Progreso social
21 de junio de 2020

Es una ingenuidad considerar que un elevado PIB per cápita de un país equivale a un elevado nivel de bienestar personal de sus ciudadanos. Tampoco la equidad de la renta disponible garantiza la prosperidad de la población. Ahora, el progreso social cuenta más para medir el avance de una nación que los indicadores econométricos clásicos. Imperative Social Progress es un think tank que elabora desde 2014 un índice que cuantifica la capacidad de una sociedad para cubrir las necesidades humanas básicas de sus miembros, establecer los componentes esenciales que permiten a estos y a las comunidades mejorar y mantener la calidad de sus vidas, y crear las condiciones para que todos los individuos alcancen su máximo potencial.

El Índice de Progreso Social (IPS) prescinde de las mediciones tradicionales de éxito, como el PIB, los ingresos y la inversión, y toma como referencia 51 indicadores sociales y ambientales que afectan realmente a la cotidianeidad de la gente de a pie. Así, no mide la felicidad o la satisfacción en abstracto, sino que se centra en apreciaciones reales que van desde alojamiento y nutrición hasta derechos y educación.

Para ello, se fija en tres grandes factores del progreso social: necesidades humanas básicas, fundamentos del bienestar y oportunidades. Dentro de cada dimensión, hay cuatro componentes que analizan categorías específicas a partir de datos objetivos, transparentes y procesables. La sexta edición de este ranking arroja una serie de hallazgos:

Fuente: Actualidad Económica

(1) En conjunto, el progreso social avanza en todo el mundo. Así, en los últimos cinco años, el promedio global aumentó de 62,16 a 64,47, y se ha producido una mejora en ocho de los 12 componentes. (2) A pesar de este avance, los derechos personales han retrocedido desde 2014 y ha habido un estancamiento en las áreas de seguridad personal, acceso al conocimiento básico e inclusión. (3) 137 de los 149 países evaluados registran una puntuación creciente continua. Sin embargo, existen excepciones sorprendentes, como la de Estados Unidos, que ha bajado de 84,74 a 83,62, con una disminución tanto absoluta como relativa. (4) Noruega, con 90,95 puntos, es el campeón del IPS, pero quizás no por la eficiencia en la gestión pública, sino porque tiene un Estado muy rico gracias al petróleo, la energía hidroeléctrica y la pesca. Le siguen Dinamarca (90,09), Suiza (89,89), Finlandia (89,56) y Suecia (89,45). España (87,47) está muy por encima de la media (85,67).

La crítica a este índice puede concretarse precisamente en que trate de escapar de los indicadores clásicos, cuando estos sí influyen en el progreso social, algo que apoya la correlación de 0,76 entre el IPS y el PIB real per cápita. ¿Su mayor valor? Que revela los países con mejor IPS en relación a este PIB per cápita o, dicho de otro modo, cuáles gozan de mayor progreso
social pese a disponer de unos ingresos más bajos. Si estandarizamos las unidades, aquellos con mejores ratios, esos que dan más satisfacción siendo más pobres, son Letonia (ratio 2,46 y renta de 12.490 euros), Croacia (2,42 y 12.480 euros) y Polonia (2,39 y 12.980 euros). En el otro extremo se hallan países tan ricos como Luxemburgo (0,40 y 83.640 euros), Noruega (0,5 y 69.890 euros), Irlanda 0,56 y 60.350 euros) y Suiza (0,57 y 59.970 euros).

Quizá, el secreto de un mayor progreso resida en Estados de tamaño pequeño, lo que conlleva menores impuestos y que los ciudadanos elijan con más libertad cómo rentabilizar su dinero, lo que suprime gastos innecesarios. El Estado nodriza siempre es más caro y además nos impide ser libres, porque nos expolia a fondo.

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