El desigual reparto de ricos
1 de diciembre de 2019

De acuerdo con la última estadística de la Agencia Tributaria, el número de personas que poseen fortunas superiores a los 30 millones de euros ha aumentado significativamente en la última década, pasando de 233 en 2007 a 611 al cierre del ejercicio 2017. Según la última edición de la revista Forbes, las 100 principales fortunas españolas concentran un total de 148.351 millones de euros. De este importe, más de 120.000 millones se sitúan en Galicia, Madrid y Cataluña. Por el contrario, en Extremadura, Castilla-La Mancha, La Rioja y Navarra no vive nadie que se halle dentro de esa lista.

Si nos limitamos a los cien españoles más acaudalados, los de Canarias (1.050 millones), Andalucía (1.250), Aragón (1.775), Galicia (70.975) y la Comunidad Valenciana (6.050) radican toda su fortuna en la propia comunidad, consiguiendo así que esta retenga todo su patrimonio. Al contrario sucede en Murcia (2.425 millones) y en Cantabria (1.775), regiones de donde ha salido la totalidad de las cien fortunas nacionales allí residentes. País Vasco y Castilla y León pierden una cantidad considerable de esa riqueza creada en sus territorios por la fuga de 2.650 y 350 millones de euros respectivamente, es decir el 70% y el 47% del total. El 9% de los grandes patrimonios de Baleares tampoco permanece en su lugar de origen, ni el 11% de los de Cataluña, a consecuencia de la crisis independentista, que ha supuesto que estos desplacen su domicilio y la sede de sus correspondientes empresas. En cambio, Madrid y Asturias son un foco de atracción de grandes capitales nacidos en otras zonas, con flujos de entrada de 9.100 y 750 millones de euros respectivamente. Además, Madrid resulta doblemente atractiva por ofrecer una enorme ventaja fiscal: bonifica el 100% del Impuesto de Patrimonio, sean ingentes o modestos.

Fuente: Vocento

Esta concentración en determinadas regiones se debe a que las grandes ciudades atraen más a los propietarios de las principales fortunas. En las metrópolis populosas, la disponibilidad de profesionales de alto nivel, las oportunidades de sinergias entre las actividades empresariales propias y las ajenas, los servicios financieros, las infraestructuras y las comunicaciones son mucho mejores que los que se encuentran en enclaves menos habitados. Estas cualidades facilitan tanto que se pueda gestionar con mayor facilidad un gran patrimonio como que la sede central de una compañía se encuentre accesible para un número de consumidores mucho más cuantioso.

La riqueza obtenida mediante una herencia tradicional, básicamente de fincas rurales o inmuebles no aptos para alquilar, está teniendo cada vez menos peso, pues, con frecuencia, estos activos son poco productivos o causan pérdidas, por lo que, al cabo de los años, tienden a disminuir. La valoración actual de una gran fortuna no descansa, como ocurría hace años, en bienes que permanecían inalterables con el tiempo. Por el contrario, ahora cuenta sobre todo la rentabilidad de una inversión, el potencial de crecimiento que se le atribuye y la facilidad que tiene para ponerla en liquidez en un plazo de tiempo.

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