Diez mitos sobre la banca pública
13 de junio de 2015
Por admin

“Meet the new boss, same as the old boss” Pete Townshend

Es curioso como en un país donde hemos asistido al desastre de la banca pública, las cajas, y a un exceso de endeudamiento que todos reconocemos como parte del problema de la crisis, decidimos que la solución al exceso de riesgo y al desastre del sector financiero es… repetir.

Por supuesto que la banca privada no es perfecta ni mucho menos, pero hay una serie de errores que me parecen esenciales a la hora de hacer aseveraciones idílicas sobre la bondad de la banca pública.

“Sus ahorros están garantizados en la banca pública y no en la privada”

Un banco, sea el que sea, se endeuda en varias veces sus depósitos para prestar. Espero que ustedes lo sepan (lo comentábamos aquí). La banca pública suele estar más endeudada que la privada, por definición, ya que el Estado la garantiza. Los bancos públicos suelen endeudarse más de 25 veces sus activos. Adicionalmente, al tener un porcentaje elevado de préstamos “sin objetivo económico” (esa entelequia de la rentabilidad social), cuando viene una crisis la banca pública tiene menos margen de maniobra y, como ocurrió en las cajas, pierde capital mucho más rápidamente (ya que una mayor parte de los proyectos prestados no generan beneficio y son de más difícil cobro).

Por lo tanto, cuando vienen dificultades, es siempre el contribuyente el que cubre los agujeros ya que no se puede acudir a accionistas para ampliar capital. Es decir, el ciudadano siempre rescata a sus propios depósitos pase lo que pase. En cualquier caso, ni en coexistencia privada-pública se sostiene la afirmación del epígrafe. La garantía de depósitos es exactamente igual, por ley, sea privado y público, puesto que es un fondo común que garantiza depósitos hasta cierta cantidad.

“El ciudadano no pierde con la banca pública”

Todos los rescates se hacen siempre a cargo del contribuyente, muchas veces sin saberlo, ya que la transparencia es cuestionable. Y olvidamos los “corralitos” y “control de capitales”, medidas intervencionistas ante las que el ciudadano está indefenso si el Estado, controlando ley y banca, decide implementarlas cuando lleva a cabo graves errores económicos.

“Ya que la banca privada no aumenta el crédito, que lo haga la pública”

Esto asume que el Estado y los dirigentes políticos que gestionan estos bancos tienen más y mejor información sobre lo que es un crédito solvente que el sector privado y, sobre todo, que sabe más de gestión de riesgos. No existe ninguna justificación para asumir que es así. El propio hecho de que no tiene como objetivo la “rentabilidad económica” lo desmiente. La banca pública, por definición, toma riesgos más inciertos y financia proyectos de más difícil rentabilidad. Al no tener ni accionistas que critiquen o apoyen la gestión siempre es el contribuyente el que ‘palma’.

“Con banca pública no habría crisis porque está mejor regulada”

La regulación es internacional y seguida por todos. Pero en la banca pública no hay penalización por los errores. Si les parece que en la privada tampoco, recuerden los casos de las casse di prestiti, los landesbanks alemanes, etc… Si así fuera, Europa habría salido de la crisis antes y mejor que nadie, ya que en el 2007 la mayoría del sector financiero de la eurozona era público.

“Ya que rescatamos con dinero público, que al menos ese dinero se use para banca pública”

De nuevo la percepción de que un banco es la casa del Tío Gilito lleno de dinero. La banca pública es más deuda pública, ya que tiene un porcentaje muy pequeño de capital. Es el ciudadano el que pone el capital, el que asume la deuda de esa entidad y el que la rescata cuando se equivoca. Con un elemento esencial: los gestores no tienen como objetivo cosas tan ‘nimias’ como “mejorar el ROA (rentabilidad sobre activos), controlar el endeudamiento y reducir el riesgo”… sino lo contrario. La banca pública es, por definición, asumir mayor riesgo, ya que se presta a aquellos sectores que el sistema privado no acepta o que se denominan “estratégicos”, que suele ser el eufemismo que esconde las palabras “a pérdidas”. Paga el contribuyente.

“La banca pública presta a los ciudadanos a tipos más baratos”

Los tipos de un préstamo no los dicta la bondad de los funcionarios, sino la medida de riesgo. Asumir que el sector privado tiene peor análisis de ese riesgo y que, siendo competitivo como es, infla arbitrariamente los costes, es ingenuo. Pero incluso de ser así, asumir que la banca pública no lo haría igualmente es suicida. Precisamente porque financia más proyectos sin rentabilidad económica (“sociales”, paga usted), y suele intentar compensar con mayores beneficios (márgenes) en los pocos préstamos solventes.

“La banca pública defiende sectores sostenibles”

Precisamente por lo explicado en el epígrafe anterior, la banca pública es una máquina de subvencionar los sectores sin rentabilidad e ineficientes cargando mayores costes a los solventes. La propia naturaleza de lo que los políticos y gobiernos llaman “sostenible” supone dos palabras “subvencionado” –mayor coste para el contribuyente– y además, cuando se trata de sostener industrias de alto empleo, aunque sean obsoletas, se mantienen a toda costa prestándoles y zombificándolas (vean China y el carbón). Ya lo vimos en toda la Eurozona con los bancos y cajas públicas. Se seca el crédito o se encarece para los solventes para sostener los proyectos de infraestructuras ruinosos o mantener a las industrias obsoletas pero con mucho sindicato o mucho peso gubernamental local.

“La banca pública no especula porque invierte en el país”

Precisamente no ha habido más especulación que la financiación de proyectos industriales innecesarios, y tantos otros (¿recuerdan los 200.000 millones de euros largos en “incentivar la demanda interna” con obra civil?). Especular es crear demanda artificial, especular es replicar infraestructuras en cada Comunidad Autónoma. Especular es fiarlo todo a que “el año que viene creceremos si gastamos”.

“Nunca ha habido una verdadera banca pública, sino banca controlada por políticos”

Como decir que nunca hubo lluvia, solo agua que cae. Es una gran excusa para justificar lo que no funciona, muy similar de hecho a la que usan algunos banqueros cuando hablan de la “crisis” como si fuera un OVNI que ha aterrizado por casualidad. La entelequia de que la verdadera banca pública sería perfecta porque se gestionaría con criterios técnicos independientes se desmonta con la propia definición de “rentabilidad social, no económica”. El riesgo aumenta. La realidad es que los objetivos y los incentivos de la banca pública son, por definición tomar un riesgo que rechaza el mercado, asumir unos proyectos de difícil justificación, o atender a las estimaciones de los políticos de lo que es “estratégico” o no. Cuando se equivoca, paga usted.

“La verdadera banca pública no quiebra”

Muy similar a lo que se dice de los bancos centrales. ¿Quiebran?… Si “no quebrar” es tirar de su dinero –del contribuyente– sea como sea. Impuestos, corralitos, represión financiera. Se paga, señores, igual. Rescate directo e indirecto.

Me dirán ustedes que todas estas cosas pasan igual en la banca privada, y no les falta cierta razón. La diferencia es que el coste para el contribuyente, aunque ustedes no lo crean, es mucho menor, porque no hay accionistas y mercado al que acudir a ampliar capital. Incluso en el peor de los rescates un porcentaje no desdeñable, y nunca he visto uno que sea menos del 70%, lo sufren los accionistas y bonistas.

En la banca pública el incentivo a cometer los mismos errores es muy alto al eliminar el concepto de riesgo y de rentabilidad desde un punto de vista económico. Y las crisis no se evitan. Si no, en Europa habríamos salido de la crisis en un año, acudiendo a nuestra excelsa banca pública.

El problema es que la banca pública es solo un instrumento más para permitir el endeudamiento político. No busca reducir el riesgo financiero, busca aumentarlo, conscientemente. Bajo la excusa de “el pueblo”. Todo muy social, pero no lo es, porque incentiva sectores clientelares, decisiones cuestionables (“estratégicas”) y aumenta la sobrecapacidad y la deuda sin atender a criterios de riesgo. Lo paga usted.

Los errores de la banca privada a veces los paga el contribuyente. Los de la banca pública, siempre.

Ya saben que estoy en contra de los rescates, todos, pero algún día aprenderemos que en España se han rescatado los depósitos en entidades donde no había capital en accionariado para cubrir el agujero.

Al final da igual. Les diga lo que les diga a ustedes un servidor, le hemos dado cualidades mágicas, angelicales y sobrehumanas a “lo público” y cuando no funciona culpamos a cualquiera excepto a lo obvio. Una banca sin casi capital y endeudada decenas de veces sus activos (o más, como tantos entes financieros públicos) es un riesgo sea pública, privada o extraterrestre. El riesgo no se reduce porque lo decida un consejo de ministros.

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