El santo amor al déficit
23 de julio de 2018
Por admin

Parece que no hay solución. Una y otra vez la Administración española se muestra incapaz de equilibrar las cuentas públicas. Y creo que una de las causas por las esto sucede es la idea —desgraciadamente muy extendida— de que la principal razón para reducir el déficit público es el cumplimiento de las directrices de la Unión Europea. Es decir, equilibrar las cuentas no se considera un objetivo necesario para un crecimiento sostenido en el largo plazo, sino una condición desagradable que tenemos que aceptar porque somos miembros de la zona euro.

Las últimas declaraciones de la ministra de Economía han dejado claro que nuestro déficit será, en 2018 y 2019, significativamente mayor que el previsto por el anterior Gobierno, y que, en concreto, acabaremos este año con un déficit del 2,8% del PIB, en vez del 2,3%, y el año próximo tendremos un 1,8%, en vez del 1,3% inicialmente comprometido.

El Gobierno actual acusa al anterior de haber hecho mal los números y apunta la idea de que, aunque ellos no modificaran su política, las previsiones no se cumplirían. Y esto es seguramente cierto, al menos en parte. Pero no justifica en absoluto la nueva política económica. Cualquier observador imparcial pensaría que, si hay problemas para cumplir el compromiso con Bruselas, lo que hay que hacer es tomar las medidas necesarias para aproximarse a las previsiones lo más posible. Pero lo que se anuncia que se va a hacer es justamente lo contrario, es decir, gastar más y agravar la situación.

ECHEGARAY. Y es que si las cifras del PP eran discutibles, más aún lo son las del PSOE, que pretende disparar el gasto público y financiar tal gasto con unos impuestos cuya capacidad de recaudación es muy dudosa y que, seguramente, serán negativos para el crecimiento económico y, por tanto, para la recaudación fiscal en el medio plazo.

Es conocida la frase de Echegaray que dice que, para los ministros de Hacienda, la salvación está en el “santo temor al déficit”. Me temo que nuestros actuales ministros no le escucharon bien y entendieron que hablaba del “santo amor al déficit”. 

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