Cuando cese la tormenta
22 de abril de 2020

La semana pasada, el Fondo Monetario Internacional aseveró que El Gran Encierro provocará la mayor recesión de la economía mundial desde la Gran Depresión de los años treinta del sigo pasado, siendo dos veces mayor que la Gran Recesión de 2009. En el caso de España, el FMI señaló en su informe de expectativas económicas que el PIB caerá un 8% y el paro rozará el 21%. Y esta no es sino una previsión halagüeña de la debacle económica que tenemos en ciernes, pues hay previsiones como la última del Banco de España que aseguran que el PIB español podría caer por encima del 13% de confirmarse los peores pronósticos.

Estos datos macroeconómicos reflejan el desastre motivado por la pandemia y por las medidas adoptadas por un Ejecutivo de espanto, como también lo hace la contabilización de fallecidos a golpe de telediario que cada vez convence a menos gente. Nos duele España, diría Unamuno. Como también duelen todas las embestidas del Gobierno contra los principios básicos de toda democracia liberal que se precie. Encerrados en nuestras casas, la prensa crítica amordazada, la libertad de movimiento limitada, la actividad económica cercenada, la libertad de culto público aplastada… Un Gobierno que cada día carcome un poco más los pilares del Estado de derecho. Un Gobierno cuyas intervenciones son tanto desesperantes como insultantes, abanderado de la mentira e impulsor de propuestas que entorpecen, emponzoñan y encubren su paupérrima gestión. Aquí se enmarcan, sin ir más lejos, dos de las medidas “estrella” del Ejecutivo: unos ERTE que solo se deniegan y unos préstamos ICO que no llegan a las empresas. Fuegos de artificio, nada más.

No obstante, comienza a articularse una respuesta cada vez menos tímida por parte de la sociedad civil, de la prensa libre (no así la esclava, siempre leal al Régimen que la alimenta) y de una oposición que comienza a ejercer como tal. Respuestas que quizá llegan tarde en tiempo, forma y contundencia, pero que son absolutamente imprescindibles en una España en la que del bipartidismo pasamos a un fugaz multipartidismo que ahora se transforma en la peor de las dicotomías, dividiendo a los ciudadanos en ejemplares o en enemigos del Estado. Del Estado, que no del Gobierno. Es preciso resaltar este detalle, pues La Moncloa ha puesto todo su arsenal en acción con el fin de borrar cualquier distinción entre ambos términos con las respectivas repercusiones totalitarias que se desencadenan con un movimiento así.

La oposición y los defensores de la democracia y la libertad hacen bien en resistir. No podemos esperar a que cese la tormenta para dar respuestas y pedir responsabilidades. Debemos dar réplica a los abusos inmediatamente y hacerlo con firmeza. De lo contrario, la tormenta no cesará. No en España. No así, al menos, en impersonal. Porque la nuestra no es un proceso natural, ni tan siquiera meramente vírico, sino diseñado, ejecutado y controlado por personas. Y, como tal, no finalizará, sino que habrá que ponerle fin empleando, eso sí, los medios amparados por la Constitución. Ustedes y yo seremos los responsables de llevar a cabo esta vital tarea, pues nadie, ni Bruselas, ni el calor ni los aplausos vendrán en nuestro rescate.

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