Sobre la competición fiscal y las medallas por participar
28 de agosto de 2019

Desde su investidura, y cada vez con mayor contundencia y claridad, Isabel Díaz Ayuso habla sin tapujos de la competencia fiscal que habría de instalarse entre las diferentes comunidades autónomas españolas. Se acometerá así un proceso que tendrá por epicentro la propia Comunidad de Madrid, para la que ya ha prometido en numerosas ocasiones una rebaja fiscal sin precedentes. Una auténtica revolución.

Las voces críticas a esta sana competencia tributaria no se han hecho esperar, y ya tildan a la nueva presidenta madrileña de deslealtad interregional. Especialmente beligerantes y contrarios a la propuesta de Ayuso se han mostrado los socialistas, si bien es harto previsible que Podemos se sume a la oposición en cuanto consiga sobreponerse a la modorra veraniega.

Tanto esta suerte de federalismo fiscal que propone Ayuso como las críticas recibidas ponen de manifiesto diferencias ideológicas muy notables entre los principales partidos españoles que, como es lógico, tienen su adecuado reflejo en las políticas públicas que tratan de impulsar.

En primer lugar, se aprecia el marcado carácter liberal del Partido Popular. Un liberalismo que, a priori, se haría extensible a Ciudadanos, compañeros de Gobierno de los populares en Madrid, si bien las recientes declaraciones de Luis Garicano sobre Irlanda en torno a esta misma cuestión vuelven a sembrar la duda de si lo de Ciudadanos es liberalismo de pega, o de ley. En cualquier caso, la vocación liberal del PP ya estaba presente en esta comunidad —no en vano, esta formación lleva 16 años bajando ininterrumpidamente los impuestos—, pero quizá de una forma más implícita.  El PP de Ayuso parece más liberado, defendiendo la rebaja fiscal de manera mucho más categórica, lo que confirma los vientos de cambio en la política española.

En segundo lugar, esta postura pone distancia entre el PP y Vox. Si bien es preciso recordar que el segundo llevó el programa económico más liberal a las últimas elecciones generales, en materia fiscal su alma conservadora parece predominar. No en balde, Vox propone una recentralización del Estado que tiene difícil encaje con el liberalismo económico, pues supone defender una fuerte armonización fiscal. Así, en este punto, se acerca más al PSOE que al PP —caprichos ideológicos. O, al menos, lo hace sobre el papel, dado que existe una diferencia sustancial en este ámbito entre los que abogan por la centralización y armonización.

Mientras que Vox busca una armonización a la baja, con una reducción del esfuerzo fiscal de empresas y contribuyentes, y una mayor eficiencia posterior en el gasto público, el PSOE dice perseguir una solidaridad que degenera en incompetencia, irresponsabilidad y confiscación fiscal a la que no habría escapatoria —he aquí uno de los grandes beneficios del federalismo fiscal. Una incompetencia que corresponde a su idiosincrasia socialdemócrata y que se manifiesta en el rechazo a la invitación que Ayuso ha extendido al resto de comunidades autónomas, con el fin de que Madrid no sea free-rider, sino un motor que contribuya al desarrollo de España en su conjunto.

Resulta comprensible que el PSOE se cierre en banda ante esta oferta, consciente de que la competencia fiscal conlleva un incremento de la responsabilidad y rendición de cuentas, así como, por descontado, influye en el devenir del progreso económico de allá donde gobierne. En las antípodas se halla la reacción de otras CC.AA. como Andalucía y Castilla y León, que han aceptado con entusiasmo el desafío. Uno que ven como la oportunidad que es, y no como una amenaza.

Percibir la competencia en estos términos es propio de una mentalidad que detesta el trabajo, el esfuerzo, la creación de incentivos para el progreso y la prosperidad, la responsabilidad que cualquier gestión habría de llevar aparejada; una mentalidad que ahora clama contra el ‘mantra liberal’ de la competencia concebida como única vía hacia el crecimiento. Así, con estas críticas furibundas de la izquierda española, lo que queda patente es su insaciable afán por igualar en la mediocridad.

Madrid ha dado el pistoletazo de salida, y ya hay varios corredores. El resto de CC.AA. puede seguir protestando o, de una vez, ponerse en marcha. Para Ayuso y los liberales ya se ha acabado eso de repartir medallas por participar. Toca competir.

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