Vargas Llosa avergüenza al independentismo «provinciano» al recibir un premio
5 de diciembre de 2018
Por admin

Si algunos aliados consigue el nacionalismo independentista en su cruzada hacia ninguna parte, no son menores los enemigos que genera. En este bando podemos colocar a Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura y morador de Barcelona durante 5 años en plena dictadura de Franco. Por tanto, muy conocedor de lo que era la Ciudad Condal antes y en lo que se ha convertido ahora.

Ni a él le pueden hablar de lo que es falta de libertad -a su condición de español se suma la de peruano-, ni sus muchos años que le dan una perspectiva de cómo están las cosas a día de hoy en esta Cataluña levantisca.

Prueba de ello, fue su activa participación en ayuda de Sociedad Civil Catalana tras el intento de golpe de Estado del pasado 1 de octubre de 2017. Por esta razón, el think tank Civismo decide entregarle su premio a la Concordia de manos de su antecesora en el galardón, Cayetana Álvarez de Toledo. Mujer de esdrújulas y de hipérboles, con ese acento argentino tan marcado que resuena más rotunda cuando dice todo lo que dice

Como que «TVE es un paquidermo deficitario que fue incapaz de contratar un helicóptero para grabar la respuesta de la sociedad catalana no «indepe» frente a un hecho histórico». O cuando afirma, en el Ateneo -atención audiencia-, que la izquierda española «ya no tiene identidad ni parece que tampoco votos».

Alejo Vidal-Quadras no pudo por menos que ponerse en pie y aplaudir a esta bella historiadora que encarna los valores del liberalismo cristiano que trata de combatir todas las informaciones tendenciosas y falsas.

Don Mario, abrumado por los piropos recibidos, y asegurando que era víctima de una conspiración amistosa, recordó que tras una juventud comunista y conocer al propio Fidel se ha ido dando cuenta de que el liberalismo ni es desprecio a los pobres, ni avidez por el dinero sino un profundo amor por la libertad.

Algo que por ejemplo en Cataluña ahora no se practica. Según el premio Nobel, los «indepes» y la cultura son incompatibles, pues sólo promueven lo provinciano y lo pequeñito. El nacionalismo es mentiroso y niega la existencia de otra Cataluña que se siente integrada en una España civilizada y europea.

También criticó que no se defienda la Transición, pues cuando él llegó por primera vez a España en 1958, era un país subdesarrollado. Mucho de lo que vivió en la Barcelona de 1970 ahora se ha perdido pues era como estar en Europa, se respiraba cultura y libertad, lo mismito que ahora añado yo con la venia del señor Vargas.

Como no podía ser de otra forma le acompañaba Isabel Preysler, que cuando entra en los sitios da las buenas tardes, me niego a entrar en valoraciones estéticas. Allí se encontraban también el economista Pedro Schwartz, al que mi vecino de butaca le encontraba mayorcísimo, y María San Gil, que compartía bancada con Jaime García-Legaz.

John Müller o Tom Burns demostraban que entre los medios también hay una esperanza liberal que lucha por salir, mientras que el mercado descontaba la presencia de Esperanza Aguirre, que siempre se ha manifestado ferviente liberal frente a los que la calificaban de extrema derechosa.

Carlos Espinosa de los Monteros, muy fan de Margaret Thatcher, ocupaba la primera fila esperando que alguien en este país le dé las gracias algún día por todo lo que ha hecho por la Marca España sin tener presupuesto. Pero ya me decía Jorge Escohotado, hijo del filósofo y uno de los reporteros más avezados con los que he compartido redacción, «Israel en España sólo enterramos muy bien a la gente, los agradecimientos para Europa». Por eso, premios como éste son tan importantes.

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