Europa se apaga: los signos del agotamiento de la economía europea
17 de febrero de 2020

La economía europea comienza a mostrar nuevos signos de agotamiento. Aún dentro de los pronósticos, el cierre del cuarto trimestre deja un escaso dinamismo, muy ligado a la fuerte desaceleración que vive la economía. Un ajuste en los crecimientos que pronostican esa mayor moderación para los próximos años. La economía europea, de acuerdo con los principales organismos -entre los que destaca el Fondo Monetario Internacional (FMI)-, situará su nivel medio de crecimiento alrededor del 1% y el 1,3%. Una línea de crecimiento que, en contraste con ejercicios anteriores, muestra el peor ritmo de crecimiento para la Unión desde 2014.

Para el conjunto de países de la moneda única, la zona euro, el crecimiento del PIB se ha mostrado muy en la línea de la media total. Estamos hablando de que, para la eurozona, la tasa media de crecimiento se sitúa en el 1,2%, un ritmo que, en contraste con la serie histórica, se sitúa en su nivel más bajo desde 2013. Una muestra más de que la desaceleración y el ajuste son un hecho, así como que la coyuntura que presenta la economía europea en estos momentos sigue esa tendencia negativa que ya avisábamos los economistas a principio de año.

Con la moderación de los crecimientos, las distintas economías comunitarias siguen mostrando ese agotamiento, producto de un conjunto de incertidumbres que impiden el correcto y continuo desarrollo económico. Veamos el caso de Alemania, por ejemplo, donde el sector exterior ha provocado fuertes contracciones en la industria y la actividad económica, situando su crecimiento a cierre de año en el 0,6%, su peor crecimiento en años.

Esta situación es, como poco, compleja. En el caso de Europa, la política aplicada por el Banco Central Europeo -completamente acomodaticia- está agotando todos los márgenes de maniobra de la autoridad monetaria, privando al bloque de un fondo de maniobra expansivo para posibles contracciones futuras. Algunos, como el ex ministro Luis de Guindos, hablan de una posible nueva rebaja en los tipos, que ya se encuentran en su línea más baja desde hace años, en el 0%.

La propia ministra de Asuntos Económicos española, Nadia Calviño, hace unos meses, reconocía la falta de efecto de las políticas del Banco Central Europeo. Unas políticas acomodaticias que Christine Lagarde, presidenta del banco central, ha confirmado que mantendrá, al menos, los próximos años. Conforme avanzan los meses, tienen un efecto cada vez menor.

Economías como la española, pese a haber atravesado un largo ciclo expansivo con el que se podían haber mitigado las vulnerabilidades existentes, el país no ha sido capaz de reducir, en primer lugar, unos excesivos niveles de desempleo que le sitúan a la cabeza la eurozona junto con Grecia, así como unos niveles de deuda que siguen sobrepasando los límites estableces por la Unión Europea en los Pactos de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Unos límites que, incluso, pretenden relajarse con el fin de aumentar el gasto público.

La situación para Europa es bastante complicada. El bloque se enfrenta a unas negociaciones con Estados Unidos que podrían complicar aún más el escenario para el comercio global. La guerra comercial, si no se solventa, tendría claros efectos directos en las distintas economías europeas, dependientes de las exportaciones como es el caso de Alemania o España. En el caso de la locomotora europea el 40% de su economía depende de sus ventas al exterior.

Aunque el Fondo Monetario Internacional (FMI) haya hablado de una disipación en los focos de incertidumbre, el Brexit ha sido otro factor que también ha castigado a la UE. Las negociaciones siguen adelante después de que Reino Unido haya abandonado el bloque de una forma ordenada. No obstante, todavía está pendiente el cierre del acuerdo comunitario en materia comercial, así como en otros aspectos en los que la Unión Europea pretenderá garantizar y salvaguardar los intereses de los países comunitarios en el país anglosajón.

Y no es mala estrategia, ni mucho menos. Estamos hablando de una economía que ha tenido un gran peso en la Unión Europea y con la que muchos países miembros poseen estrechas relaciones comerciales. Ante la desaceleración económica y la pérdida de dinamismo en los crecimientos, una posible ruptura en las relaciones comerciales y en las rutas de comercio podría incidir aún más en unos crecimientos que, ya de por sí, se muestran bastante pesimistas para el bloque europeo.

Europa ya comienza a mostrar esos resultados previstos a principio de año. La desaceleración económica en el bloque comunitario es una realidad de la que, en estos momentos no podemos escapar. Debemos ocuparnos de hacer políticas rigurosas, pues Europa se prepara para una temporada de crecimientos lentos y muy graduales. La política económica jugará un papel determinante y las decisiones en materia monetaria, como vemos, ya no juegan ni el papel determinante que deberían jugar, como podemos observar con la inflación.

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