Sindicatos en decadencia
13 de mayo de 2019

A poca gente le interesa hoy el hecho de que la asistencia a las manifestaciones del Primero de Mayo se haya reducido de forma sustancial y de que en la concentración de la Puerta del Sol de la pasada semana hubiera más turistas que protestantes, como señalaba un periódico hace unos días. Pero, dado que este tipo de actos tuvieron, hasta hace no mucho tiempo, gran importancia para las organizaciones sindicales, esta anécdota ofrece una buena imagen de lo poco que representan los sindicatos en la España actual. La última recesión, lejos de reforzar su papel como instituciones que defienden los intereses y los derechos de los trabajadores, ha hecho que su prestigio se haya reducido mucho. El nivel de afiliación sindical siempre ha sido bajo en nuestro país, pero las cifras han caído todavía más a lo largo de los últimos años.

Las razones por las que esto ha ocurrido son diversas. Lo opaco de su financiación, su papel en escándalos de corrupción (los famosos ERE de Andalucía, por ejemplo), su subordinación a determinados grupos políticos (que los ha llevado, entre otras cosas, a defender abiertamente el referéndum de secesión de Cataluña) explican por qué muchos trabajadores procuran distanciarse de ellos. Pero la causa fundamental de su crisis es más profunda: los sindicatos españoles no han sido capaces de entender la nueva economía y de adaptarse a ella.

Sus estrategias tradicionales no encajan, en efecto, en una economía competitiva abierta al comercio internacional. Es lógico, por ello, que el ámbito en el que tienen hoy mayor implantación sea el sector público. Es decir, el empresario al que se enfrentan con más frecuencia nuestros sindicatos no es el capitalista ávido de lucro, sino la Administración pública, cuyos gastos financiamos todos los contribuyentes.

Y como no consiguen el apoyo de los trabajadores, para subsistir tienen que buscar la ayuda del Estado. No es sorprendente, por ello, que sus reivindicaciones principales pasen en este momento por reforzar la negociación colectiva, lo que les permitiría aumentar su poder e influencia. Y si, de paso, les cae algún dinero público, miel sobre hojuelas. Que esto beneficie o no a los trabajadores es una cuestión mucho menos relevante.

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