Sociedades
4 de octubre de 2020

Resulta preocupante el oscurantismo de las medidas cuantitativas que negocian los partidos para conformar el proyecto de Presupuestos. El único dato relevante que ha trascendido es el palo que el vicepresidente segundo va a asestar a las rentas altas con el impuesto al patrimonio. Da la impresión de que lo que importa es la foto propagandística ante las cámaras, cuando el país no necesita poses, sino una planificación presupuestaria factible.

Para ello, convendría un compromiso de los dos grandes partidos constitucionalistas. Qué decepción que el seductor postureo gubernamental tenga más poder de convicción que los efectos de sus políticas. Entre estas, destaca la pésima gestión del covid, un fracaso que no ha perjudicado la intención de voto del PSOE en la última encuesta del CIS. Según el INE, desde marzo han muerto 53.500 personas más que en la media de los cuatro años anteriores, lo que supone un exceso del 27%, y nos sitúa como el país más damnificado de la OCDE. Sin embargo, los muchos errores del Gobierno apenas han castigado su imagen, pues ha conseguido que lo que persuada a la mayoría de los ciudadanos sean relatos ficticios, como el “salimos más fuertes”, en lugar de la realidad de tantos fallecimientos. Otra treta consiste en no entrar a valorar lo que va mal. Así, es patético el silencio de Sánchez ante las calamitosas proyecciones del Banco de España: si la pandemia continúa, el PIB en 2020 caerá un 12,6%, y el paro ascenderá al 22,2%, las peores cifras de Europa.

Ante esta situación, la política fiscal debiera caracterizarse por la prudencia. Golpear a las compañías con un impuesto de sociedades excesivo no anima a generar y fortalecer el tejido empresarial, sino a destruirlo. La cuestionada, pero inexorable, curva de Laffer establece que cuando los tipos resultan excesivos, se disuade la creación de riqueza y empleo, dado que desciende la recaudación al reducirse el número de contribuyentes. Lo demuestra el contraste entre los tipos del impuesto de sociedades y los ingresos fiscales obtenidos por los diferentes países, como veremos en este ranking. En un momento en que la bajada del PIB y del empleo está en máximos históricos, no acertar con los tributos puede acabar de arruinar la economía española.

Fuentes: OCDE, ICEX, EUROSTAT

El impuesto de sociedades en España presenta el tercer tipo impositivo más alto de Europa: un 25%, con el que se logra recaudar un 6,8% del total de ingresos fiscales. Las otras dos grandes economías mediterráneas ofrecen el tipo y el porcentaje de los ingresos fiscales totales siguientes: Francia un 28% y un 5,1%, e Italia un 24% y un 5%.

Si nos fijamos en las naciones con tipos bajos, destacan cuatro: Suiza (un 8,5% de tipo y un 10,7% de recaudación), Hungría (9% y 5,5%), Irlanda (12,5% y 12,3%) y Alemania (15% y 5,4%). Nuestro vecino Portugal, con un tipo impositivo del 21%, logra recaudar con este impuesto un 9,4% de sus ingresos fiscales.

Estas cifras corroboran que los tipos altos no se traducen en mayores porcentajes en los ingresos fiscales obtenidos. Unos tipos muy bajos no solo pueden conseguir unos ingresos más altos, sino algo más importante: la creación de empleo que conlleva toda fiscalidad reducida.

Si la Moncloa quiere que España deje de ser el país con mayor paro de Europa, no puede mantener el tercer tipo más alto en el impuesto de sociedades. Laffer acierta porque conocía la verdad del refrán: la avaricia rompe el saco.

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