La evasión de capitales
5 de julio de 2019

Vivimos en un mundo en el que, afortunadamente, los capitales se desplazan de un país a otro con facilidad y en el que quienes invierten sus ahorros en el extranjero han dejado de ser considerados como delincuentes o vendepatrias. Pero mucha gente piensa que no se debería permitir a quien tiene dinero sacar de España sus inversiones financieras y que convendría establecer controles de capitales más rígidos que impidieran, por ejemplo, que alguien que resida en Valencia tenga una cuenta corriente en Suiza o en Luxemburgo. Desde la propia administración española se sigue viendo con mucha desconfianza este tipo de operaciones. Nuestros políticos y funcionarios tienen que aceptarla porque la libertad de movimientos de personas y capitales es uno de los principios básicos de la Unión Europea. Pero nuestra propia legislación fiscal discrimina de una forma tan clara entre las inversiones que se realizan en España y las que realizan en el exterior que nuestro Estado se enfrenta hoy a una demanda ante el Tribunal de Justicia de la UE por haber aprobado normas contrarias a un principio básico de la integración económica internacional.

El argumento más habitual para criticar el libre movimiento internacional de capitales es que los «evasores» son personas egoístas que causan un gran daño al conjunto de la nación, ya que sus capitales no financian la inversión y la creación de empresas en España; y, por lo tanto, hacen que aumente la tasa de paro en el país. Es lo que, de una forma muy simple, se percibe a primera vista. Pero un análisis un poco más serio del tema lleva a resultados muy diferentes. Si hay algo que favorece la creación de empresas en cualquier lugar del mundo es precisamente la movilidad de los capitales. En una economía global, lo importante es ofrecer a los inversores buenos proyectos. Si éstos existen, no importa el origen de los capitales; porque lo que sus propietarios quieren es obtener una buena rentabilidad; e invertirán allí donde la encuentren.

Persecución

Seguramente muchos no recuerdan va la época en la que en España se perseguía de forma muy dura la denominada evasión de capitales. Era absurdo, ciertamente. En especial, si comparamos esta actitud con el entusiasmo con el que se recibían en nuestro país las inversiones extranjeras. No es difícil ver lo paradójico de este planteamiento. Porque si los españoles que exportaban capitales eran unos antipatriotas, con el mismo criterio debería pensarse que los inversores extranjeros que compraban, por ejemplo, deuda pública española o acciones de empresas de nuestro país también debían serlo en sus propias naciones. Pues no. Para la propaganda oficial española realmente se trataba de personas inteligentes y bien informadas, que eran conscientes de la solidez de nuestra economía y de nuestras finanzas; y sólo eran criticados si, en un momento de crisis, vendían sus títulos españoles y deshacían sus posiciones en pesetas. ¿Y qué decir de lo que pensaba la izquierda? Para nuestros radicales, los inversores extranjeros eran imperialistas que, con sus capitales, venían a quedarse con las riquezas de nuestro país. Total, que para ellos todos los movimientos internacionales de capitales eran malos: si los capitales eran españoles, porque nos dejaban sin puestos de trabajo; y si eran extranjeros, porque venían a explotarnos. No cabe duda de que la mente humana es sorprendente…y más aún cuando se dedica a elucubrar sobre la economía.

Y aquí no acaba la historia. Una nueva incoherencia de las prohibiciones a los movimientos internacionales de capitales se puso de manifiesto en España cuando, fallecido el viejo general, empezó a construirse el denominado Estado de las autonomías. La cuestión que se planteó fue la siguiente: si la exportación de capitales es mala para una nación, ¿por qué no lo es también para una región? Si, por ejemplo, en Andalucía la tasa de paro es superior a la media nacional y su renta per cápita es inferior a la media del país, ¿no tendría sentido establecer un sistema de control de cambios que impidiera la salida del ahorro andaluz fuera de las fronteras de la comunidad autónoma? No es una broma. Tal propuesta se hizo realmente allá por los años ochenta, aunque nunca fuera tomada en serio. No cabe duda de que quien la formuló en su momento no sabía una palabra de economía; pero su propuesta no era mucho más absurda que la de aquellos que quieren prohibir la salida de capitales de España para estimular la industria y crear empleo. 

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