La inflación no está ni se la espera
16 de febrero de 2018
Por admin

En España, durante el mes de enero, el Índice de Precios al Consumo (IPC) registró una caída del 1,1% respecto a diciembre del año pasado (hay que remontarse dos años atrás para encontrar una caída mensual mayor). En tasa interanual (de enero de 2017 a enero de 2018), el IPC tuvo una subida del 0,6%: el menor crecimiento en 16 meses. Es decir, la inflación volvió a ser muy baja a pesar de que el Banco Central Europeo (BCE) mantiene una política monetaria bastante expansiva (todavía sigue comprando bonos en la cantidad nada despreciable de 30.000 millones de euros al mes), y de que la economía española sigue creciendo a un ritmo elevado y sostenido.

Mención especial, en el movimiento de los precios de los últimos 12 meses, merece el precio de la electricidad, que cayó un 2% debido a que las últimas lluvias han aumentado la producción de las centrales hidroeléctricas. Además, se espera que en los próximos meses los precios de la electricidad, combustibles, transporte, lubricantes, etc. sigan descendiendo gracias a las fuertes nevadas (que mejorarán la situación de los embalses), a la caída estacional de la demanda de energía y al descenso en el precio del crudo.

La inflación subyacente, que es la que mide la variación de los precios de los bienes y servicios más estables (alimentos elaborados, bienes industriales no energéticos y servicios), se ha mantenido prácticamente estancada. Así, mientras en 2016 la inflación subyacente anual fue del 1%, en 2017 bajó al 0,8% cifra, esta última, que se ha mantenido en enero de 2018.

Esta situación de estancamiento de los precios, y parece que continuará a lo largo de este año, viene favorecida por varios motivos:

1. Un crecimiento cada vez más débil en la demanda de bienes de consumo. El entorno en que se desenvuelven las empresas españolas sigue siendo muy competitivo y una de las maneras que tienen para conseguir más ventas es no subir los precios. Así, las ventas minoristas, que mantienen una tendencia muy próxima al consumo de las familias, crecieron en el cuarto trimestre del año pasado un 0,9% con respecto al mismo trimestre del año anterior. Este crecimiento fue la mitad del que se registró en el tercer trimestre.

2. La reducción de los salarios, que disminuye el poder adquisitivo de los trabajadores. Desde el año 2010, año tras año, los salarios han ido cayendo lo que ha ido mermando la renta disponible de las familias, lo que a su vez estanca la demanda de consumo privado. Precisamente, esta semana la Comisión Europea (CE) ha alertado de que, en 2017, todos los estados miembros de la UE han registrado un incremento en sus ingresos familiares, excepto España, Austria, Grecia y Reino Unido.

3. Los menores precios de los bienes de consumo importados (-1,8% a lo largo de 2017) debido a la apreciación del euro frente al dólar y otras divisas de muchos países emergentes a los que pudimos comprar bienes de consumo y materias primas a precios más bajos. Esta tendencia de precios bajos en las importaciones se mantendrá en el futuro como consecuencia de la apreciación del euro (ayer subía y cerraba a 1,25 dólares) y los aumentos de la oferta de bienes de consumo que se están produciendo a nivel mundial.

EUROZONA

También la zona del euro (UEM) vive una situación de bonanza que le permite alcanzar los cuatro grandes objetivos de política económica: aumenta el crecimiento económico y el empleo a la vez que hay superávit de la balanza de pagos y estabilidad de precios. Así, el crecimiento anual del IPCA (Índice de Precios de Consumo Armonizado) del mes de enero fue del 1,3% y de la subyacente el 1%, aunque estas tasas están por encima de la inflación española siguen alejadas todavía del 2% que es el objetivo del BCE.

En la UEM las presiones sobre la inflación siguen siendo sorprendentemente bajas, a pesar del notable dinamismo de su economía: el PIB creció en 2017 al mayor ritmo de la última década. Efectivamente, la Comisión Europea informó esta semana que en 2017 el crecimiento del PIB se situó en el 2,5%. Entre las grandes economías el comportamiento ha sido dispar, así, en Alemania la economía creció un 2,5%, que fue su máximo desde 2011, más bajo fue el crecimiento de Francia (2%) e Italia (1,5%) y más alto el de España (3,1%), Holanda (3,2%) y Austria (3%).

Todos los países de la UEM aumentan su ritmo de crecimiento lo que a su vez está permitiendo aumentar la utilización de la capacidad productiva de la industria: que ha pasado del 81% en 2016 al 84,4% en el primer trimestre de 2018. Lo que refleja también en el buen comportamiento del mercado laboral: la tasa de paro ha pasado de estar por encima del 12% en 2013 al 8,5% en enero de este año. Sin embargo, y a diferencia de Estados Unidos (EEUU), al no haberse alcanzado todavía el pleno empleo las presiones sobre los salarios y, por tanto, sobre la inflación son muy modestas.

PERSPECTIVAS DE FUTURO

A la apreciación del euro, y la suave subida de los salarios hay que unir el posible abaratamiento de la energía que facilitaría todavía más la estabilidad de los precios. Tal como se preveía, las subidas de los precios del barril en los dos últimos años han provocado un aumento en el bombeo de crudo en EEUU, contrarrestando los esfuerzos de la OPEP y de otros productores por intentar equilibrar el mercado de crudo en un precio de 70 dólares. La producción de petróleo en EEUU alcanzó, en la última semana, su récord histórico en 10,25 millones de barriles por día (gracias al esquisto, fracking o extracción de shale oil). Este incremento en la oferta de petróleo hizo que, en los 12 últimos días, el precio haya pasado de 70 dólares/barril a cotizar ayer a 64. De seguir aumentando la oferta de crudo es posible que en el futuro la partida de energía fuese la principal responsable del descenso de la inflación general.

En España, prevemos que los precios seguirán creciendo muy poco, alcanzando en diciembre de este año una inflación anual del 1,5%. Una estabilidad de precios que tendrá efectos muy positivos en la economía al mantener el poder adquisitivo del dinero, lo que permite la moderación salarial y también una situación más halagüeña para los pensionistas. Además, la baja inflación está consiguiendo aumentar la competitividad de la economía española y colocarse así en la vanguardia de los países industrializados.

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