El precio de Navarra
21 de junio de 2019

La única esperanza del constitucionalismo en Navarra pasa por recordar lo que sucedió en Pamplona el pasado sábado. Ese día, tal y como de alguna manera ya adelantó Julio Pomes, Maite Esporrín y el resto de los ediles socialistas, evitaron apoyar a los partidos nacionalistas para que Joseba Asiron (Bildu) pudiera renovar su sectario mandato.

A nadie le pareció extraño que ese pacto no saliera adelante teniendo en cuenta que en los últimos cuatro años Esporrín y Enrique Maya, candidato de Navarra Suma, han plantado cara a la deriva identitaria de Asirón. Lo curioso es que en los días previos a la constitución del pleno de investidura también se barajó la posibilidad de que Esporrín aceptara los votos de Geroa Bai y Bildu para erigirse en la alcaldesa. Afortunadamente, se impuso la cordura. Sobre todo porque Navarra Suma apenas se había quedado a unos cientos de votos de la mayoría absoluta y la suma con los socialistas barría cualquier especulación sobre la opinión de los pamploneses respecto al nacionalismo.

María Chivite tiene su propio dilema. En solo cuatro años ha pasado de siete a 11 escaños superando a Geroa Bai y Bildu pero sobre todo a Podemos que se había unido al nacionalismo en su afán por cambiar el rumbo de Navarra a través de la ingeniería social. ¡Que quieren que se hable vascuence en Tudela!

Hasta las elecciones, la líder el PSN se había mostrado en desacuerdo con estas medidas identitarias. También decía que nunca podría aceptar los votos de EH Bildu por «motivos éticos». Sin embargo, Chivite no ha tenido reparos de votar con la formación filoetarra para que Unai Hualde fuera elegido presidente del Parlamento de Navarra. La cara de alegría de los nacionalistas era como una puñalada en corazón del constitucionalismo.

El previsible desenlace del dilema Chivite (Gobierno del PSN con la abstención de Bildu) anuncia un final similar para la tan buscada investidura de Pedro Sánchez. El engaño evidente de evitar hablar de apoyos por abstención no deben no deben distraernos de la cuestión principal: el precio. El nacionalismo na hace ni deja de hacer nada sin pedir nada a cambio.

Cuentan que Pedro Sánchez convocó elecciones para que su Gobierno no dependiera del nacionalismo. Ahí está su fracaso (y su inmoralidad). Otra cosa es el fracaso del constitucionalismo para ponerse de acuerdo y afrontar el desafío nacionalista.

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