Patentes
30 de mayo de 2021

Hoy la mayor creación de valor añadido de un país desarrollado reside en su sector industrial. El problema de España es que este sector sigue decreciendo interanualmente. Si en 2000 representaba el 18,7% del PIB, en 2019 menguó al 14,64%. Si descontamos la construcción y nos quedamos con la producción manufacturera, se aprecia su importancia. Este subsector supuso en 2019 el 76,19% del valor añadido bruto sobre el total.

Una debilidad preocupante de la potencia industrial española es que se sitúa en un segundo nivel tecnológico, siendo el automóvil la joya de la corona de la industria española. La pena es que a veces los eslabones que generan más riqueza en la fabricación de un coche, como el diseño, se
desarrollan en los países donde están las matrices de las marcas que ensamblan vehículos en España.

Un vistazo al panorama internacional revela, tomando los datos de 2018, que China, con una producción 5,5 billones de dólares, es la mayor fabrica del mundo. Le siguen Estados Unidos (3,5), Japón (1,4), Alemania (4,6), India (0,7), Corea del Sur (0,55) Rusia (0,48), Reino Unido (0,47), Francia (0,44) e Italia (0,42). Nuestro país no es un coloso industrial, pero eso no sería tan grave si fuera puntero en alguna tecnología con futuro. El camino para ser líder en una especialidad valiosa pasa por aumentar el gasto en I+D y concentrarlo en las actividades más prometedoras.

Fuente: Actualidad Económica

Alemania invierte el 3,12% de su PIB en I+D, lo que hace que el país teutón sea el más innovador en el índice de competitividad del Foro Económico Mundial. España gasta tan solo un ridículo 1,25%, la mitad que la media de la OCDE (2,48%) y, además, distribuido dispersamente. Aunque sería conveniente gastar más, la clave inteligente está en invertir mejor. Cada vez más los países se especializan en aquellas actividades en las que sus compañías encuentran una mayor ventaja competitiva. Habría mejores avances con bonificaciones fiscales a las empresas que demuestren logros objetivos, como conseguir patentes, que con inversiones directas del Ministerio de Industria. Ha habido poca transparencia acerca de los criterios tomados para fijar el reparto de los fondos europeos entre las comunidades autónomas. Si de verdad su objeto es preparar el futuro, debiera haberse reservado una partida específica notable para primar la innovación. Los territorios que merecen más los fondos, porque pueden progresar más, son aquellos que lideran dos predictores objetivos: la capacidad de conseguir patentes y el gasto en I+ D.

Si se hubiera elegido este criterio, Aragón sería la región que debe recibir más fondos, al haber conseguido presentar 102,39 patentes por cada millón de sus habitantes. Le siguen Navarra (58,68), Madrid (43,63) y País Vasco (39,56). Otro indicador certero para repartir el dinero del Next Generation EU es el gasto en I+ D en porcentaje del PIB regional. Destacan País Vasco (1,97%), Madrid (1,71%), Navarra (1,67%) y Cataluña (1,52%). Las regiones con mejores datos en esas dos variables probablemente tendrán un futuro industrial prometedor, pero será todavía mejor cuando tengan un gran tamaño, porque tener masa crítica en talento creativo es esencial. El Silicon Valley es un gran ejemplo de la riqueza que genera la concentración de inteligencia como también lo es del aumento reciente del éxodo de su población por la subida de los tributos californianos. Todo esto refuerza a la Comunidad de Madrid como la locomotora de España, eso sí, ¡mientras Moncloa no la descarrile! 

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