pasado, sino la situación presente e inmediatamente anterior a la llamada a las urnas. Y lo que ve en este momento –sin profundizar en las cuestiones de fondo por el coste de información que esto tiene– es un escenario de crisis económica, escalada inflacionaria y conflictos sociales.

En este sentido, el Gobierno Macri está a tiempo de hacer una labor pedagógica de urgencia ante la ciudadanía argentina, incidiendo en la necesidad de continuar con el plan de estabilización y advirtiendo de los peligros de una vuelta del kirchnerismo al poder. Para ello, puede esgrimir la reacción virulenta de los mercados financieros en el día de ayer, tras conocerse el resultado: fuertes caídas en el peso hasta superar los 60 pesos por dólar (mínimo histórico), colapso del precio y la liquidez de los bonos argentinos denominados tanto en euros como en dólares, registrando subidas de hasta 3 puntos porcentuales en los rendimientos, y un retroceso importante del índice Merval, por encima del 30 por ciento intrasesión.

De esta forma, el mercado está poniendo en precio el peor de los escenarios de reversión de las reformas realizadas y agudizando el escenario recesivo actual, el cual, si no hubiera cambios en la política económica, podría mejorar sustancialmente. La actividad siguió contrayéndose en Argentina en la segunda mitad del año (cuatro trimestres consecutivos), si bien con menor intensidad que en el segundo trimestre. Según los analistas de BBVA, los próximos trimestres se producirán crecimientos intertrimestrales positivos, que mitigarán la caída del PIB hasta el -1,2 por ciento. Pero lo más importante han sido las primeras señales positivas en el camino hacia la desinflación y la estabilidad macroeconómica. La intervención sobre las importaciones, el gasto público, los precios regulados y la oferta monetaria son las cuatro claves que explican el lento proceso de desinflación que, poco a poco, irá tomando Argentina.

En primer lugar, el desplome de las importaciones ha paralizado el crecimiento del déficit de la cuenta corriente ligeramente por encima del 5 por ciento del PIB, lo cual, aunque tenga efectos perjudiciales internos, es más que necesario para controlar la sangría exterior. En segundo lugar, la contención del gasto público ha permitido acercar el déficit primario hasta el 2 por ciento del PIB, siendo el resto del déficit intereses de la deuda (casi 3 puntos de PIB), con medidas como la reducción de subsidios.

Y, por último, la intervención sobre precios regulados y oferta monetaria ha conseguido detener la fuerte escalada inflacionista. Tras alcanzar la tasa de inflación el 55,8 por ciento en junio (dato interanual), se está poco a poco desinflando, con un endurecimiento adicional de la política monetaria, reduciendo en un 10 por ciento el objetivo de la base monetaria (efectivo + reservas) a fin de año, sobre la meta establecida originalmente, que ya era muy restrictiva. Además, poniendo en marcha programas de venta de dólares en mercado abierto, con los que se rebaja presión bajista sobre el peso. Adicionalmente, los tipos de interés continuarán muy altos (la tasa de referencia de las letras de liquidez está en el 58,72 por ciento).

Sin duda, el factor clave para el control de la inflación ha sido dejar a un lado el control de tipos de interés y pasar a controlar la oferta monetaria. Sólo de esta forma se podrá conseguir el objetivo de reducir la inflación hasta el entorno del 40 por ciento que pronostican, entre otros, los analistas de BBVA. Es, por tanto, crucial el papel del Banco Central de la República en los próximos meses y todavía más en estas semanas antes de las elecciones para aplacar la desconfianza de los mercados y perseverar en los ajustes necesarios.

En suma, existe una oportunidad para Macri de convencer a la ciudadanía hasta octubre y reconciliarse con la opinión pública, demostrando los logros de su mandato y reivindicando la necesidad de un segundo mandato, en el que será imprescindible acercar las expectativas a los resultados reales, para no fomentar la desafección y el desencanto que, en este momento, mueve a la ciudadanía argentina a abandonar a Macri y abrazar las tesis simplistas y populistas del candidato Fernández.

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