La cátedra y la universidad
17 de julio de 2018
Por admin

No puede entenderse el desarrollo de la teoría económica contemporánea al margen de las universidades. La economía es hoy una disciplina académica y los principales economistas del último siglo han sido catedráticos o han tenido una estrecha relación con centros de enseñanza superior. No siempre fue así, sin embargo. En esta serie hemos visto que muchos de los grandes economistas del siglo XIX no tuvieron relación alguna con el mundo académico, como les ocurrió a Ricardo, List o J.S. Mill, por citar sólo tres figuras destacadas. Fue en el último tercio del siglo XIX cuando las cosas empezaron a cambiar; y si tuviéramos que citar al primer economista que dominó la evolución de la disciplina desde una cátedra universitaria, el nombre más repetido sería, seguramente, el de Alfred Marshall.

El texto más conocido sobre lavida de Marshall es el largo artículo que le dedicó John M. Keynes en 1924, apenas unos meses después del fallecimiento de aquél. La biografía empieza con las siguientes palabras: «Alfred Marshall nació en Clapham el 26 de julio de 1842, hijo de William Marshall, cajero del Banco de Inglaterra». Pues bien, parece que, excepto la fecha y el nombre de su padre, los demás datos son falsos. Ni nuestro economista nació en Clapham, ya que lo hizo en Berdmonsey, un barrio mucho más modesto de Londres; ni su padre era en aquella época cajero del Banco de Inglaterra, sino un simple administrativo de bajo nivel. Se ve que Keynes quiso quedar bien con su viejo maestro y aceptó embellecer un poco su biografía, a partir de la versión edulcorada que había creado el propio biografiado. Pero, al margen de estos detalles, el largo artículo sigue siendo una excelente vía para adentrarse en la vida y en la obra de Marshall.

Tras haber sido profesor en Bristol y en Oxford, el año 1885 fue nombrado catedrático de la Universidad de Cambridge, donde realizó una gran obra en un doble sentido. Por una parte, fue la persona fundamental en la creación de un programa específico de economía, adelantándose en muchos años a otras universidades, que siguieron manteniendo la economía como una de las disciplinas de los programas de ciencias sociales. Y, por otra, fue autor de una serie de obras importantes, entre las que destacan su Principios de Economía (Principles of Economics). Y es interesante señalar que este libro fue clave en el cambio de la expresión «political economy» por «economics», que es la palabra que hoy seguimos utilizando.

Marshall se inspiró, básicamente, en dos modelos para escribir su libro. En primer lugar, en los Principios de J.S. Mill, como tratado general de economía. Pero su obra no puede entenderse sin la influencia del economista francés Antoine Augustin Cournot, quien en 1838 había publicado sus Investigaciones sobre los principios matemáticos de la teoría de las riquezas, la cual es una obra pionera en la aplicación de las matemáticas a la economía, en la que había desarrollado un modelo de gran interés sobre el equilibrio parcial, que sería uno de los elementos claves del análisis de Marshall. A diferencia del enfoque global del equilibrio general, estos modelos se centran en el estudio de problemas concretos del mundo económico, a partir del supuesto de que el resto de las variables permanecen constantes, lo que permite analizar dichos problemas con mayor precisión.

Desde su cátedra de Cambridge, Marshall fue la figura dominante de la disciplina en Gran Bretaña durante muchos años, y desarrolló una forma de hacer análisis económico que continúa teniendo hoy plena vigencia. Muchos de los instrumentos que usamos los economistas en nuestro trabajo diario (la elasticidad de la demanda, el excedente del consumidor, las curvas de oferta y demanda en comercio internacional…) fueron acuñados o popularizados por él. Pero, a pesar de ser un teórico muy destacado, nadie podrá acusarle de ser uno de esos economistas que se encierran en su torre de marfil y viven sólo para la teoría pura. Por el contrario, su preocupación por el bienestar de las personas más humildes de la sociedad estuvo siempre presente en su obra. Como prueba de esta actitud suele contarse una historia, según la cual Marshall compró un día un cuadro que representaba a un mendigo y lo colgó en su despacho para ser así siempre consciente de que la misión de un economista no es tanto elaborar hermosas teorías como tratar de solucionar los problemas de la gente necesitada.

Publicaciones relacionadas