Coherencia que incomoda
3 de julio de 2019

Han pasado ya dos meses desde el 28-A, y el PSOE no logra pactar para hacerse con el Gobierno central. En este desierto de pactos políticos, la mayoría obtenida por las derechas en Madrid parecía un oasis. La capital como su bastión. No obstante, no se trató más que de un espejismo. Los tres partidos de derechas se unieron, hasta que Vox se retiró de las negociaciones por Madrid. Para la mayoría del país, es una jugada más de la extremista formación de Santiago Abascal. Sin embargo, no estaría de más que todos los partidos políticos aprendieran de esta actuación.  

Este partido surgió del inconformismo con la derecha existente, pero también contra los usos y costumbres de la política. Una de las críticas universales hacia ella la originan esos discursos que gustan a Dios y al diablo, en que los líderes se ponen al servicio del pueblo, para luego repartirse cargos entre amigos. En cambio, Vox se presentó como una formación sumamente transparente y coherente, actitudes nobles que hoy desvalorizamos como “políticamente incorrectas”, por no estar de moda.

En palabras de Felipe González, Vox tiene demasiada libertad para expresar el fondo de sus sentimientos”. Sin embargo, un voto constituye un acto de confianza, y conociendo “el fondo”, nos aseguramos de que no nos mientan. Es entendible que el autodenominado “viejo político” no comprenda los nuevos modos de hacer.

En virtud de ellos, en su nuevo documento, Vox ya no pide cargos o asientos en el Ayuntamiento de Madrid, sino que deja en claro que vienen a “defender ideas”. Mucho se habla de la memoria histórica para criticarles, pero convendría tenerla presente y acudir a su sentido literal para no olvidar la razón del surgimiento de todos los partidos de la historia: defender ideas.

Al menos, así lo ve Ciudadanos, que no piensa negociar con Vox. Ignacio Aguado ha afirmado que sus principios y los de su partido están por encima de un Gobierno. Eso sí, estaría bien saber cuáles son, ya que, en campaña, mostraron su preferencia por la derecha, posaron en la foto de Colón, e incluso pretendieron liderar la oposición. Hoy, actúan como si no supieran lo que el partido de Abascal proponía, y tienen abierta una crisis interna sobre oponerse, abstenerse o pactar con Pedro Sánchez. Con qué autoridad moral se plantan entonces, cuando ellos mismos no pueden discernir si son naranjas o mandarinas.


Un voto constituye un acto de confianza, y conociendo “el fondo”, nos aseguramos de que no nos mientan


Vox no es Abascal, Espinosa de los Monteros, Monasterio ni Ortega Smith. Vox son más de 2,6 millones de personas cansadas de que les mientan, de que ocupen sus sillones, y varíen sus ideas conforme sopla el viento. Vox no viene a jugar al juego de las sillas, ni a postergar sus ideas por posibles pactos futuros. Ya dijo lo que quiere hacer y cómo lo quiere hacer.

Nos guste o no, este partido les está enseñado a los demás una lección: hay que defender a los votantes, no los asientos. Los electores son sus acreedores, no deudores. Y solo se les pueden dar garantías a través de la coherencia. Quizás, para Enrique IV, París bien vale una misa; pero para Monasterio, Madrid no vale una silla.

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