La caída del muro
21 de julio de 2016
Por admin

En noviembre de 1989, el odioso muro que separaba las dos partes de Berlín dejaba de existir. Había durado más de veintiocho años y a sus pies había muerto mucha gente intentando cruzarlo, siempre en la misma dirección: la que permitía escapar del régimen comunista. Dos años después, desaparecía la Unión Soviética, el ente político que había sustituido al antiguo imperio ruso en 1922.

En poco tiempo, todos los países de Europa central y oriental en los que se habían establecido regímenes socialistas tras la 1ª Guerra Mundial abandonaban un modelo económico que, además de privar a sus habitantes de las libertades más básicas, les había impedido alcanzar niveles de vida semejantes a los que existían en Europa occidental. La importancia de estos cambios, que tuvieron lugar en un espacio breve de tiempo, es enorme. Durante muchos años, en el mundo habían coexistido dos sistemas económicos irreconciliables. La historia había empezado en 1917, en Rusia, tras la revolución que llevó al poder a los bolcheviques.

Desde el primer momento, los nuevos gobernantes plantearon como su principal objetivo crear un sistema económico, basado en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y en el control estatal de todas las actividades de producción y consumo. A lo largo de una serie de años, mucha gente -y no sólo comunistas convencidospensó que el sistema soviético presentaba grandes ventajas frente al capitalismo, lo que permitiría a los países que lo adoptaran superar pronto la renta per capita y el nivel de bienestar de Estados Unidos y Europa Occidental.

Una anécdota curiosa puede servir de muestra de tan sorprendente idea. En la década de 1920, para tratar de paliar las duras privaciones que sufría la población rusa, el Gobierno soviético vendió algunos cuadros muy valiosos del museo del Hermitage. Ante ciertas críticas internas a tal decisión, las autoridades no dudaron en afirmar que no había por qué preocuparse, ya que los cuadros estarían fuera del país poco tiempo. Y la razón era que, como en unos años la Unión Soviética sería un país mucho más rico que los demás, ¡podrían volver a comprar fácilmente estas obras de arte a los capitalistas empobrecidos! Pero esto nunca ocurrió.

Y el sistema soviético funcionó mal hasta su hundimiento definitivo. ¿Por qué ocurrió éste? La literatura sobre el tema es muy amplia; y en ella se encuentran enfoques muy diferentes. Para quienes aún creen en el sistema socialista, la razón fue que las cosas no se hicieron bien, que se creó una burocracia, o nomenclatura, que controlaba cada país en su propio beneficio, que lejos de eliminar la corrupción, el sistema soviético la incrementó; y que todo esto hizo que las masas populares abandonaran el sistema y acabaran cayendo de nuevo.

En noviembre de 1989, cayó el Muro de Berlín. Pero lo cierto es, más bien, que la falta de eficiencia y la corrupción no se debieron a que los gobernantes no fueran precisanmente ejemplares, sino a que el modelo de cálculo económico que se estableció no podía funcionar bien; y a que la gente es racional y, sin los incentivos económicos adecuados, trabaja y se esfuerza lo menos posible. Hoy el viejo modelo soviético y la planificación centralizada sólo existen en dos viejas dictaduras, cuyos gobernantes se resisten al cambio con uñas v dientes: Corea del Norte y Cuba. No es casualidad que sus habitantes no disfruten precisamente de altos niveles de consumo y bienestar. 

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