Italia reabre sus fronteras con polémica incluida
6 de junio de 2020

El pasado día tres de junio, Italia hizo efectiva la reapertura de sus fronteras dentro del llamado espacio “Schengen”, que, como es sabido, incluye no sólo a países miembros de la Unión Europea, sino también a algunos que no pertenecen a la misma. Pero, claro está, para que se haga efectiva la reapertura de una frontera resulta necesario que el país con el que se tiene esa frontera haga lo mismo, y ahí los italianos se han encontrado con la cerrada oposición del gobierno austriaco del Canciller Sebastian Kurz. Y es que se da la circunstancia de que la frontera entre ambos países, con el bello paso del Brennero por medio, tiene como protagonistas fundamentales tanto a Lombardía como a Veneto, precisamente dos de las regiones con mayor número de contagiados y fallecidos por el coronavirus.

En ese sentido, esta frontera resulta clave para un elemento fundamental de la economía italiana: su sector exportador. Y lo que resulta más preocupante: más que pensar en el mercado alemán, que es de por sí importante, los italianos tienen más en mente a los países de la Europa del Este, incluyendo una Federación Rusa (con el que Italia ha mantenido desde hace décadas una estrechísima relación de intercambios comerciales) donde aún sigue vivo el asunto de las sanciones de la UE a los rusos por su anexión de Crimea y la guerra (de la que no se habla, pero que ahí sigue) entre la Ucrania que quiere seguir siendo un país independiente, por un lado, y la que tiene territorios que quieren pasar a formar parte de la Federación Rusa (autodenominadas repúblicas de Donetsk y Lugansk), por otro.

Como en no pocos conflictos, cada país tiene su parte de razón en este litigio. Resulta comprensible la actitud de una Austria que ha sabido contener con enorme eficacia la epidemia, y que no tiene la más mínima premura ni necesidad por abrir la frontera con Italia, priorizando, al menos en este momento, la salud de su población nacional. Italia, por su parte, ha hecho un enorme esfuerzo por controlar todo lo derivado del coronavirus, ha sometido a un durísimo confinamiento a su población, y ahora necesita más que nadie darle un impulso a una economía cuyo horizonte no resulta precisamente esperanzador: subida en más de veinte puntos de la deuda sobre PIB nacional, recesión de en torno a 10 diez puntos de ese mismo PIB, y muy sustancial aumento del desempleo (en torno a cuatro puntos de subida como mínimo).

De manera paralela, Italia y Austria son dos países abiertamente enfrentados por la manera en que la Unión Europea piensa financiar la recuperación de las economías de sus Estados miembros. Mientras el Ejecutivo presidido por el Primer Ministro Conte ha abogado desde el primer momento por mutualizar la deuda (a través de instrumentos como los llamados “euroabonos”), los austriacos constituyen, junto con Países Bajos, Dinamarca y Finlandia, el “núcleo duro” de los estados que piensan que toda ayuda a países como España e Italia debe ser vía concesión de créditos, y no a través de dinero dado a fondo perdido (ni siquiera de manera parcial). Y es que, por enésima vez, vuelven a confrontarse dos realidades macroeconómicas entre países miembros de la Unión Europea: si la deuda nacional sobre PIB italiana era antes del comienzo del confinamiento del 135%, la austriaca era tan sólo del 70.5%; si el crecimiento del PIB italiano era del 0% al concluir el año 2019, el austriaco, en cambio, fue del +1.6%; y si el nivel de desempleo italiano era hace solo unos meses del 10.8%, en Austria es tan solo del 4.6%. Lo que supone dos realidades completamente diferentes entre dos estados fronterizos y miembros de una misma organización supranacional y supraestatal (la Unión Europea).

Este conflicto deberá ser resuelto en primera instancia por los ministros de Interior de cada país, con la necesaria intervención tanto del Consejo Europeo como de la Comisión. Porque la realidad es que Austria no puede tener cerrada de manera indefinida la frontera con Italia, ya que la economía austriaca, por muy saneada que esté, supone por volumen del PIB el 20% con respecto a la italiana, la tercera en importancia del conjunto de la Unión Europea. Y de poco o nada vale que los italianos pongan a rendir a pleno pulmón su aún importante sector industrial si no puede dar salida a toda su producción, y, como decimos, la frontera con Austria es clave en ese proceso. No debe olvidarse que dos ciudades tan importantes para la economía italiana como es el caso de Roma y Venecia ya están teniendo muy importantes dificultades para tratar de recuperar la normalidad porque viven de una afluencia extranjera que de momento llega con cuentagotas, así que solo faltaba que la frontera italo-austriaca siguiera cerrada.

Y eso que desde el punto de vista político el país parece haber entrado, al menos de momento, en una fase de relativa tranquilidad. Porque el partido clave en el sostenimiento de la actual coalición de gobierno, la Italia Viva del ex primer ministro Matteo Renzi, que era hasta hace poco muy crítico con el Segundo Gobierno Conte, está transmitiendo cada vez más señales de estar dispuesto a apoyar al actual Ejecutivo. En ese sentido, tres elementos clave concurren en la decisión de Renzi y los suyos: el primero, la inoportunidad de convocar elecciones anticipadas, en un momento en que se necesita un gobierno para negociar duro con el resto de países miembros de la UE; el segundo, que el Primer Ministro Conte ha decidido, ahora sí, tener realmente en cuenta las exigencias de Renzi, particularmente en el terreno económico, dejando de lado la indiferencia que había mantenido hasta el inicio del confinamiento; y el tercero, que la fuerza política del joven político toscano, en el caso de que cayera el gobierno y hubiera que ir a elecciones anticipadas, se arriesga a convertirse en un partido sin representación parlamentaria, ya que algunas de las últimas encuestas que se han realizado últimamente conceden a Italia Viva menos de un 3% de voto, que es el umbral que en este momento establece la ley electoral para tener representación en las dos cámaras legislativas que posee el sistema político italiano, así que más le vale a Renzi que el gobierno, al menos de momento, siga con vida, porque de ello depende su futuro político y el de sus más directos colaboradores.

Así que, con un gobierno aparentemente unido (aunque bien se conoce el carácter imprevisible precisamente de Matteo Renzi y su falta de sintonía con el “premier” Conte así como con el Movimiento Cinco Estrellas), la tercera economía europea necesita más que nunca de la solidaridad de los estados miembros de la Unión Europea. Y, de momento, la austriaca no se atisba. Y es que, una vez más, se da el conflicto entre la existencia de la construcción europea y el mantenimiento del llamado Estado-nación. 

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