Inmigración ilegal: un negocio de 32.000 millones de euros
8 de junio de 2015
Por admin

Una de las características más llamativas del mundo moderno es que el capital es mucho más móvil que el trabajo. Históricamente, la gente se ha movido más deprisa que el dinero, porque no había medios tecnológicos para trasladar el capital (que en muchos casos era, encima, tierras), y porque las fronteras nacionales no estaban tan bien definidas y protegidas como hoy en día. Así que la inmigración-legal o no-es algo muy humano, igual que lo es el horroroso coste humano de ésta. 

De hecho, la inmigración ilegal no es un negocio tan grande. Según la Organización Mundial para la Emigración, el tráfico de inmigrantes (excluido el tráfico de personas, como niños para ser adoptados, mujeres para ser prostituidas o, simplemente, de esclavos, que sigue hoy en día) movió en 2013 35.000 millones de dólares, es decir, unos 31.500 millones de euros, a escala mundial. Eso es apenas la sexta parte que el tráfico de medicamentos, o la quinta parte de lo que mueve la prostitución. Sin embargo, el negocio está creciendo muy deprisa: en poco más de una decada ha aumentado en un 75% en cifras brutas, es decir, sin ajustarlas a la inflación. 

Otro factor importante de la inmigración es su impacto en las economías de los países de origen. El Banco Mundial estima que las remesas-es decir, los envíos de dinero que hacen los inmigrantes, normalmente a sus familiares-suponen nada menos que el 25% del PIB en Haití, y entre el 10% y el 15% de Pakistán, Guatemala, Filipinas, Kosovo, Jamaica, Jordania, Senegal o El Salvador. En Tayikistán, las remesas son el 45% del PIB, de acuerdo con los datos de Naciones Unidas. 

Los emigrantes tienen, además, un impacto adicional en sus países: son agentes de cambio. En primer lugar, por su peso económico, reflejado en las remesas. Pero, también, porque frecuentemente quienes dejan un país son las personas más educadas (aunque en muchas ocasiones eso solo suponga tener estudios medios), con más ambición y más iniciativa. Su contacto con el mundo exterior los hace propensos a tratar de cambiar las cosas en su país, bien de forma indirecta, bien directa. El viejo cuento del emigrante que se marcha y regresa para poner un negocio tiene una base muy real, igual que lo tiene la diáspora que, tras vivir en Occidente, busca democratizar sus países. No siempre sucede eso, pero sí es algo relativamente frecuente.

Así pues, los emigrantes ilegales son, en su tragedia y en su desesperación, una de las grandes fuerzas que están cambiando el mundo.

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